—¿Piensas aceptar el negocio de Alessandro?—preguntó Victoria esa mañana a su esposo. —Sí, parece ser bastante beneficioso. —¿Pero estás seguro?Massimo le dedicó una mirada escéptica ante su pregunta cargada de desconfianza.—Se supone que tu misma me lo presentaste, ¿hay algo malo con él? —Sí, bueno no, quiero decir que… no pensé que me harías caso. En realidad, Victoria se moría por decirle que sí, había algo malo, de hecho eran muchas cosas malas, pero estaba bajo amenaza y no podía confesárselo. Las cosas entre ellos los últimos días habían sido extrañas. Ya no se miraban con reproche como en un inicio, parecían irse soportando mutuamente de manera simultánea. Existía resentimiento de parte a parte, pero era evidente que habían trazado un camino hacia la paz. Aunque ninguno de los dos, se atrevía a hablar de ello en voz alta. Desde que Victoria había ayudado a Massimo a ducharse aquella noche de borrachera, el hombre había dejado de beber, o al menos trataba de controlarlo
No sabían exactamente cómo resultaría, pero habían elegido seguir el camino a la reconciliación. Victoria había empezado a dormir con su esposo todas las noches, las cuales estaban cargadas de pasión y una entrega sin límite. Se miraban a los ojos, probaban los labios del otro con devoción, mientras se dedicaban palabras de disculpas; todo aquello era una rutina, que si bien, ayudaba a renovar ese matrimonio, no solucionaba el verdadero problema que los acechaba cada día. Gerónimo. Había una decisión que debía ser tomada y Victoria lo sabía. La fecha para la firma de aquellas negociaciones con Alessandro estaban próximas y debía de una forma u otra detenerlo. Por eso, esa noche había decidido confesarle la verdad a Massimo. La castaña preparó la mesa como había sido la rutina las últimas semanas. Su esposo llegó a la hora exacta y con una sonrisa se acercó a besar sus labios. —Huele delicioso—halago lo que se estaba cocinando. Victoria sonrió antes de invitarlo con un gesto a t
Los policías que custodiaban la casa de Herminia fueron agredidos. Ambos hombres se encontraban muertos en los asientos del auto que aparcaba a las afueras del lugar. Cuando Victoria llegó esa tarde a la casa, se encontró con la espantosa escena y un grito desgarrador surgió de lo más profundo de sí. La imagen de la mujer que la crio desde niña, siendo asesinada de esa forma tan cruel, hizo a su corazón sentirse roto en mil pedazos. No podía soportarlo. Tres homicidios fueron cometidos en ese día, tres de los cuales Gerónimo era el único culpable. Las autoridades se movilizaron con mayor urgencia para dar captura al hombre encargado de tan atroces crímenes, pero nada de ello devolvería a la vida a la amable mujer que había fallecido en ese día. Massimo abrazaba a su esposa tratando de brindarle consuelo, pero sabía perfectamente que sería imposible. Nada podría consolar una pérdida tan importante como esa. De alguna forma, se sentía culpable. Tal vez si no hubiesen puesto la den
Llevaba veinticuatro horas en ese mugroso lugar. El olor a humedad y moho llenaba todo el ambiente, pero no era lo único que se percibía, había algo mucho más pestilente. Victoria miró a su alrededor y descubrió la razón de tan putrefacto olor, la sangre seca adornaba las paredes, pero además había rastros de dedos humanos en el suelo.La mujer sintió unas fuertes arcadas, aquello era más de lo que su sensible estómago podía soportar. Recién comenzaba a ser consciente de su entorno, ya que la mayoría del tiempo había estado sedada. Lo último que recordaba era la cara de Gerónimo diciéndole que nuevamente había tomado la decisión equivocada. Victoria sintió un escalofrío al darse cuenta de ello, había sido una completa estúpida al creer que con entregarse dejaría en paz a Massimo.—Ya despertó nuestra bella durmiente—habló una voz que se encontraba oculta en un rincón de aquella habitación.Victoria se asustó al ser consciente de que Gerónimo llevaba bastante tiempo, viéndola inconscie
