Arien llegó al corporativo Santori con el corazón latiendo desbocadamente en su pecho, tan pronto como entró al vestíbulo principal, notó que algo andaba mal. Los empleados, normalmente ocupados en sus tareas, se detenían para mirarlo, sus ojos estaban llenos de una mezcla de curiosidad morbosa y apenas contenida diversión.— Buenos días, señor Santori —saludó la recepcionista, sus ojos se desviaron rápidamente hacia la marca roja en su mejilla, evidencia del golpe de su padre.Arien gruñó una respuesta ininteligible y se dirigió rápidamente hacia los ascensores, mientras esperaba, escuchó risitas ahogadas y murmullos a sus espaldas, apretó los puños, luchando contra el impulso de volverse y gritar a todos que se callaran.En el ascensor, un grupo de ejecutivos junior entraron tras él, callando abruptamente su animada conversación, Arien podía sentir sus miradas clavadas en su nuca, prácticamente podía oír los engranajes de sus mentes trabajando para no reírse abiertamente de él.Cua
En la majestuosa mansión de los Damasco, Dina se encontraba sentada en el jardín, intentando procesar los eventos de los últimos días. El escándalo de Arien había estallado como una bomba, sacudiendo los cimientos de su vida aparentemente perfecta. Estaba sumida en sus pensamientos cuando una de las criadas se acercó a ella.— Señorita Dina, su padre la espera en su despacho, dice que es urgente.Dina asintió, levantándose con un suspiro, sabía que esa conversación era inevitable, pero eso no la hacía más fácil. Con pasos lentos, se dirigió al despacho de su padre.Al entrar, encontró a Dionisio Damasco de pie junto a la ventana, su postura rígida delatando la tensión que sentía. Se giró al escucharla entrar, sus ojos lucían cansados y llenos de una emoción que Dina no pudo descifrar.— Dina, hija mía —dijo, indicando que tomara asiento— tenemos que hablar sobre... la situación actual.Dina se sentó, preparándose mentalmente para lo que vendría.— Antes que nada —continuó, con voz ca
Dina salió de la mansión familiar con el corazón latiendo aceleradamente, apenas había dado unos pasos cuando su teléfono sonó, era Dante.— Dina, ¿Dónde estás? —la voz de su hermano sonaba preocupada.— Acabo de salir de casa —respondió con su voz temblando ligeramente— Dante, no puedo quedarme aquí. Papá... él quiere casarme de nuevo.Se escuchó una maldición ahogada al otro lado de la línea.— Ese viejo terco —gruñó Dante finalmente, la frustración era evidente en su voz— escucha, Dina. Donatello y yo estamos en el hangar privado. Vamos a volver a Nueva York, ven con nosotros.Dina guardó silencio por un momento, la oferta de sus hermanos era tentadora, una salida fácil de la pesadilla en la que se había convertido su vida. — No lo sé, Dante. Yo... —dijo, pero su hermano la interrumpió.— Por favor, hermanita —la voz de Dante se suavizó, cargada de una emoción que rara vez mostraba— confía en nosotros, te mantendremos a salvo.Después de un breve silencio, durante el cual pudo esc
Donatello observaba con satisfacción apenas disimulada el caos que reinaba en la oficina de Dante. Su sonrisa se ensanchó al escuchar otro objeto estrellarse contra la pared.— Parece que mi querido hermano está teniendo un mal día —comentó con falsa preocupación, volviéndose hacia Vanessa— tal vez deberíamos ir a ver si necesita ayuda.Vanessa lo miró con una mezcla de incredulidad y algo de reproche.— Donatello, no creo que sea el momento para...Sus palabras fueron interrumpidas por la llegada repentina de Alice, la prometida de Dante. La mujer miró a su alrededor con evidente confusión, sus ojos se detuvieron en la puerta cerrada de la oficina de Dante.— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó— ¿Por qué se escuchan ruidos extraños desde la oficina de Dante?Donatello se adelantó antes de que Vanessa pudiera responder.— Oh, no es nada de qué preocuparse, querida Alice —dijo con una sonrisa encantadora— Dante simplemente está... reacomodando su oficina. Ya sabes cómo es, siempre buscan
