La simplicidad y la inocencia eran algo que caracterizaban muy bien a la pequeña Samanta, pensaba que simplemente era una niña caprichosa y sin embargo me enseñó a disfrutar un poco más de la niñez que no pude vivir, como confirmándome que nunca era tarde para vivirla. Me hacía extrañar menos a Patrick, besarlo se volvió en besarla, lo mismo para los saludos, lo mismo para los abrazos. Ella sería a la única a quien extrañaría, además de Samuel, si decidía no volver porque por más buena relación que había entablado con Juan, conocer su identidad oculta me hacía querer alejarme y al mismo tiempo sabía que debía tenerlo cerca, mejor no voy a aclarar mi situación con Pablo de nuevo. A veces me ponía a pensar que si tal vez mi madre no se hubiera ido de la ciudad indignada por lo sucedido no hubiera conocido a Richard, yo no existiría porque no se hubieran casado, tampoco existiría Patrick, tampoco hubiese tenido al mejor padre del mundo ni tampoco a la mejor madre, ¿Y si el destino es
Al día siguiente ni siquiera había podido sacar el tema, me resultaba completamente difícil hacerlo, era un miedo absurdo de querer decir una verdad como esa: Había conocido a la persona que tanto odiabas y me pareció la persona más amigable del universo. De todos modos decidí que sea un día agradable junto a mi familia porque corría el riesgo de que esta noticia lo arruinara todo y necesitaba sentir que todo estaba bien al menos por el momento. Salimos a caminar, ya la nieve se había ido y eso no me sorprendía, solía nevar cada ocho o diez años. La mañana siguiente a ese día terminé levantándome temprano, esa noche yo solamente había dormido con Patrick, hasta mi cama se sentía cómoda. Me quedé sentada en la mesa de la cocina, con ambos codos sobre la mesa y los puños sosteniendo mi mentón como si fuera a caerse.-Katita, ¿Qué haces levantada tan temprano? -Preguntó Denisse. Acercándose hasta donde estaba y sentándose en la silla que tenía a mi derecha.-La consciencia no me de
Esperé a que Patrick estuviera lo suficientemente dormido como para que no notara mi partida. Besé su frente dulcemente, tomé el bolso con las pocas cosas que tenía ya que la mayoría las había dejado aquí, tomé un par de esos pastelitos que habían sobrado porque por más de que siguiera esa receta al pie de la letra diez mil veces, ninguna de ellas me salía de la misma forma a como las preparaba ella, me ayudaría a no extrañara tanto. Me fui en plena madrugada, con un poco de miedo de que algo pudiera pasarme, o que se me cruzara el loo de Esteban en el camino, pero afortunadamente nada había pasado, llegué tranquilamente. Llegué a la casilla con el boleto bastante roto, estaba dividido en nueve partes y me generaba cierta vergüenza tener que presentarlo de esa manera pero de cierta forma tampoco tenía mucha opción.-Hola, tengo un viaje a ciudad pero tuve un problema con el boleto -Comenté.- ¿Qué ha pasado? ¿Desea cambiarlo? -Preguntó el empleado.-Mi hermano pequeño lo destruyó
Otra vez me levanté temprano, casi no había dormido pero mi cuerpo no se sentía cansado, mi corazón si se sentía de esa manera, pesaba más de lo que debería y eso no era sano, sabía que iba a pesar mucho más por una petición mía. Apenas salí de mi cuarto y escuché como golpeaban la puerta de servicio, miré disimuladamente quien estaba ahí notando que Oriana estaba del otro lado. Abrí la puerta lentamente muy confundida.- ¿Señorita Oriana? -Pregunté, medio dormida.- ¿Me recuerdas tu nombre? -Pidió amablemente Oriana.-Katrina -Contesté.-Katrina, ¿Podemos hablar? -Insistió Oriana.-Sí, claro -Afirmé. Esto era por demás extraño, ¿Qué quería hablar conmigo? Me invitó a salir y yo cerré la puerta, suponía que era para que nadie más nos escuchara. Se la notaba temerosa y algo avergonzada.-Sé que no tengo derecho a pedirte nada -Comentó Oriana.-Puede pedirme lo que necesite, ¿En qué puedo servirle? -Pregunté amablemente.-Te estoy hablando de mujer a mujer -Manifestó Oriana.- ¿Qué