—Creo que ya conoces mi decisión, Gerónimo—le dijo digna, mirándolo a los ojos—. Jamás apoyaría a la persona que se atrevió a acabar con la vida de la mujer que más amaba en el mundo. Te garantizo que la justicia te alcanzara y pagaras por todos tus crímenes, tarde o temprano. Gerónimo frunció el ceño al escucharla. —Bien, que conste que te di la oportunidad de elegir—dijo antes de cerrar la puerta de manera brusca. Victoria suspiró aliviada, cuando por fin la dejo sola. Se sentía debilitada por la falta de alimento, pero estaba dispuesta a soportar su encierro sin rebajarse a suplicar a esos delincuentes. Realmente, la mujer creyó que podría llegar a soportarlo, pero cuando las horas se convirtieron en días y su cautiverio parecía interminable, no podía hacer más que implorar por piedad, afortunadamente, ninguno de esos hombres estaba a su alrededor para escucharla. —Tiene fiebre y está delirando—señalo uno de aquellos individuos a su jefe. —Quizás muera, de todas formas, ya no n
La noticia había sido tan sorpresiva para Victoria que aún no la lograba asimilarla del todo. Era simplemente increíble. Un bebé, un bebé venía en camino. No sabía qué sentir al respecto, sentía temor, dudas y miedo. Pero también sentía alegría por la nueva vida que estaba por llegar. Solamente esperaba que todo saliera bien, que esta vez si pudiese conocer a ese pequeño ser que se estaba formando en su vientre. Su situación actual era delicada, había sufrido desnutrición y maltrato. Debía permanecer en el hospital hasta que se recuperara completamente, además de que debían monitorear a la criatura, por las posibilidades de que se le presentará un nuevo aborto. Aquello era lo que más le asustaba, no quería ilusionarse con ese pequeño y luego perderlo. No sabía si podría soportarlo, no de nuevo. Llevaba exactamente una semana recluida en ese centro médico. Massimo no se había despegado de su lado, aunque de vez en cuando salía a atender alguna llamada. La búsqueda de Gerónimo y aq
Las probabilidades de que el embarazo llegará a buen término, eran bastante escasas. El doctor le había informado que la anemia adquirida en el cautiverio, podría tener consecuencias terribles para su embarazo. —Doctor, por favor deseo con todas mis fuerzas tener a este bebé—suplicó la mujer al médico. —Lo entiendo, señora Esquivel, pero comprenderá que eso no está en mis manos garantizarlo. Victoria sintió que el mundo se le venía encima. «No de nuevo, por favor», suplicó en su mente. No quería perder a esa criatura que recién empezaba a formarse en su vientre. —Tranquila, todo saldrá bien—la abrazo Massimo cuando el facultativo abandonó la habitación. —Massimo, no sé si lo soportaría—habló refiriéndose a la posible pérdida de su bebé. —No ocurrirá, Victoria, tendremos a ese niño—afirmó el hombre con convicción acariciando su vientre plano. Victoria asintió con las lágrimas empañando su visión, pero dispuesta a creer que todo saldría bien. Fueron meses difíciles los que pasó r
—Espere—pidió la chica con voz suave. Su jefe la observó atentamente, era bonita, la mejor adquisición que había podido hacer en meses. —¿No le parece que vamos muy rápido?—preguntó tímida.Él negó antes de volver a apoderarse de sus nalgas, era una caricia un poco brusca, pero lo suficientemente satisfactoria para sí mismo. ¡Vaya que le gustaba hacer ese tipo de cosas! —Es en serio, no sé qué quiere conmigo, así que…—¡Calla!—le ordenó rudo. Victoria quedó atónita ante aquel mandato, la mujer no sabía exactamente qué estaba haciendo en aquella oficina. Se suponía que únicamente había venido a traer unos documentos para ser firmados, pero luego su jefe le había susurrado un par de palabras bonitas.—Te sienta bien esa falda, ¿es nueva acaso?La verdad era que sí era nueva, la había comprado especialmente para lucirla en ese día, era su cumpleaños.—Sí señor. Está bonita ¿cierto?—había respondido ella con inocencia y una brillante sonrisa. Lamentablemente, no pudo deducir a tiempo