Thomas, agarrando fuertemente a Helena por el brazo, halándola hacia su cuerpo, mirándola con rabia y ¿odio? Provocó en ella un intenso dolor, por lo que sus lágrimas brotaron y gritó:
—¡Ay! —Ante este grito de dolor, Miguel reaccionó y se enfrentó a él:
—Thomas ¡suéltala, por Dios! Le estas haciendo daño. —Levantando la voz, tomándole del brazo y obligándolo a que la soltara— ¡Déjala tranquila!
»Ya Pedro, te lo dijo, lleva dos noches sin dormir, no ha sido fácil tampoco para ella. Por favor, ella también esta sufriendo por esto.
—¡Discúlpame! —dijo Thomas, soltándola bruscamente y caminando hacia las escaleras para subir a su habitación.
Ante esto, Miguel, acercándose a ella, le dijo:
—¡Discúlpalo, por favor! Esto ha sido muy fuerte para él, era algo que nunca esperaba pasara tan rápido y más cuando don Juan se veía tan sano, lleno de vida —le dijo Miguel, en defensa de su amigo, quien se veía muy mal.
Helena masajeando
Thomas, al ver que los periodistas insisten en hablar con la viuda de su padre, decide buscarla. Por su parte, Helena, en su oficina, comienza a sacar todas sus cosas personales, para llevárselas de ahí. Ellas las coloca en su escritorio y organizando esto, recibe la visita de Thomas: —¿Qué haces? —preguntó arqueando la ceja. —Recogiendo mis cosas. Me imagino, que para ti será una inmensa satisfacción despedirme, así que no te daré ese gusto, ¡renuncio! Y por eso estoy recogiendo mis cosas —respondió ella con una expresión arisca. —¿Vas a hacer eso en este momento, que está toda la prensa aquí, detrás de ti y de mi? —preguntó él, incrédulo y llevándose una de sus manos a su rostro. —Me ha importado muy poco lo que digan los demás —respondió ella retadoramente. —A ti que te puede importar eso, si eres una mujer sin moral, que consideras que el fin justifica los medios, —Gruñó con rabia. —¡Ya Thomas! No estoy dispuesta a escu
Inicialmente, el abogado leyó las innumerables propiedades en el extranjero como en el país. Después, detalló las distintas acciones de las diversas empresas. Asimismo, hizo referencia a la hacienda, con sus semovientes, incluyendo los caballos de carrera y el harás La Montanera en la Capital. Luego, identificó las empresas de importación y exportación, asimismo, las cuentas que tenia en bancos extranjeros, junto con las cuentas en entidades financieras dentro del país. Posteriormente, declarando el amor que sentía por su único y exclusivo hijo, quien sería el encargado de continuar su legado, su patrimonio familiar y su apellido, dejó constancia, adjuntando los documentos que así lo acreditan que llevó a cabo un proceso de adopción de Thomas, el cual le fue concedido cuando éste tenia dieciséis años, por lo tanto, solicitaba que Thomas hiciera uso de su apellido: Montero. Que, por resguardo de él, como de todo aquello que le corresponde com
Helena al llegar a su habitación, preocupada le pregunta: —¿Padre, qué te paso? ¿Por qué estas así? —Hablé con mi amigo, me mencionó los riesgos que vamos a correr al quedarnos aquí. Hay muchos que ya saben, que tú eres la heredera de Don Juan, porque te casaste con él… y nos exponemos a ser el foco de atención de los delincuentes de zonas vecinas, recuerda que aquí todos nos conocemos. »Que lo mejor sería que aceptaras la herencia para mudarnos a una casa más segura, por el riesgo que estamos corriendo, sobre todo con tantas personas nuevas en el pueblo, debido a la construcción de la represa. Helena escuchando a su padre, de inmediato tomó una decisión. Al salir de su habitación, ella hablo con el abogado respondiéndole que aceptaba la herencia. El abogado al escuchar la respuesta de ella, la felicitó y le advirtió que era lo mejor que podía hacer, porque les daba tiempo a ellos para resguardarla, advirtiéndole también, que debía a
