Victoria llegó esa mañana a la empresa con una brillante sonrisa en sus labios.
—¡Buenos días!—saludó entusiasta a las personas que se encontró en el elevador.Hombres y mujeres enfundados en trajes comedidos le respondieron cordialmente el saludo. Cada uno se dirigía a un piso diferente, algunos iban al área de diseño, otros al área de finanzas, y ella, relegada en un rincón de aquel ascensor, se disponía a ir al último piso. Oficina de presidencia, su área.La chica no tardó en hallarse sola en aquel cubículo. Respiró profundamente y alisó su falda, una de color mostaza, combinaba perfectamente con su camisa blanca y su corbatín en tono gris.Cuando las puertas del ascensor se abrieron, sus ojos avellanas se centraron en aquella oficina vidriada, las persianas estaban arriba, muestra fehaciente de que su jefe se encontraba presente.La mujer se acercó a su escritorio y organizó sus pertenencias, tomó en su poder la agenda del día y se dispuso a informarle a su jefe todos los pendientes para esa jornada.—Con permiso—dijo al ingresar a aquella oficina, a pesar de que Massimo ya le había permitido el acceso.El hombre leía interesado algo en su computador, Victoria lo detallo un par de segundos antes de aproximarse a su escritorio.—Buenos días, señor. Le he traído su agenda del día.—Buenos días, señorita Esquivel. La escucho.—A las once en punto tiene una reunión con el señor Valbuena, ha insistido mucho en verse nuevamente con usted.Massimo hizo una mueca de desagrado. ¿Ese tipo molestando otra vez?—¿De nuevo insistiendo para que firmemos ese contrato?—Eso parece, señor—respondió la chica con voz queda.Su jefe se comportaba igual que siempre, al contrario de ella, que se moría de los nervios de estar nuevamente en su presencia.«Vamos, Victoria, no olvides lo que habías decidido»—¿Qué sigue?La mujer mordió su labio inferior, indecisa.—Puede que tenga otra reunión, señor, pero solo si usted lo desea.—¿De quién se trata?—Bueno, sé que es un poco atrevido de mi parte, pero…Los ojos grises de Massimo se alzaron interesados. El hombre notó inmediatamente el temblar en su voz, aquel titubeó qué tanto le llamaba la atención. «¿Acaso podía ser esa mujer más tierna?» se preguntó.—Prosiga—ordenó seriamente, sintiendo la tensión formarse en esas cuatro paredes.De pronto, empezó a hacer un intenso calor, uno que no solamente sofocaba al hombre, sino que parecía encender intensamente las mejillas de Victoria.«Cielos, no puedo decirlo sí me mira de esa forma» pensó desesperada.Pero Massimo no estaba dispuesto a darle tregua, el hombre se levantó de su silla y acortó la distancia. Cuando Victoria lo tuvo frente a ella, sintió que el aire le faltaba.—¿Es que acaso está intentando proponerme algo, señorita Esquivel?Victoria asintió con las pocas fuerzas que le quedaban. Sentía a sus piernas temblar como dos barras de gelatinas que ya no podían seguir sosteniéndose, necesitaba que ese hombre la sujetara, que le brindase un soporte del cual aferrarse. Quería aferrarse a sus brazos, a su espalda, rasgar su piel, exigirle que la hiciera su mujer.—Señor—dijo ella con voz sosegada, casi sin fuerzas—, ¿le gustaría retomar lo que empezamos ayer?Massimo abrió sus ojos desmesurados. El hombre no pudo decir nada más, simplemente se apoderó de sus labios. Aquellos labios que no sabía que tanto había anhelado besar. ¿Tanto le atraía su secretaria?Prefirió no ahondar en dicha cuestión y procedió a hacer aquello que tanto deseaba. Con un simple movimiento arrojó todos los objetos que se hallaban sobre su escritorio y, la inclinó allí, sobre aquella mesa amaderada.Antes de apoderarse del tierno cuerpo de su secretaria, se acercó a las paredes vidriadas y subió las persianas. Ese momento, era solo de ellos dos, no necesitaban ojos curiosos.De esa manera, Victoria descubrió lo que era el placer. Su jefe parecía dispuesto a enseñarle muchas cosas, sus manos tan expertas trazaron caminos que no se imaginaba, sus besos también le revelaron que apenas era el comienzo de una pequeña travesía juntos…[...]Victoria no dejó de sentirse nerviosa a lo largo de todo el día. Sentía que cada una de las personas con las que se cruzaba, sabían de lo que había pasado en aquella oficina.«¿Podrían realmente las personas saberlo con solamente verle la cara?» se preguntó angustiada.Esperaba que no, que las personas no tuviesen esa habilidad de la que tanto había oído hablar en diversos programas. Telepatía, se llamaba. ¿Y si alguno de sus compañeros sí pudiera leer la mente?«¡Cielos, no!»—¿Victoria?La chica elevó su mirada encontrándose con Gerónimo, era uno de los socios de aquella empresa. Un hombre de unos treinta años, cabello negro y abundante, alto, sonrisa amable.—Oh, no. Disculpe, señor Acuña, estaba un poco distraída.