La vida es tan simple pero todos insistimos en complicarla, ¿No es verdad? Hay quienes desean tener todo y al mismo tiempo no se dan cuenta de lo muy afortunados que son: Tienen un techo, una cama abrigada, ropa distinta para vestir los distintos días de la semana, si abren su canilla tienen agua potable, si quieren ducharse ni deben calentar el agua, no tienen el miedo de no saber si el día de mañana podrán comer al menos un pedazo de pan viejo, hay zapatos en sus pies, hay privilegio en cada una de estas cosas, y te lo afirmo porque yo, se lo que es vivir sin todo esto.
A pesar de esto, tenía muchas cosas: Podía dormir cada noche bajo el techo de mi abuela, y la tenía viva que no es algo menor, mi pequeño hermano Patrick estaba sano, mi madre también se encontraba bien, tenía agua aunque fuese de un aljibe, podía bañarme aunque no fuese con agua caliente, tenía ropa para vestir a pesar de que solo fuesen 5 juegos, no teníamos mucho por comer pero al menos me aseguraba de que Patrick y mi abuela no se quedaran con hambre, mi madre y yo a veces dejábamos nuestro bienestar de lado.
Mi cabello era negro y rizado, mis ojos verdes y mi piel vestía un tono café claro inclinándose hacia el blanco, no como el de mi madre que era bien oscuro, al igual que el tono de piel de Patrick. Me llamo Katrina, como aquel huracán tan destructivo del dos mil cinco, me apellido Domínguez, como mi padre, ya que compartían el apellido por su matrimonio, del que nos dieron como fruto. Mi cuerpo era normal, ni tan pechugona ni tan sin nada, tenía un hermoso lunar en mi mejilla izquierda que me volvía única.
Mi madre, Sam Domínguez, siempre me recordaba lo hermosa que era, pero la verdad era que ella lo era: Era perfecta, sus ojos verdes, su piel oscura, su pelo rizado como el mío, tenía un poco de sobrepeso, pero eso no le quitaba nada. Mi abuela, Denisse Santos, era el calco exacto de mi madre, pero con un par de arrugas más.
Fui a sacar la ropa que ya se había secado para doblarla y guardarla. Una vez que ya había preparado todo comencé a dirigirme a la habitación de mi abuela, pero escucharlas hablar me detuvo y sentí curiosidad en escuchar, pues lo poco que hablaban siempre lo hacían a escondidas.
-No puede ser que ya no haya ni pan -Manifestó Denisse.
-Lo lamento madre -Contestó apenada Sam.
- ¡No merecemos esta vida! Podríamos tener todo -Insistió Denisse.
-No sigas por favor -Pidió Sam.
- ¿Acaso es mentira Sam? -Preguntó Denisse.
-Sabes que no hay más remedio, ya no tengo nada -Murmuró apenada Sam.
En ese momento decidí entrar, quería averiguar más, no quería que me ocultaran más esto, después de todo ya tenía veinte años y estaba apta para saber todo. Un poco molesta dejé la pila de ropa sobre la cómoda.
- ¿De qué hablan? -Pregunté molesta- Siempre cuchichean y nunca me dicen nada, ¿Cuál es ese secreto que por tantos años me están ocultando? Porque no es la primera vez que escucho una conversación referida a esto.
-No es nada, mi sol -Respondió Sam.
- ¿Y por qué no le dices? -Planteó Denisse.
- ¡Porque no! ¡Ella no tiene porqué saberlo! -Exclamó Sam.
-Mi querida nieta -Dijo Denisse- A tu madre le robaron su fortuna.
Y esa noticia fue como si me cayera un balde de agua fría, realmente no me esperaba que me dijeran semejante cosa.
- Pero ¿qué? ¿Cómo es eso? -Pregunté confundida.
-No sigas madre -Exigió Sam.
- ¡Voy a seguir! -Contestó Denisse- ¿Cuánto tiempo más planeas seguir ocultándole esto?