Al llegar a su oficina, Helena, encuentra a Thomas, sentado en su oficina, mirando lo que ha escrito en la pizarra que tiene en su despacho y tomando notas de esto: —Buenos días —saludó ella. —¿Por qué llegas a esta hora? Se supone que hoy hay reunión con los trabajadores —pregunto él desafiante, arqueando la ceja. —Primero, no es tu problema a qué hora llego y segundo, la reunión es mía, no tuya y no te necesito para lo que tengo que hacer —respondió ella en un tono de voz frio y cortante, recordando que el día anterior la dejó con la palabra en la boca. —Perfecto, resuelve que para eso estas aquí —levantándose de la silla y saliendo de la oficina de ella. Ella se quedó observándolo, le pareció extraño que no le diera una respuesta más hiriente y cortante. Sacudiendo los pensamientos por él, buscó todo cuanto necesitaba, lo metió en un bolso que se puso encima de su cuerpo y salió hacia las caballerizas. Buscando a José, el capa
CAPITULO 11 Helena, entretenida como estaba revisando sus correos, recibió la visita en su oficina de Marcia, la secretaria de Thomas, quien traía unas revistas en sus manos: —Buenos días, señora Helena. —Buenos días, Marcia ¿Qué deseas? —El señor me dejó encargada que al llegar las revistas donde aparecían todas las entrevistas por el funeral del señor, como la del hipódromo, que sale dos veces al año, que se las entregue a usted. —Ok —respondió ella, asombrada era la primera vez que la secretaria de Thomas se acercaba a ella. —Según me informó el Doctor, debe revisarlas y encargarse de enviar los respectivos correos de agradecimiento o de aclarar algo con lo cual no este de acuerdo, para la fe de errata de la revista. —Gracias Marcia, por favor déjalas ahí. —Mostrando con su mano la mesa de trabajo donde ella tenia una flores, que le había enviado Raúl, quien no perdía las esperanzas con el
Antes de tomar carretera, Helena le pidió a Samuel que parara en un supermarket, donde compró algunas cosas, entre ellas tequila, por lo cual sus amigas estaban asombradas: —Helena, ¿te sientes mal? —preguntó Elizabeth, poniendo su mano en la frente. —Estoy bien, es más creo que estoy produciendo demasiada adrenalina —riéndose Helena, al decir esto. —Helena y ¿no vamos a llevar comida propiamente dicho? Porque lo que llevas es solo para picar con el licor —preguntó Mariangel. —Perdón que las interrumpas, la cabaña esta surtida de comida. El señor siempre quería tenerla así. Ese era su lugar de meditación. —Gracias Samuel, eso significa que voy a profanar su lugar favorito —añadió Helena con una mirada picara y traviesa. —No señora, estará feliz de ver, que a usted le gustó, lo que era de su uso personal: el chalet y ahora la cabaña —respondió el chofer con una mirada comprensiva. —¡Ah caramba! Samuel, no
—Sí… si, esa es. —contestó Miguel con una mirada franca. —Y ¿dices que estaba llorando? —preguntó Thomas, respirando profundamente y mirando fijamente su foto en la revista. —Sí, ella quiso como taparlo, pero alcance a ver, era tu foto con Roxana. —Pero ahí esta claro, la presenté como la relacionista publica de la empresa, en todo caso, que puede decir, si ella fue peor, se casó con papá y ahora es su viuda. —Pero, sales abrazado a Roxana y tú sabes que las mujeres son muy intuitivas —comento Miguel con una expresión reflexiva. —Tengo que averiguar ¿Por qué lloraba? No será que te vio llegar y se puso a dramatizar —preguntó el incrédulo. —Ese ha sido tu problema, hermano, que siempre piensas lo peor de ella. Dale el beneficio de la duda ¡por Dios! A ver y que me dices de hoy ¿ella planificó todo, porque sabia que veníamos para acá? —comentó Miguel, en tono burlón. —Me parece, que la estas de
Thomas, poniendo la bandeja sobre la mesa, le quitó la almohada… — Toma, consume un poco de éste jugo, te ayudará a recuperar las energías —mirándola fijamente con mucha atención, lo cual perturbó a Helena. —Me molesta la claridad —respondió ella desviando la mirada, para evitar que el descubriera lo que sentía en ese momento, tapando su rostro con sus manos. —Pero, es necesario tomes algo, has vomitado mucho —aclaró él—, por favor intenta sentarte. —Gracias y disculpa las molestias que te he ocasionado —replicó ella, sentándose en la cama. —Tranquila, espero que te sientas mejor; detrás de mí, debe venir la hija de Martha con tu desayuno y a cuidarte, no te quedes sola en la habitación. Que ella no se mueva de aquí —ordenó él. —¿Te vas? —preguntó Helena evasiva. —Sí, se te olvidó que hace un rato me botaste —Cruzando su mirada con la de ella. —Esto es tuyo ¿Cómo te voy a botar? —Evitando la mirada, de él.