CAPITULO 40
Seguidamente, Thomas poniendo el anillo en el dedo anular de la mano izquierda de Helena, se la comió a besos, literalmente hablando. El levantándola del suelo, dando vueltas con ella en sus brazos, le dijo:

—Tienes una semana para organizar la boda, no quiero esperar más, nos casaremos por todas las leyes y ritos, no quiero que te escapes bajo ninguno concepto —ordenó Thomas amorosamente.

—Creo que sería capaz, a estas alturas de mi vida, de prepararla en un día, lo demás no me interesa, solo estar unida a ti, para siempre, es lo único importante para mí —respondió Helena mordiendo suavemente el labio inferior de Thomas.

—Entonces, hazlo… mi pequeña reina, no quiero que alguien se acerque a ti o a mí, con otra intención que no sea, una amistad. Porque mi corazón es totalmente tuyo —le dijo él, tomándole su rostro por el mentón y dándole un apasionado beso, que le hizo flaquear sus piernas.

—Y el mío tuyo. Thomas, desde que llegué aquí y vi tu oficina cerca de la mía, me dije «aq
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