-Deja el pasado atrás, deja que el pasado muera de una buena vez -Insistió Sam.
- ¡Dejen de discutir! Que no entiendo nada y me harán perder la cabeza -Argumenté- Madre, por favor explícame cómo sucedieron las cosas.
Sam suspiró profundamente, se sentó en la cama donde Denisse estaba acostada. Me miró con los ojos llenos de lágrimas, ¿Tanto dolor esto le causaba?
-No llores mamá, me vas a hacer llorar también -Afirmé.
-Está bien hija, no te pongas mal -Contestó Sam e hizo una pausa- Cuando era joven me enamoré, me enamoré muchísimo de un caballero con dinero aunque su fortuna no alcanzaba a la mía.
- ¿Eso es verdad entonces? -Pregunté.
-Sí -Afirmó Denisse- Nuestra vida solo tenía lujos, teníamos tanto que no nos preocupaba que el día de mañana nos faltará algo.
- ¿Y qué pasó? -Insistí.
-Un joven empleado, Ignacio Orozco, con sus aires de grandeza y su dulce trato conmigo lograron que yo me enamorara de él -Contó Sam- Creía ser correspondida, me demostraron ser correspondida, ojalá nunca te toque sentir que no le correspondes a alguien.
Sam volvió a suspirar, limpió sus lágrimas con un pañuelo blanco bordado por Denisse.
-Y lo perdí todo, ese desgraciado modificó papeles de la empresa que administraba -Comentó Sam- ¡Y con mi consentimiento! ¡Que idiota me volvió su amor que no logré ver qué lo único que le interesaba de mí era su fortuna! Un día todo se cayó hacia abajo, no logré encontrarlo, cambió su nombre y fundó una empresa, me cansé de buscarlo al igual que la policía, ¡Pero nada! Ese ruin me lo quitó todo.
-Perdón mamá, no lo sabía -Contesté dolida.
-Ahora lo sabes Katrina -Afirmó Sam- Pero ya no importa, no puedo hacer nada, me robaron una vida que nos merecíamos.
- ¿Cuándo pasó esto? -Pregunté.
-Antes de que nacieras, mi sol -Contestó Sam.
- ¿No hay nada más que le quieras contar a tu hija? -Preguntó Denisse.
-No madre, no hay nada -Respondió Sam- Hay cosas que no tienen lugar en este momento.
Sam se fue de la habitación y la seguí, remover esos antiguos recuerdos le provocaban un gran dolor que no podía soportar ver, ¿Acaso a quién le gusta ver sufrir a su madre? No se merecía esto, no merecía nada de lo que le hicieron, ahora era yo quien debía poner las cartas sobre la mesa, y enseñarle al señor Ignacio Orozco como se jugaba con un Domínguez.
Se hizo la noche, me acosté acurrucada con Patrick para que el pequeño niño de siete años no pasará frío pero no pude dormir ni un poco, no dejaba de pensar en lo que me habían dicho y eso me impacientaba. Pensar en toda la ropa que podría tener, todos los platos de los que podría disfrutar no me permitían descansar, y no, no era materialista, pero hubiese sido lindo poder disfrutar de esa vida que nos correspondía.
Me puse mi vestido verde, el cual ya estaba bastante gastado, preparé el desayuno para mi familia aunque fuera poco lo que hubiera para deleitar, un par de panes viejos con una taza de té de un saco usado más de una vez. Pensar en que podríamos disfrutar de una mesa larga llena de los más ricos manjares, mermeladas de múltiples sabores, pan recién horneado, manteca, un vaso de leche, almendras, nueces y frutos secos, pero yo estaba dispuesta a recuperar todo eso.
-Buenos días mamá -Saludé.
-Buenos días mi sol -Dijo Sam- ¿Has dormido bien?
-No tanto -Admití- Ayer me enteré de muchas cosas que no sabía y simplemente pensé en ello.
Sam se acercó a mí, me sujetó por los hombros y me miró con sus intensos ojos.