—Más bien diría yo, avergonzada.Victoria palideció, sus mejillas coloradas perdieron el color al instante. ¿Era tan notable cuando se ruborizaba?—Lo ve, ahora, parece que está a punto de sufrir algún ataque. ¿Qué pasa?La chica negó insistentemente, pero antes de que pudiese agregar alguna cosa más, una tercera voz se escuchó en aquel lugar.—Gerónimo, ¿qué haces distrayendo a mi secretaria?—reprochó Massimo desde el umbral de su oficina.—Oh, querido amigo mío, me alegra encontrarte—saludo Acuña con meloseria—. Nos vemos después, señorita Victoria—se despidió de ella con una sonrisa.Massimo no vio aquello con buenos ojos.—¿Y ahora qué? ¿Solo te paseas por la empresa para coquetear con las secretarías?—Nada de eso, amigo mío—negó Gerónimo sin darle mayor importancia—. Aunque—el hombre pareció considerar algo—, no se puede negar que Victoria es toda una lindura. Imagínate, me la encontré toda ruborizada—recordó con una mueca de satisfacción.Los ojos grises de Massimo adquirieron un tono oscuro, siniestro.—No digas tonterías—agregó sin pensarlo.Esa tarde, cuando la visita de Gerónimo terminó. Victoria fue llamada nuevamente a la oficina de presidencia, su jefe le ordenó quitarse la ropa y ella sin entender muy que sucedía obedeció su dictamen.Massimo la hizo suya una segunda vez en ese día y aquello se repitió continuamente durante varias semanas. Hasta que Victoria se preguntó: ¿Había dejado de ser una mujer para convertirse en el objeto sexual de un hombre? La respuesta llegó instantáneamente a su mente y no le agrado en lo absoluto…Cada vez que Massimo la llamaba a su oficina, Victoria tenía la sensación de que algo no estaba del todo bien. No podía negar que aquellos encuentros con su jefe la dejaban con una brillante sonrisa en los labios, pero luego la incertidumbre de lo incierto volvía a apoderarse de los rincones de su alma. «¿A quién engañaba? Ese hombre no la amaba» pensó esa noche Victoria, viendo insistentemente la pantalla de su celular. De alguna manera, esperaba recibir un mensaje de él, que le enviará las buenas noches o tal vez un: "Te veías hermosa está tarde". Pero aquello era mucho pedir ¿cierto?La muchacha no pudo evitar el hecho de que sus ojos se anegarán en lágrimas. Era su corazón, el que parecía querer desbordarse. Los momentos compartidos con Massimo llegaron a su mente como una avalancha, su sonrisa de dientes blancos tan simétricos, casi perfectos; al igual que sus labios carnosos, tan expertos. El hombre era guapo, su cabello negro como la noche y su piel blanca, le daban cierto t
“Yo no puedo tener hijos”Fueron exactamente cinco palabras las que acabaron por hundir a Victoria.—No puede ser. No es posible—murmuró ella, atónita.«¿Cómo podía decir esas cosas si la había embarazado?» se preguntó la chica, aterrada. —Pues entérate de que es así, me hice un examen hace algunos años.—¡Pero es que usted no lo entiende!—Victoria se había alterado.—¡La que no entiende eres tú! Si querías dinero hubieses podido usar otra forma para sacármelo.—¡Yo no quiero su dinero!—se ofendió la muchacha de inmediato—. Estoy metida en todo este lio por su culpa, ¿no lo ve?Massimo sonrió con descaro.—No, eso no es mi culpa—señaló el hombre con la barbilla a su vientre plano—. En vez de estar perdiendo el tiempo conmigo, búscate a ése que te embarazo y trata de sacarle algo.La castaña se quedó con la boca completamente abierta, asombrada, pero más que todo decepcionada. Sintiendo que el mundo se le venía encima con esas simples palabras.De esa manera, Victoria salió de esa o
Fueron exactamente cinco segundos en los que Victoria no pudo moverse. La impresión de ver a su amor fallido llegar en compañía de otra, a la vez de que su amiga declaraba con firmeza aquellas palabras: “¿Dónde está? Voy a partirle la cara en este instante.” Todo había ocurrido en fracciones de segundos, y su cerebro no lo estaba procesando con la velocidad necesaria.Sin embargo, a pesar del dolor lacerante que sentía en su corazón al ser consciente de aquella decepción, se obligó a reaccionar e impedir que su impulsiva amiga hiciese alguna locura. Lo menos que necesitaba, era que un montón de comensales la miraran con lástima al enterarse de su fracasada vida amorosa y como aquel hombre la había embarazado para luego presentarse con otra. —Por favor, Samantha, vámonos—en su rostro podía verse reflejada toda la congoja que estaba sintiendo.—No, ¿dime quién es?—insistió su amiga renuente a obedecerle.Como un impulso inconsciente su mirada se posó en la mesa que ocupaba la recién ll
