La vida es tan simple pero todos insistimos en complicarla, ¿No es verdad? Hay quienes desean tener todo y al mismo tiempo no se dan cuenta de lo muy afortunados que son: Tienen un techo, una cama abrigada, ropa distinta para vestir los distintos días de la semana, si abren su canilla tienen agua potable, si quieren ducharse ni deben calentar el agua, no tienen el miedo de no saber si el día de mañana podrán comer al menos un pedazo de pan viejo, hay zapatos en sus pies, hay privilegio en cada una de estas cosas, y te lo afirmo porque yo, se lo que es vivir sin todo esto. A pesar de esto, tenía muchas cosas: Podía dormir cada noche bajo el techo de mi abuela, y la tenía viva que no es algo menor, mi pequeño hermano Patrick estaba sano, mi madre también se encontraba bien, tenía agua aunque fuese de un aljibe, podía bañarme aunque no fuese con agua caliente, tenía ropa para vestir a pesar de que solo fuesen 5 juegos, no teníamos mucho por comer pero al menos me aseguraba de que Pat
Paso a paso, camino tras camino, verdes árboles en sus últimos días me rodeaban indicando la llegada del frío, y yo sin dejar de cantar en ningún momento, la naturaleza era mi guía instrumental, los árboles se movían con la brisa y se escuchaba como si fuese un arpa, las piedras con las que mis zapatos hacían ruido eran como los golpes de un tambor. Antes de salir tome la precaución de ponerme uno de los vestidos viejos, ya que planeaba salir con uno nuevo pero podría estropearse en el camino. Caminé durante diez horas, con algunos momentos de descanso, pero para las diez y media de la mañana mis pies ya estaban parados sobre la ciudad, esa tan magnífica, llena de los edificios tan altos como nunca antes los había visto, gente vestida tan formal que me hacía sentir que mis vestidos nuevos no estaban a la altura. Entre a un baño y me puse el de color mostaza, lamentablemente no tenía suficientes pares de zapatos como para combinar las distintas prendas por lo que tuve que quedarme
“Querida madre: Estoy bien, conseguí un trabajo como sirvienta en una mansión, cuyos dueños se apellidan Campos. El señor Juan me aceptó casi sin problemas aunque creo que su hijo Pablo tuvo bastante que ver. No he pasado frío ni hambre, y espero que ustedes tampoco, ni bien consiga mi primer pago enviaré dinero para que puedan vivir y alimentarse. Los extraño mucho, eso no pienso negarlo pero creo que todo esto es necesario por muchas cosas, entiendo que estés molesta pero quiero que entiendas que también necesitaba abrir mis alas para intentar tomar vuelo y que las tormentas que tenga que pasar, también las voy superar. Te amo, como a mi abuela y como a mi hermano. Intentaré volver lo antes posible para aunque sea abrazarlos por un par de minutos.Los quiere, Katrina.” Cerré esa carta en un sobre color beige, pero no sabía siquiera donde enviarla, la guardé en el bolsillo de mi uniforme. Comencé limpiando la sala con dedicación, debía hacer todo de la mejor forma pa
Jamás en mi vida, en ninguno de mis veinte años, había degustado comida tan deliciosa como la que había en este lugar, me tocaban comer restos pero eso en verdad no me importaba, realmente no importa cuando a veces no te toca comer más que un pedazo de pan junto con una taza de té lavado. Ya se había hecho la mañana siguiente, Pablo y Juan no estaban en la casa y Samuel cuidaba de Samanta en la cocina mientras yo limpiaba.- ¿Cómo te llamas? -Preguntó Samanta.- ¿Yo? -Respondí confundida.-Sí, tú -Afirmó la pequeña.-Me llamo Katrina -Contesté.-Katrina, quiero pedirte disculpas, mi padre me hizo entender que mi reacción fue muy exagerada -Dijo Samanta- ¿Podrías perdonarme?-Está bien, te perdono Samanta -Afirmé sinceramente. Se hicieron unos segundos de silencio, yo terminé de guardar un par de cosas que tenía entre mis manos en el cajón de la alacena.- ¡Tengo tanta hambre que creo que se me van a notar los huesos! ¿Podrías prepararme un postre, Katrina? -Pidió Samanta.- ¿De qu
