Capítulo 11.

La simplicidad y la inocencia eran algo que caracterizaban muy bien a la pequeña Samanta, pensaba que simplemente era una niña caprichosa y sin embargo me enseñó a disfrutar un poco más de la niñez que no pude vivir, como confirmándome que nunca era tarde para vivirla. Me hacía extrañar menos a Patrick, besarlo se volvió en besarla, lo mismo para los saludos, lo mismo para los abrazos.

Ella sería a la única a quien extrañaría, además de Samuel, si decidía no volver porque por más buena relación que había entablado con Juan, conocer su identidad oculta me hacía querer alejarme y al mismo tiempo sabía que debía tenerlo cerca, mejor no voy a aclarar mi situación con Pablo de nuevo. A veces me ponía a pensar que si tal vez mi madre no se hubiera ido de la ciudad indignada por lo sucedido no hubiera conocido a Richard, yo no existiría porque no se hubieran casado, tampoco existiría Patrick, tampoco hubiese tenido al mejor padre del mundo ni tampoco a la mejor madre, ¿Y si el destino es
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