Queridos lectores, estoy preparando varios capítulos para actualizarlos todos en un mismo día. Espero puedan ser pacientes, gracias!!
Samantha no solía visitar las instalaciones de “Textiles Shurpie”, pero esa mañana, luego de enterarse de que Jouseed Nurman había estado explotando a su amiga, le resulto inevitable no pisar el edificio de la compañía.—Señorita Samantha, buenos días—dijo la nueva asistente del hombre, cuando el ascensor revelo su figura.—¿Se encuentra, Nurman?—Así es.La morena asintió y se dirigió a la oficina que ostentaba de la siguiente inscripción: “Gerencia de marketing”El italiano se encontraba concentrado en su computador para el momento en que Samantha irrumpió en su oficina. El rostro de Nurman se contorsionó al notar la rigidez en la mirada de la hija de sus jefes. ¿Había hecho algo mal? ¿Qué ocurría?—Samantha…—su nombre surgió como un susurro.—Parece que puse demasiada confianza en ti, Nurman—declaró la morena evidenciando su disgusto—. Te confié a mi amiga, y lo primero que hiciste fue tratarla como basura. ¿Acaso tuviste algo que ver con la pérdida de su bebé?—¿Qué?El hombre se
Massimo desajustó su corbata mientras su mirada se perdía en el cielo nocturno que se revelaba a través del gran ventanal de su departamento. Era una vista preciosa a la que tenía acceso todos los días. Sirviéndose un poco de licor, pensó en la persona que había estado ocupado su mente últimamente.La propuesta que había surgido de sus labios seguía pareciéndole irracional. No se explicaba, ¿cómo era capaz Victoria de hacer que su mente se embobara de esa manera? Cuando la conoció no imagino que las cosas entre ellos escalarían a ese nivel.La chica tenía un aura atrayente a su alrededor, eso era evidente para cualquiera. Era linda, simple, irradiaba pureza. Y a pesar de su esfuerzo por pasar desapercibida, terminaba resaltando de buena manera. No era él el único que había notado su belleza, esa belleza que se esforzaba tanto por ocultar.Desde la vidriera de su oficina, cada día veía cómo los hombres se le acercaban. El mensajero siempre le sonreía, al igual que su amigo Gerónimo. Es
Anneliese Russo era una mujer sensual que trastoco sus sentidos por completo. Massimo había sido impulsivo al casarse con ella, pero no había podido evitarlo, hacerla caer en sus redes había sido todo un reto y en cuanto la tuvo en sus manos las cosas tomaron un rumbo desenfrenado. Compartían largas jornadas de sexo y en la cama parecían ser los amantes perfectos. Anneliese siempre se mostró aguerrida y dominante, eso le cautivaba. Así que estaba convencido de que era la mujer de sus sueños, pero, en realidad, simplemente había sido una oportunista más que había querido quedarse con su fortuna. Mirando a la dulce mujer a su lado, Massimo se decidió a no repetir los mismos errores. Esta vez no sería igual de impulsivo, se tomarían su relación con la debida calma y se casarían dentro de seis meses, no al día siguiente, como había ocurrido con Anneliese. De alguna forma, estaba convencido de que su matrimonio con Victoria no tendría el mismo resultado desafortunado. Victoria no era co
La mujer miró atentamente sus uñas, pensando en lo idiota que era su hijo. Ya en una ocasión una mujer lo había timado y ahora pretendía nuevamente caer en el mismo abismo. «¿De quién había sacado esa cualidad tan enamoradiza?» se preguntó. Sin duda, no era de ella. Una frialdad innata era lo que se necesitaba en el mundo de los negocios, pero eso parecía ser mucho pedir para un hombre como Massimo. —¿En qué piensas, madre? —En la estupidez de tu hermano—Karla no entendió de qué hablaba—. ¡Compruébalo por ti misma!—dijo la mujer con dramatismo, extendiéndole una revista. —Esto es…—Sí, tu hermano parece que no aprendió la lección pasada. —Pero esa mujer yo la conozco—recordó la joven el día en que había encontrado a la pareja en la oficina de su hermano a punto de tener un encuentro sexual.—¿Ah, sí? Por favor, ilumíname, hija. Necesito saber todo sobre esa que pretende convertirse en una Echeverría. —¿Qué dices, mamá? —¿Acaso no has leído el titular? Los ojos grises de la me