Obtuve respuesta aunque no creía que iba a recibirla por lo molesta que sabía que se encontraba, conocía a quien me había gestado mejor que nadie y sabía todas las cosas que no iba a aprobar. Sin embargo mi madre me escribió una carta.“Mi sol: Sí, estoy muy molesta y enojada por lo que hiciste y no quiero que tomes está carta como signo de mi perdón, te amo mucho pero no fue correcto que me desobedecieras de tal forma. Yo te necesitaba aquí, necesitaba que me ayudaras vendiendo esos panes. Tu abuela me intentó hacer entender de qué hacías lo correcto pero yo en verdad no puedo creer eso, jamás voy a creer que tenerte tan lejos sea lo correcto. Independientemente lo que más hace falta bajo este techo es tu presencia, el resto sinceramente poco importa. En fin Katrina, cualquier cosa que necesites cuenta conmigo, en lo que pueda llegar a ayudarte. Patrick lloró mucho, suele dormir en tu cama porque dice que aún le queda tu dulce olor, la abuela está contenta y se encue
“Querida mamá: Ya llevo un poco más de dos meses sin verte, dos meses largos e intensos que se vuelven más tediosos y extensos si no los tengo conmigo, a mi lado. No te puedes dar una idea de lo mucho que extraño tus besos, tus abrazos, como también los de Patrick y los de mi abuela. En unos días me han dado permiso para verlos, ya falta menos, hasta he conseguido pagar el pasaje aunque solo pueda quedarme dos días. Te envío el dinero que tengo, espero que te sea de ayuda.Los ama siempre, Katrina.” Fueron dos grandes meses, no había tarde en la que no tuviera tiempo de leer bajo ese gran árbol en el jardín que siempre me brindaba su frescura excepcional, no había día en el que no tuviera una ducha caliente y en el que no me relajara con la misma, ¡No había día en el que no tuviera agua caliente con tan solo abrir una canilla! Todos los días podía tener ropa limpia y perfumada, ningún día tuve que lavar ropa con mis manos por más que no me molestaba hacerlo, las grietas de
Las cosas se habían calmado ya un poco, yo continué mi tratamiento a escondidas, los vi llorar a escondidas de todos, hasta Samuel quien le tenía mucho cariño. Todos volvían a tener esperanzas en una desconocida mientras que yo intentaba ocultar los pinchazos que se volvían evidentes por la cantidad y frecuencia. Estaban tan tristes como yo lo estaba, no quería ni pensar en las peores posibilidades que podían pasar, no se si estaba lista de plantearme todas las cartas sobre la mesa: Le tenía un cariño inmenso y pensar en perderla me estaba consumiendo por dentro. Era de tarde, llevaba cuatro días de tratamiento, Samanta jugaba en el jardín con los perros mientras yo, como era mi horario de descanso, leía un libro. Pablo se acercó -He terminado el libro -Comentó Pablo. Sentándose a mi lado, tal como sabíamos hacer generalmente una vez cada dos semanas. Yo cerré mi libro y me senté de forma en que lo pudiera ver de frente. Su perfume era distinto esta vez por alguna razón, no m
Aun no podía creer que eso hubiera pasado, recordaba cada instante y cada palabra como si las estuviera viviendo nuevamente y sinceramente me agradaba mucho. Seguí repitiendo esta película en mi memoria. Mi jornada fue muy buena aunque creía que si me hacían hacer lo que más odiaba aun así lo haría con gusto: Me sentía tan a gusto con mis pensamientos que el resto sinceramente poco importaba No podía dejar de pensar en su perfecta sonrisa, en lo lindos que se veían sus ojos mientras no se apartaban de mi boca, en su sonrisa pícara y al mismo tiempo inocente, no podía dejar de desear que volviera a besarme aunque fuera de imprevisto, no dejaba de soñar con que me volviera a explicar cuanto era lo que yo le gustaba. Quería que sus manos volvieran a acariciar mi piel, quería sentir esas endorfinas recorrer cada centímetro de mi cuerpo como si fuera una droga de la cual no podía dejar de ser adicta: Adicta a él.-Te ves muy feliz Katrina -Comentó Juan. Tomando un vaso de agua que se