Dante llegó al departamento por la madrugada, después de tomar una copa con Alice, se sentía exhausto después de un largo día de trabajo. Al abrir la puerta, notó algo inusual: prendas de ropa esparcidas por el suelo, formando un camino desde la entrada hasta la habitación de Dina. Frunció el ceño, confundido por un momento, hasta que cayó en cuenta de lo que estaba viendo.— Tanya —murmuró para sí mismo, reconociendo que todas las prendas eran femeninas.Por lo visto, a Dina se le había olvidado que él también dormía en el departamento, Dante suspiró, demasiado cansado para lidiar con la situación en ese momento. Se dirigió a su propia habitación, decidiendo que hablaría con Dina por la mañana.A la mañana siguiente, muy temprano, Tanya salió silenciosamente del departamento. Tenía una misión importante, enfrentar a las Coldwell. Sabía que siendo sábado, todas estarían reunidas en la mansión familiar.Mientras tanto, en el departamento, Dina se levantó y se dirigió a la cocina. Prep
El silencio que siguió a las palabras de Tanya fue ensordecedor. Todas las miradas estaban fijas en ella, expectantes y confundidas, la abuela Greta, impaciente como siempre, fue la primera en romper el silencio.— Por todos los santos, Tanya —dijo, con su voz cargada de irritación— Di lo que tengas que decir de una buena vez, no nos tengas en suspenso.Tanya sintió que su rostro enrojecía bajo el escrutinio de toda su familia. Tomó una respiración profunda, consciente de que lo que estaba a punto de decir cambiaría su vida para siempre.— Yo... —comenzó, su voz temblaba ligeramente— estoy enamorada.Un murmullo de sorpresa recorrió la mesa. La abuela Greta frunció el ceño, claramente confundida por esta declaración.— ¿Enamorada? Niña, tu sabes muy bien que en esta familia está prohibido…Tanya la interrumpió, su voz fue ganando fuerza con cada palabra.— No, abuela, lo siento mucho, pero... no pueden prohibirme enamorarme, y ya no podré seguir cumpliendo misiones para la familia.El
Tanya llegó al departamento de Dina con el corazón pesado y los ojos hinchados de tanto llorar. Cuando Dina abrió la puerta y la vio en ese estado, inmediatamente la envolvió en sus brazos.— Oh, Tanya —susurró Dina, acariciando suavemente su cabello— ¿Qué pasó?Tanya no pudo contener más sus emociones y se derrumbó en los brazos de Dina, sollozando incontrolablemente. Dina la guió suavemente hacia el interior del departamento, cerrando la puerta tras ellas.— Shh, está bien —murmuró Dina, mientras se sentaban en el sofá— estoy aquí, cuéntame qué sucedió.Entre sollozos entrecortados, Tanya le relató todo lo ocurrido en la mansión Coldwell. Cómo la abuela Greta la había desheredado, cómo la habían echado de la familia, cómo nadie había defendido su amor.Dina escuchó en silencio, sentía su corazón romperse por el dolor de Tanya, cuando la rubia terminó su relato, Dina tomó su rostro entre sus manos, mirándola directamente a los ojos.— Escúchame, Tanya —dijo con firmeza— lo que hicist
Dina salió con paso firme, seguida de cerca por Donatello y Dante, los hermanos caminaban en silencio, cada uno lidiando con el peso de lo que acababa de suceder.Mientras se alejaban, Dina no pudo evitar mirar hacia atrás una última vez. La imponente villa que había sido su hogar durante tantos años ahora parecía fría y amenazante.El coche arrancó, llevándose a los tres hermanos lejos de la villa, fue entonces cuando Dina finalmente se permitió derrumbarse, las lágrimas que había estado conteniendo ahora fluían libremente. Dante, sentado a su lado en el asiento trasero, la envolvió en un abrazo protector.— Lo hiciste bien, hermanita —murmuró, su voz cargada de orgullo y pesar—Dina asintió, incapaz de formar palabras debido al nudo en su garganta. Donatello, al volante, mantenía la vista fija en la carretera, pero sus nudillos blancos por la fuerza con la que agarraba el volante revelaban su propia lucha interna.El viaje al aeropuerto transcurrió en un silencio cargado de emocione