-Deja el pasado atrás -Suplicó Sam- Así como yo lo he dejado.
-Solo contéstame una cosa más -Pedí.
Sam suspiró, afirmó con su cabeza y me soltó, se sentó en una silla y yo en otra.
- ¿Dónde vivías cuando tenías tu empresa? -Pregunté.
-Hija, eso ya no importa, te conozco lo suficiente como para tener la certeza de que deseas ir por todo eso -Argumentó Sam- No te diré ni una palabra más.
- ¡No es justo! -Exclamé.
- ¡No me levantes la voz, Katrina! -Exclamó Sam.
Patrick llegó a la sala de la mano de Denisse, dejamos de discutir en ese momento, ninguno de los dos se merecía escuchar esto. El desayuno fue tranquilo, la risas y ocurrencias de mi hermano alegraban cualquier situación.
Cómo todos los días, amase pan, lo cociné y salí a venderlo por la calle, en el camino a la calle del comercio, donde hay muchos vendedores ambulantes de diversas cosas, fui cantando mi canción favorita, amaba profundamente la música, memorizaba a la perfección las canciones que había en la radio porque no tenía de dónde reproducirlas de nuevo, la melodía cantaba sola en mi cabeza mientras yo entonaba la letra con tonos perfectos: Hoy no había razón alguna para que fuese un mal día.
Llevé diez panes, no tenía ingredientes para más, con el dinero que gané seguí comprando los ingredientes, además del dulce que prometía llevarle a Patrick una vez por semana. Veía telas tan lindas, brillantes, coloridas, a pesar de que preferiría los colores opacos, deseaba tanto tener alguna para armarme ropa nueva, a mi hermano, a mi madre y a mi abuela, pero para comprar la tela necesaria como para vestirme, debía vender treinta y cinco panes, sin comprar ingredientes para poder hacer más.
De un momento a otro todo se volvió tumulto, las personas comenzaron a correr, cargando sus cosas como podían pero no entendía que pasaba. Me metí en un pequeño callejón antes de que me empujaran y pudieran lastimarme. La lluvia empezó a caer y el viento acompañaba, un vendaval que parece haber estado anunciado y que podía arruinar gran parte de su mercancía. En frente mío estaba un negocio de telas finas, de las más caras de las que aquí vendían, de las que compraba vendiendo casi ochenta panes.
Se fueron rápido, cargaron cosas en su camioneta y los vi irse como si tuvieran el mayor tesoro exhibiendo sobre esa mesa, tal vez tenían razón. En el piso vi una pequeña montaña de tela, mis ojos se iluminaron de inmediato y aproveché ese alboroto para tomarlos disimuladamente, conseguí meterlos a mi bolso de mimbre y de esa forma logré también que los ingredientes de mi humilde trabajo no se estropearan, me fui corriendo lo más rápido que pude sin poder parar de sonreír: ¡Tendría un vestido nuevo luego de tres años!
Llegué de prisa, Sam me esperaba con una toalla para secarme un poco y así no pasar frío.
-Mi sol, rápido cámbiate de ropa, antes de que enfermes -Pidió Sam.
-Está bien mamá, ya me cambio -Contesté.
-Si hubiese sabido que se venía tal tormenta ni te hubiese dejado ir -Argumentó Sam.
Metí las manos a mi bolsillo y le puse el dinero que había ganado en sus manos.
-He ganado esto -Admití- No podemos seguir así.
-Haremos lo que podamos, mi sol, si es necesario me buscaré un trabajo más -Sugirió Sam.
-No -Negué- Soy yo quien debe buscar un trabajo de verdad. Ya no puedes atarme, y agradecería profundamente que apoyes mi decisión para no tener que irme sin tu consentimiento.
-Ya hablamos de esto, Katrina -Contestó Sam.
-La abuela no tiene medicación, Patrick necesita lentes -Argumenté- Esta vez no es una amenaza, debo irme a la ciudad a buscar trabajo y poder mandarles el dinero suficiente.
