No olviden decirme qué les parece la historia :)
—Cásate conmigo, Victoria.Estaba completamente paralizada. No sabía si había escuchado bien, pero su mente no dejaba de repetir aquellas tres palabras. “Cásate conmigo”, eso era lo que había estado buscando. ¿Pero cómo era que sucedía tan rápido?Massimo tampoco podía creer que aquella propuesta hubiese escapado de sus labios. Desde su divorcio se había prometido no volverse a casar, sin embargo, parecía que a su corazón se le había olvidado.«¡Es un error!» una vocecita escandalizada se lo advertía en su mente. ¿Pero qué podía hacer? No pensaba retractarse.—¡Estás loco!—exclamó Victoria, rompiendo el silencio.El hombre no pudo hacer otra cosa que darle la razón, lo estaba. Pero a pesar de su locura, seguiría adelante con esto. Quería a Victoria, y la tendría a cualquier precio.— No hace falta que me contestes ahora. Solamente piénsalo, por favor.—¿Pensar? ¿Pero qué estás diciendo?—Victoria—el dedo índice del hombre acalló su parloteo—, piénsalo. No hay prisa, puedo esperarte el
—Vamos, te llevaré a casa. Una vez terminados los cafés, Gerónimo se ofreció a llevar a la castaña a su morada. El camino de regreso, estuvo plagado de un silencio incómodo. Victoria no dejaba de mirar por la ventanilla y de preguntarse: ¿qué era eso que ocultaba Gerónimo? Por su parte, Gerónimo se sentía prácticamente descubierto. Era obvio que él no se había acercado a ella, por una razón desinteresada. Sin embargo, tampoco lo hacía con el afán de perjudicarla, todo lo contrario, era consciente de que con el matrimonio, Victoria sería la que más saldría ganando. Casarse con un hombre rico era la mejor decisión que una mujer podía tomar, al menos desde su parecer. Pero él no pretendía que esa unión durara mucho, no. Gerónimo tenía otros planes, y esos planes, incluían a Victoria. Después de encargarse de destruir a Massimo, él se quedaría con la castaña. Por primera vez, las cosas serían diferentes. Porque si, siempre era Massimo, el que se quedaba con lo que él quería, entonces es
Samantha no solía visitar las instalaciones de “Textiles Shurpie”, pero esa mañana, luego de enterarse de que Jouseed Nurman había estado explotando a su amiga, le resulto inevitable no pisar el edificio de la compañía.—Señorita Samantha, buenos días—dijo la nueva asistente del hombre, cuando el ascensor revelo su figura.—¿Se encuentra, Nurman?—Así es.La morena asintió y se dirigió a la oficina que ostentaba de la siguiente inscripción: “Gerencia de marketing”El italiano se encontraba concentrado en su computador para el momento en que Samantha irrumpió en su oficina. El rostro de Nurman se contorsionó al notar la rigidez en la mirada de la hija de sus jefes. ¿Había hecho algo mal? ¿Qué ocurría?—Samantha…—su nombre surgió como un susurro.—Parece que puse demasiada confianza en ti, Nurman—declaró la morena evidenciando su disgusto—. Te confié a mi amiga, y lo primero que hiciste fue tratarla como basura. ¿Acaso tuviste algo que ver con la pérdida de su bebé?—¿Qué?El hombre se
Massimo desajustó su corbata mientras su mirada se perdía en el cielo nocturno que se revelaba a través del gran ventanal de su departamento. Era una vista preciosa a la que tenía acceso todos los días. Sirviéndose un poco de licor, pensó en la persona que había estado ocupado su mente últimamente.La propuesta que había surgido de sus labios seguía pareciéndole irracional. No se explicaba, ¿cómo era capaz Victoria de hacer que su mente se embobara de esa manera? Cuando la conoció no imagino que las cosas entre ellos escalarían a ese nivel.La chica tenía un aura atrayente a su alrededor, eso era evidente para cualquiera. Era linda, simple, irradiaba pureza. Y a pesar de su esfuerzo por pasar desapercibida, terminaba resaltando de buena manera. No era él el único que había notado su belleza, esa belleza que se esforzaba tanto por ocultar.Desde la vidriera de su oficina, cada día veía cómo los hombres se le acercaban. El mensajero siempre le sonreía, al igual que su amigo Gerónimo. Es