Massimo se hallaba revisando unos documentos en su oficina, para el momento en que su madre irrumpió en el lugar. La dama de facciones delicadas se encontraba viéndolo fijamente desde el umbral. Su mirada, decía más que cualquier palabra, era una mirada cargada de reproche y severidad. —¡No creas que permitiré que te cases nuevamente con una arribista!—sentenció la mujer entrando con grandes zancadas al lugar. —¿Arribista? ¿De qué estás hablando, madre? —Te sientes lo suficientemente inteligente, pero déjame decirte que no eres más que un imbécil. ¡¿Una secretaria, Massimo?! ¡Por Dios, cualquiera podría darse cuenta de qué es lo que quiere! —¡Estás muy equivocada, porque Victoria no es ese tipo de mujer!—respondió el hombre con firmeza, elevando el tono de su voz. —¿Ah, no? Entonces espero que no tenga ningún problema en firmar un acuerdo prenupcial. Nadia lo tenía todo fríamente calculado, si su hijo se rehusaba a poner en marcha aquel acuerdo, entonces se encargaría de que el
Para ese punto, Victoria no sabía qué estaba pasando con su prometido. Se había comunicado también a la empresa, pero su secretaria no supo darle razón de él. —El día de ayer pidió que cancelara todas sus reuniones, parecía estar sufriendo de algún tipo de jaqueca—le contó la mujer. —Mmm, gracias, Eloísa. Si se presenta en el transcurso del día, infórmame, por favor. —Por supuesto, señorita Victoria. Luego de aquella llamada que la dejo mucho más ansiosa, la castaña se preparó para asistir a la universidad. Por más que aquel asunto le inquietara, no podía detener su mundo de esa forma. Sin embargo, Victoria no se esperaba que al salir de la casa de su abuela, un Maserati rojo estuviese estacionado en la entrada del lugar. La mujer miró el auto con ojos entrecerrados, Massimo no ocupaba un auto tan llamativo, tal vez esa persona estaba esperando a algún vecino, concluyó ignorándolo. Para sorpresa de la castaña, el auto hizo sonar su bocina en cuanto sus pies pisaron la acera. Aquell
Nadia era una mujer llena de frialdad, luego de que su futura nuera se marchara, siguió degustando de una copa de champán en el cómodo asiento de aquel restaurante. Su hija Karla llamó a su teléfono, puesto que le había parecido muy sospechosa la actitud de su madre en esa mañana. —Mamá, ¿dónde estás?—Resolviendo unos asuntos, pequeña hija—explicó la rubia detallando el diseño de sus uñas postizas. —¿Y esos asuntos tienen que ver con la fulana Victoria? —Puede ser—decidió no aclarar ni negar nada. —Mamá, por favor, no te metas en problemas. Recuerda que Massimo puede ser muy temperamental cuando lo provocan. —Tarde, querida. Ciertamente, Nadia no tenía temor a las consecuencias, para ella ofrecerle dinero a aquella oportunista había sido lo correcto. De todas formas, era su responsabilidad proteger el patrimonio de su familia. Karla suspiró, consciente de lo impulsiva que podría llegar a ser su madre en estos casos. Si Anneliese Russo se había salvado de aquella intensidad, e
«¿Cómo decirle a Victoria que debían firmar un acuerdo prenupcial?», aquella era una pregunta que no había abandonado la mente de Massimo en la última hora.Victoria había recogido los platos de la mesa luego de cenar, y se encontraba en ese justo momento en el fregadero lavando la vajilla; mientras tanto, su acompañante no dejaba de ver su pequeña silueta. El cabello de la mujer caía por su espalda como una encantadora cascada, lo tenía largo, y su tono castaño combinaba perfectamente con la dulzura de su piel aterciopelada.«Es tan hermosa» pensó Massimo. Odiaba la idea de arruinar esa complicidad que tanto les había costado alcanzar. Su prometida seguramente se enfadaría ante lo que tenía para decirle, lo miraría mal y le diría un sinfín de cosas desagradables. Solamente esperaba que, luego de su enojo, pudiese entender sus razones y que no lo hacía por desconfianza, de hecho, no existía una persona en el mundo en la que pudiese confiar más.—Bien, ya cenamos y la comida estuvo rea