Me di media vuelta y me dirigí a mi habitación, me cambié de ropa y luego fui a dejar los ingredientes para el pan de mañana. Volví a mi alcoba, observé esas telas tan lindas que el destino había puesto en mi cama, eran tan caras para mí que sentía que por solo mirarlas ya las estaba desvalorizando. Corté lo necesario, cocí a mano con dobles costuras dos vestidos de distinto color: Uno blanco con flores celestes y violetas, y otro color mostaza, mientras no dejaba de cantar al ritmo de la lluvia que caía por la ventana. Quedaba suficiente tela como para que mi madre cociera un par más.
-Kat -Llamó Denisse.
- ¡Abuela! No debes caminar sola -Dije- Es mi culpa y te pido mis más sinceras disculpas, te he estado descuidando el día de hoy.
-No te preocupe Kat, puedo caminar, estoy mejor -Contestó Denisse.
Me paré. Ayudé a Denisse a sentarse en mi cama y tomé sus manos, ella besó mi frente: Que afortunada era por tenerla con vida.
- ¿Por qué no cantas un poco más para tu anciana abuela? -Pidió Denisse- Tienes la voz tan angelical como tu abuelo.
- ¿De verdad? -Pregunté.
Denisse afirmó con su cabeza y con una gran sonrisa en tu rostro.
-Complace a esta anciana, por favor -Pidió Denisse.
Canté, canté como si fuese la última vez que mi querida abuela fuera a escucharme y a la vez como si tuviera un público de miles de personas escuchándome aunque siempre me importaría que me escucharan tres personas: Denisse, Sam y Patrick. Noté sus ojos llenarse de emoción, dejé de cantar en se momento, me arrodillé apoyando mi cabeza sobre sus piernas.
-No llores por favor -Pedí.
-Preocúpate cuando llore de tristeza y no de alegría -Argumentó Denisse.
De alguna forma mi abuela tenía razón, era diez mil veces mejor llorar de tanto reír que llorar de tanta tristeza acumulada, ella acarició mi pelo una y otra vez lográndome relajar mucho.
-Te escuché discutir hoy con tu madre -Comentó Denisse.
Me separé de ella y la vi.
-Tienes mi aprobación para abrir tus alas y volar -Afirmó Denisse- Tu madre no quiere que te pase lo mismo que a ella, a pesar de que no se arrepienta de haberte tenido en ese proceso, ella perdió muchísimas cosas. A veces hay que perder algunas cosas para poder encontrar muchas otras.
- ¿Sabes dónde vive quien nos quitó toda la fortuna? -Pregunté.
-Si prometes no involucrarte lo diré, no tienes que buscar nada, no tienes que reclamarle nada -Dijo Denisse.
-Está bien abuela, me mantendré al margen -Mentí- Sólo quiero saber.
-Escuché que volvió a la ciudad hace pocos años, tu madre continuó buscando pero a la distancia que tenemos imposibilitó mucho, no hay registros de que él lo haya hecho pero era la única persona de confianza de Sam -Contó Denisse.
-Necesito saber cómo hizo todo -Insistí.
-Bueno, era como una mano derecha, le permitía muchas cosas, entre eso se fueron desviando los fondos de a poco, el dinero desaparecía sin siquiera haberlo manipulado, sin que quedaran registros de eso. No hay nada que afirme que en realidad había sido él, pero el hecho de que desapareciera cuando el caos se hizo grande le hizo confirmarlo a Sam -Explicó Denisse.
-Está bien abuela, no lo buscaré -Mentí.
¿Cómo no buscarlo? ¿Cómo no vengar la traición hacia mi madre? Además, ¿Quién más podría ser? Si ella sólo confiaba en una persona para manejar sus finanzas, además que cualquier persona podía engañar una mujer enamorada. Esto a mi criterio no podía quedar impune, nunca había mentido pero esta vez lo haría.
-Mañana por la mañana me iré, antes de que todos despierten -Comenté.