Abrí los ojos cuando aún era temprano pero algunos rayos de sol comenzaban a salir, lo vi dormir y fue la imagen más linda que vi, fue el momento más perfecto que viví. Me encontraba acurrucada entre sus brazos con mi cabeza en su pecho, roncaba un poco y solía decir palabras sueltas mientras dormía, además de hacer ciertos movimientos extraños mientras soñaba. A pesar de todo sentía que era un lugar seguro en el que podía dormirme. Besé su mejilla nuevamente de una manera tan leve que no le permitiera despertar, quizás de esa manera la noche nos durara un poco más, al menos para él. La hora se había cumplido y la magia ya no debía estar, me levanté con el cuidado suficiente como para no despertarlo y me vestí. Con cautela me dirigí a mi cuarto, rogando que nadie me viera vestida de esta manera porque imaginaba que llegarían miles de preguntas que no sabría cómo contestar. Me di una ducha caliente por más de que hubiera preferido no hacerlo, pues estaba borrando el aroma y la esen
Pasó un año desde la última vez que había cruzado alguna palabra o mirada con el señor Pablo Campo Orozco, y aun me resultaba imposible poder olvidarme de un veintiocho de agosto. Se sentía horrible tener que olvidarse de uno de los momentos más lindos de tu vida y que ya no se podrían repetir. Las palabras de mi madre me estremecieron, me hicieron entender tanto las palabras de mi padre Richard, me quitaron todas las ganas de volver a querer relacionarme con él ¿Quién querría después de enterarse de esa bomba? ¿Cómo podía arrancarse un sentimiento así del pecho? Me arrepentía de haber ido a la ciudad, me arrepiento de haberlo conocido, me arrepiento de sentir lo que siento. Y al mismo tiempo quería poder acallar todo lo que sentía, por el bien nuestro. Fue un año intenso en el que tuve que trabajar mucho para solventar los gastos de mi familia, al menos mi madre había sanado y habíamos podido comprar los lentes para Patrick, un año en el que no volví a ver a los Campos Orozco y
Emily continuaba sin aparecer, lo más difícil fue volver a mi casa sabiendo que no la habíamos encontrado, que no había ni siquiera llegado a cenar, Luna y su esposo Javier ya no sabían que hacer, no sabían cómo manejar esto, yo tampoco sabía, ¿Cómo enfrentas que tu hija desaparezca de un momento a otro? ¿Cómo podías dormir? ¿Cómo podías comer? ¿Cómo se podía vivir? Si era una niña que no había vuelto en horas. Llegué llorando a mi casa, los labios hasta se me veían morados y estaban secos, no podía hacer otra cosa lamentablemente, caminaba lento aunque no tenía ni siquiera ganas de dar un paso más, terminé arrastrando mis pies. Mi madre me esperaba en la ventana con los brazos cruzados acompañados con una cara de enojo, terminó saliendo al verme acercarme. La verdad era que poco podía importarme su reacción, solo me importaba Emily,- ¿Te parecen horas de llegar? –Reclamó gritando Sam. Continuaba enojada pero eso sinceramente no me importaba, no tenía ni siquiera ganas de ocu
La semana fue muy agobiante, muy desesperante, no quise levantarme de la cama y apenas si llegaba a comer, no entendía más el sentido de la vida, no le encontraba explicación al motivo de que Emily estuviera muerta, no le encontraba rumbo a que la hayamos despedido para que se fuera a dormir para siempre en un cementerio, en vez de que se fuera a algún campamento o esas experiencias que los jóvenes deben vivir al máximo, pero nunca como si no se volvieran a repetir aunque algunas parezcan que es así. El dolor se me volvía grande y totalmente incontenible, mi cabeza continuaba sin poder asimilar todo lo que había pasado y todo lo que podría traer aparejado, quería poder evitar algo como esto en todos los niños pero debía entender que eran cosas que estaban fuera de mi alcance. Como le había pasado a la familia de Emily podía pasarle a la familia de cualquiera, hasta aunque me aterrara pensarlo podría estar pasándome a mí y eso me haría sentir mucho peor de lo que ya me estaba sin