—¿Usted quién es? Herminia no lograba entender la presencia de aquel individuo en la puerta de su casa. —¿Se encuentra Victoria?—Massimo decidió ignorar su pregunta. —¿Victoria?—la anciana negó con extrañez—. Me temo que mi nieta ya no se encuentra en el país. —¿Cómo dice?—el corazón del hombre dio un vuelco, mientras que aquella anciana no dejaba de mirarlo con sospecha. Un día su querida nieta le había confesado con lágrimas en los ojos que estaba esperando un hijo de un hombre que la había abandonado. La noticia en un inicio fue bastante sorpresiva para la mujer, lo suficiente como para quedarse sin habla por varios minutos, hasta que logró articular un débil: “no estás sola”. Victoria le dijo que ese lugar ya no le gustaba, que sentía que estaba constantemente expuesta a un posible encuentro con ese sujeto y que deseaba evitarlo a toda costa. —Regresaré a la casa de mi padre—decidió con firmeza en esa tarde. —¿Estás segura?—fue todo lo que pudo preguntar su abuela. Con un
La furia que sentía no era normal. Sus ojos ardían como dos lavas de fuego y sentía enormes ganas de destruir todo lo que encontraba a su paso. Incluida a su nueva secretaria, la cual no dejaba de mirarlo con ojos llenos de miedo. —Buenos días, señor—murmuró la chica encogiéndose en su pequeño recuadro. Massimo no respondió al saludo, y no porque fuese una persona descortés, sino porque se sentía demasiado frustrado. Victoria había logrado poner su mundo de cabeza y, no de buena manera, porque aquello no lo causaba su belleza, sino algo indeseado. «¿Lo habría estado planeando todo este tiempo?» Por momentos se preguntaba si lo había hecho a propósito. Y, tendría sentido aquello, una simple secretaria como lo era Victoria, a lo mejor había querido escalar involucrándose con su jefe. Él no se preocupó por eso, porque era imposible que lo lograra o, al menos, de eso estaba convencido hasta unos días atrás, cuando aquel imbécil doctor le llevó la contraria. Seguía pensando que todo
Una temblorosa Victoria llegó a una modesta posada con apariencia abandonada. La joven mujer detalló los precios de alquiler y decidió que, con el poco dinero que poseía, aquello era lo mejor que podía costearse.—Por favor, quisiera una habitación—solicitó.—¿Por cuánto tiempo?—fue la pregunta de la encargada.—Un mes—respondió titubeante.La chica la miro como si no entendiera lo que acababa de decir.—¿Un mes?—repitió escéptica.—Sí.—Señorita, si lo que buscaba es un alquiler fijo le puedo recomendar una casa cerca de aquí que está a un buen precio.Victoria sonrió, encantada. Eso era mucho más de lo que esperaba.—Por favor.Con la indicación de aquella mujer, la castaña se dirigió al sitio estipulado. La fulana casa, quedaba en un lugar bastante apartado, había muchos ojos fijos en ella a medida que caminaba y se adentraba a aquel extraño lugar. Justo como le indicaron, la vivienda estaba en alquiler y la dueña estuvo encantada de otorgarle el arrendamiento de manera instantánea
Victoria finalmente despertó de lo que pareció ser un largo sueño. La mujer desubicada intentó levantarse de la camilla donde se encontraba acostada, su mente por esos instantes no logra recordar nada hasta que la imagen de Massimo regresó repentinamente a su mente.Un grito ahogado surgió de su garganta al ser consciente de ese hecho. Victoria examinó su cuerpo con desesperación en busca de alguna señal de que ese hombre se hubiese atrevido hacer lo que estaba temiendo. Afortunadamente, su cuerpo estaba intacto y no había ninguna señal de que le hubiesen hecho algo. Aunque, sin su consentimiento Massimo osó realizarle una prueba de paternidad. Con un poquito de su sangre y gracias a los avances de la tecnología era posible confirmar si el bebé que esperaba era suyo.El examen tuvo un costo elevado y sirvió para validar la palabra de la mujer. Massimo comprendió que Victoria nunca estuvo mintiendo y que, desafortunadamente, se había comportado muy mal con ella. Por un momento, el arr
Victoria había enviado su currículum a distintas direcciones electrónicas. Las vacantes laborales consistían en trabajos domésticos e incluso ser niñera. Ninguna de aquellas opciones parecía agradarle, pero en ese punto estaba dispuesta a trabajar en lo que sea. Aprovechando que tenía aquel computador a la mano, decidió entrar en su cuenta de f******k. Se sorprendió al encontrar un gran número de mensajes provenientes de su amiga Samantha. "¿Dónde estás metida?" "¡¿Acaso te ha tragado la tierra?!" "No es divertido, Victoria. Aparece de una buena vez, todos estamos muy preocupados por ti" Luego de leer todo aquello, Victoria se preguntó cómo le explicaría a su amiga que había terminado aceptando vivir en el departamento de Massimo. La mujer tomó un hondo suspiró y comenzó a teclear su respuesta: "Lo siento… traté de evitar lo que estoy ahora viviendo, pero me resultó imposible. Han ocurrido varias cosas, Sammy, estoy en un departamento que Massimo compró para mí. ¡Si, lo s