-Lo imaginé -Admitió Denisse.
Metió la mano a su bolsillo derecho, sacó una cadena de oro que mi abuelo le había regalado y la dejó sobre la cama, también sacó de su otro bolsillo un poco de dinero y lo dejó en el mismo lugar.
-Esto es para ti, Kat -Afirmó Denisse.
- ¿Qué haces? -Pregunté confundida- Necesitas estas cosas más que yo.
-Cuando nuestra hija o alguno de nuestros nietos desee emprender vuelo, le brindaremos las alas -Dijo Denisse.
- ¿A qué te refieres? -Pregunté confundida- Ese es el regalo del abuelo, no puedes dármelo.
-Esas eran las palabras que tu abuelo me encomendó -Contó Denisse- Y es el momento de que cumpla con la promesa que le hice a tu abuelo, no quiero que te falte nada y lamentablemente no puedo ofrecerte más.
-Abuela, es el regalo más grande que puedes estar dándome -Afirmé- Pero el mayor privilegio es que me des esta oportunidad.
- Con el mayor de los gustos, Kat -Dijo Denisse.
Mi abuela se fue al poco tiempo, yo preparé un bolso viejo y gastado color marrón. Puse un vestido nuevo y dos de los que mejor estaban de antes, cargué mi par de zapatos extra, los cincuenta centímetros cúbicos que me quedaban de perfume, además de jabón y algunas cosas de higiene personal. Escondí ese bolso debajo de la cama para evitar que mi madre lo viera, al igual que el vestido. Ya era la hora de la cena y estaban llamándome para que me presente en la mesa.
Parecía un banquete a pesar de lo poco y sencillo que había: Arroz, perejil, zapallos hervidos; A decir verdad, cualquier comida se convertía en un manjar si tenía a quienes amabas al lado. La cena fue muy divertida, Patrick esta vez nos hizo reír como nunca, alegra nuestras vidas.
Una vez que terminé de juntar y limpiar la mesa me fui a dormir, ya estaba Patrick totalmente dormido en mi cama, yo tomé una hoja y un lápiz para dejarle una carta a mi madre.
“Mamá, voy a empezar esta carta pidiéndote perdón desde lo más profundo de mi alma, pero yo ya no soporto esto, no soporto verlos con hambre, con miedo, y quiero cambiar eso. Me voy en busca de trabajo a la ciudad, realmente me hubiera gusta tener tu bendición para esto pero no la he conseguido.
Te amo mucho no quiero que lo olvides, dale un beso cada día a Patrick de mi parte y cántale una canción a mi abuela por favor. Cuando encuentre el lugar indicado te informaré, trataré de mandar dinero lo antes posible. Y recuerda tus propias palabras: Lo imposible sólo está en tu mente; Es momento de abrir mis alas y volar aunque choque en este camino.
Con amor, Katrina Domínguez.”
Todo estaba listo, dormí un poco ya que la noche anterior no lo había conseguido, me desperté cerca de las tres de la mañana, tomé un par de botellas con agua, tomé uno de esos panes que vendía y lo envolví en telas, partí hacia la ciudad, ese nuevo mundo que no conocía, era momento de afrontar los miedos y de también recuperar lo propio.
Pase lo que pase, enfrentarme a lo que me tuviera que enfrentar, siempre iría con el coraje por delante del miedo, tal y como me lo había enseñado mi sabio padre: Y él nunca se equivocaba con lo que decía, pues crió a una niña valiente y rebelde.