Anneliese Russo era una mujer sensual que trastoco sus sentidos por completo. Massimo había sido impulsivo al casarse con ella, pero no había podido evitarlo, hacerla caer en sus redes había sido todo un reto y en cuanto la tuvo en sus manos las cosas tomaron un rumbo desenfrenado. Compartían largas jornadas de sexo y en la cama parecían ser los amantes perfectos. Anneliese siempre se mostró aguerrida y dominante, eso le cautivaba. Así que estaba convencido de que era la mujer de sus sueños, pero, en realidad, simplemente había sido una oportunista más que había querido quedarse con su fortuna. Mirando a la dulce mujer a su lado, Massimo se decidió a no repetir los mismos errores. Esta vez no sería igual de impulsivo, se tomarían su relación con la debida calma y se casarían dentro de seis meses, no al día siguiente, como había ocurrido con Anneliese. De alguna forma, estaba convencido de que su matrimonio con Victoria no tendría el mismo resultado desafortunado. Victoria no era co
La mujer miró atentamente sus uñas, pensando en lo idiota que era su hijo. Ya en una ocasión una mujer lo había timado y ahora pretendía nuevamente caer en el mismo abismo. «¿De quién había sacado esa cualidad tan enamoradiza?» se preguntó. Sin duda, no era de ella. Una frialdad innata era lo que se necesitaba en el mundo de los negocios, pero eso parecía ser mucho pedir para un hombre como Massimo. —¿En qué piensas, madre? —En la estupidez de tu hermano—Karla no entendió de qué hablaba—. ¡Compruébalo por ti misma!—dijo la mujer con dramatismo, extendiéndole una revista. —Esto es…—Sí, tu hermano parece que no aprendió la lección pasada. —Pero esa mujer yo la conozco—recordó la joven el día en que había encontrado a la pareja en la oficina de su hermano a punto de tener un encuentro sexual.—¿Ah, sí? Por favor, ilumíname, hija. Necesito saber todo sobre esa que pretende convertirse en una Echeverría. —¿Qué dices, mamá? —¿Acaso no has leído el titular? Los ojos grises de la me
Massimo se hallaba revisando unos documentos en su oficina, para el momento en que su madre irrumpió en el lugar. La dama de facciones delicadas se encontraba viéndolo fijamente desde el umbral. Su mirada, decía más que cualquier palabra, era una mirada cargada de reproche y severidad. —¡No creas que permitiré que te cases nuevamente con una arribista!—sentenció la mujer entrando con grandes zancadas al lugar. —¿Arribista? ¿De qué estás hablando, madre? —Te sientes lo suficientemente inteligente, pero déjame decirte que no eres más que un imbécil. ¡¿Una secretaria, Massimo?! ¡Por Dios, cualquiera podría darse cuenta de qué es lo que quiere! —¡Estás muy equivocada, porque Victoria no es ese tipo de mujer!—respondió el hombre con firmeza, elevando el tono de su voz. —¿Ah, no? Entonces espero que no tenga ningún problema en firmar un acuerdo prenupcial. Nadia lo tenía todo fríamente calculado, si su hijo se rehusaba a poner en marcha aquel acuerdo, entonces se encargaría de que el
Para ese punto, Victoria no sabía qué estaba pasando con su prometido. Se había comunicado también a la empresa, pero su secretaria no supo darle razón de él. —El día de ayer pidió que cancelara todas sus reuniones, parecía estar sufriendo de algún tipo de jaqueca—le contó la mujer. —Mmm, gracias, Eloísa. Si se presenta en el transcurso del día, infórmame, por favor. —Por supuesto, señorita Victoria. Luego de aquella llamada que la dejo mucho más ansiosa, la castaña se preparó para asistir a la universidad. Por más que aquel asunto le inquietara, no podía detener su mundo de esa forma. Sin embargo, Victoria no se esperaba que al salir de la casa de su abuela, un Maserati rojo estuviese estacionado en la entrada del lugar. La mujer miró el auto con ojos entrecerrados, Massimo no ocupaba un auto tan llamativo, tal vez esa persona estaba esperando a algún vecino, concluyó ignorándolo. Para sorpresa de la castaña, el auto hizo sonar su bocina en cuanto sus pies pisaron la acera. Aquell