Paso a paso, camino tras camino, verdes árboles en sus últimos días me rodeaban indicando la llegada del frío, y yo sin dejar de cantar en ningún momento, la naturaleza era mi guía instrumental, los árboles se movían con la brisa y se escuchaba como si fuese un arpa, las piedras con las que mis zapatos hacían ruido eran como los golpes de un tambor. Antes de salir tome la precaución de ponerme uno de los vestidos viejos, ya que planeaba salir con uno nuevo pero podría estropearse en el camino. Caminé durante diez horas, con algunos momentos de descanso, pero para las diez y media de la mañana mis pies ya estaban parados sobre la ciudad, esa tan magnífica, llena de los edificios tan altos como nunca antes los había visto, gente vestida tan formal que me hacía sentir que mis vestidos nuevos no estaban a la altura. Entre a un baño y me puse el de color mostaza, lamentablemente no tenía suficientes pares de zapatos como para combinar las distintas prendas por lo que tuve que quedarme
“Querida madre: Estoy bien, conseguí un trabajo como sirvienta en una mansión, cuyos dueños se apellidan Campos. El señor Juan me aceptó casi sin problemas aunque creo que su hijo Pablo tuvo bastante que ver. No he pasado frío ni hambre, y espero que ustedes tampoco, ni bien consiga mi primer pago enviaré dinero para que puedan vivir y alimentarse. Los extraño mucho, eso no pienso negarlo pero creo que todo esto es necesario por muchas cosas, entiendo que estés molesta pero quiero que entiendas que también necesitaba abrir mis alas para intentar tomar vuelo y que las tormentas que tenga que pasar, también las voy superar. Te amo, como a mi abuela y como a mi hermano. Intentaré volver lo antes posible para aunque sea abrazarlos por un par de minutos.Los quiere, Katrina.” Cerré esa carta en un sobre color beige, pero no sabía siquiera donde enviarla, la guardé en el bolsillo de mi uniforme. Comencé limpiando la sala con dedicación, debía hacer todo de la mejor forma pa
Jamás en mi vida, en ninguno de mis veinte años, había degustado comida tan deliciosa como la que había en este lugar, me tocaban comer restos pero eso en verdad no me importaba, realmente no importa cuando a veces no te toca comer más que un pedazo de pan junto con una taza de té lavado. Ya se había hecho la mañana siguiente, Pablo y Juan no estaban en la casa y Samuel cuidaba de Samanta en la cocina mientras yo limpiaba.- ¿Cómo te llamas? -Preguntó Samanta.- ¿Yo? -Respondí confundida.-Sí, tú -Afirmó la pequeña.-Me llamo Katrina -Contesté.-Katrina, quiero pedirte disculpas, mi padre me hizo entender que mi reacción fue muy exagerada -Dijo Samanta- ¿Podrías perdonarme?-Está bien, te perdono Samanta -Afirmé sinceramente. Se hicieron unos segundos de silencio, yo terminé de guardar un par de cosas que tenía entre mis manos en el cajón de la alacena.- ¡Tengo tanta hambre que creo que se me van a notar los huesos! ¿Podrías prepararme un postre, Katrina? -Pidió Samanta.- ¿De qu
Obtuve respuesta aunque no creía que iba a recibirla por lo molesta que sabía que se encontraba, conocía a quien me había gestado mejor que nadie y sabía todas las cosas que no iba a aprobar. Sin embargo mi madre me escribió una carta.“Mi sol: Sí, estoy muy molesta y enojada por lo que hiciste y no quiero que tomes está carta como signo de mi perdón, te amo mucho pero no fue correcto que me desobedecieras de tal forma. Yo te necesitaba aquí, necesitaba que me ayudaras vendiendo esos panes. Tu abuela me intentó hacer entender de qué hacías lo correcto pero yo en verdad no puedo creer eso, jamás voy a creer que tenerte tan lejos sea lo correcto. Independientemente lo que más hace falta bajo este techo es tu presencia, el resto sinceramente poco importa. En fin Katrina, cualquier cosa que necesites cuenta conmigo, en lo que pueda llegar a ayudarte. Patrick lloró mucho, suele dormir en tu cama porque dice que aún le queda tu dulce olor, la abuela está contenta y se encue
“Querida mamá: Ya llevo un poco más de dos meses sin verte, dos meses largos e intensos que se vuelven más tediosos y extensos si no los tengo conmigo, a mi lado. No te puedes dar una idea de lo mucho que extraño tus besos, tus abrazos, como también los de Patrick y los de mi abuela. En unos días me han dado permiso para verlos, ya falta menos, hasta he conseguido pagar el pasaje aunque solo pueda quedarme dos días. Te envío el dinero que tengo, espero que te sea de ayuda.Los ama siempre, Katrina.” Fueron dos grandes meses, no había tarde en la que no tuviera tiempo de leer bajo ese gran árbol en el jardín que siempre me brindaba su frescura excepcional, no había día en el que no tuviera una ducha caliente y en el que no me relajara con la misma, ¡No había día en el que no tuviera agua caliente con tan solo abrir una canilla! Todos los días podía tener ropa limpia y perfumada, ningún día tuve que lavar ropa con mis manos por más que no me molestaba hacerlo, las grietas de
Las cosas se habían calmado ya un poco, yo continué mi tratamiento a escondidas, los vi llorar a escondidas de todos, hasta Samuel quien le tenía mucho cariño. Todos volvían a tener esperanzas en una desconocida mientras que yo intentaba ocultar los pinchazos que se volvían evidentes por la cantidad y frecuencia. Estaban tan tristes como yo lo estaba, no quería ni pensar en las peores posibilidades que podían pasar, no se si estaba lista de plantearme todas las cartas sobre la mesa: Le tenía un cariño inmenso y pensar en perderla me estaba consumiendo por dentro. Era de tarde, llevaba cuatro días de tratamiento, Samanta jugaba en el jardín con los perros mientras yo, como era mi horario de descanso, leía un libro. Pablo se acercó -He terminado el libro -Comentó Pablo. Sentándose a mi lado, tal como sabíamos hacer generalmente una vez cada dos semanas. Yo cerré mi libro y me senté de forma en que lo pudiera ver de frente. Su perfume era distinto esta vez por alguna razón, no m
Aun no podía creer que eso hubiera pasado, recordaba cada instante y cada palabra como si las estuviera viviendo nuevamente y sinceramente me agradaba mucho. Seguí repitiendo esta película en mi memoria. Mi jornada fue muy buena aunque creía que si me hacían hacer lo que más odiaba aun así lo haría con gusto: Me sentía tan a gusto con mis pensamientos que el resto sinceramente poco importaba No podía dejar de pensar en su perfecta sonrisa, en lo lindos que se veían sus ojos mientras no se apartaban de mi boca, en su sonrisa pícara y al mismo tiempo inocente, no podía dejar de desear que volviera a besarme aunque fuera de imprevisto, no dejaba de soñar con que me volviera a explicar cuanto era lo que yo le gustaba. Quería que sus manos volvieran a acariciar mi piel, quería sentir esas endorfinas recorrer cada centímetro de mi cuerpo como si fuera una droga de la cual no podía dejar de ser adicta: Adicta a él.-Te ves muy feliz Katrina -Comentó Juan. Tomando un vaso de agua que se
Fue la mejor semana que había tenido en mi vida: Al día siguiente del parque, un lunes, fuimos a una playa en donde simplemente fuimos a leer un rato y donde luego jugamos con Samanta unos minutos en el agua. El martes cenamos en un bar donde tocaba una banda poco conocida que a Pablo le gustaba bastante, que posteriormente se había convertido en un espacio donde pudimos bailar aunque ninguno de los dos pudiera hacer tantos pasos claros. había sido una noche fantástica. El miércoles lo había ayudado a entender un par de problemas matemáticos que le habían dado en su carrera, como tenía examen no salimos pero la verdad eso poco me importaba. Se había sorprendido sobre todos los conocimientos que tenía sobre los mismos, hasta yo lo había hecho. El jueves fue noche de karaoke, cantamos hasta cansarnos los dos juntos y todos nos aplaudieron un montón. Fue lindo poder subirme a un escenario casi por primera vez y fue fantástico que haya estado él a mi lado para poder compartirlo.