CAPITULO 11
Helena, entretenida como estaba revisando sus correos, recibió la visita en su oficina de Marcia, la secretaria de Thomas, quien traía unas revistas en sus manos:
—Buenos días, señora Helena.
—Buenos días, Marcia ¿Qué deseas?
—El señor me dejó encargada que al llegar las revistas donde aparecían todas las entrevistas por el funeral del señor, como la del hipódromo, que sale dos veces al año, que se las entregue a usted.
—Ok —respondió ella, asombrada era la primera vez que la secretaria de Thomas se acercaba a ella.
—Según me informó el Doctor, debe revisarlas y encargarse de enviar los respectivos correos de agradecimiento o de aclarar algo con lo cual no este de acuerdo, para la fe de errata de la revista.
—Gracias Marcia, por favor déjalas ahí. —Mostrando con su mano la mesa de trabajo donde ella tenia una flores, que le había enviado Raúl, quien no perdía las esperanzas con el
Antes de tomar carretera, Helena le pidió a Samuel que parara en un supermarket, donde compró algunas cosas, entre ellas tequila, por lo cual sus amigas estaban asombradas: —Helena, ¿te sientes mal? —preguntó Elizabeth, poniendo su mano en la frente. —Estoy bien, es más creo que estoy produciendo demasiada adrenalina —riéndose Helena, al decir esto. —Helena y ¿no vamos a llevar comida propiamente dicho? Porque lo que llevas es solo para picar con el licor —preguntó Mariangel. —Perdón que las interrumpas, la cabaña esta surtida de comida. El señor siempre quería tenerla así. Ese era su lugar de meditación. —Gracias Samuel, eso significa que voy a profanar su lugar favorito —añadió Helena con una mirada picara y traviesa. —No señora, estará feliz de ver, que a usted le gustó, lo que era de su uso personal: el chalet y ahora la cabaña —respondió el chofer con una mirada comprensiva. —¡Ah caramba! Samuel, no
—Sí… si, esa es. —contestó Miguel con una mirada franca. —Y ¿dices que estaba llorando? —preguntó Thomas, respirando profundamente y mirando fijamente su foto en la revista. —Sí, ella quiso como taparlo, pero alcance a ver, era tu foto con Roxana. —Pero ahí esta claro, la presenté como la relacionista publica de la empresa, en todo caso, que puede decir, si ella fue peor, se casó con papá y ahora es su viuda. —Pero, sales abrazado a Roxana y tú sabes que las mujeres son muy intuitivas —comento Miguel con una expresión reflexiva. —Tengo que averiguar ¿Por qué lloraba? No será que te vio llegar y se puso a dramatizar —preguntó el incrédulo. —Ese ha sido tu problema, hermano, que siempre piensas lo peor de ella. Dale el beneficio de la duda ¡por Dios! A ver y que me dices de hoy ¿ella planificó todo, porque sabia que veníamos para acá? —comentó Miguel, en tono burlón. —Me parece, que la estas de
Thomas, poniendo la bandeja sobre la mesa, le quitó la almohada… — Toma, consume un poco de éste jugo, te ayudará a recuperar las energías —mirándola fijamente con mucha atención, lo cual perturbó a Helena. —Me molesta la claridad —respondió ella desviando la mirada, para evitar que el descubriera lo que sentía en ese momento, tapando su rostro con sus manos. —Pero, es necesario tomes algo, has vomitado mucho —aclaró él—, por favor intenta sentarte. —Gracias y disculpa las molestias que te he ocasionado —replicó ella, sentándose en la cama. —Tranquila, espero que te sientas mejor; detrás de mí, debe venir la hija de Martha con tu desayuno y a cuidarte, no te quedes sola en la habitación. Que ella no se mueva de aquí —ordenó él. —¿Te vas? —preguntó Helena evasiva. —Sí, se te olvidó que hace un rato me botaste —Cruzando su mirada con la de ella. —Esto es tuyo ¿Cómo te voy a botar? —Evitando la mirada, de él.
Ellas se despidieron y emprendieron el camino de vuelta a la cabaña, a la cual llegaron, casi congeladas, por el fuerte frío que hacia y guiadas por la iluminación que tenia, pues, habían perdido el camino. Las tres entraron corriendo, riéndose de las mentiras dichas y se dirigieron a la cocina para que Martha les diera alguna bebida caliente. Samuel al verlas, les comentó que ya iba a salir en su búsqueda, pensando se pudieran haber perdido. Helena le agradeció el gesto y le solicitó tener todo listo, para salir al día siguiente bien temprano hacia San Miguel. Este de inmediato le contestó que ya estaba listo, para la hora que ella quisiera. Las tres pasaron al comedor, cenaron y luego se retiraron a dormir. Helena por su parte, recorrió el salón íntimo donde estaba la chimenea, recordando la cara de Thomas cuando la vio tirada en la alfombra ebria. Esta tapándose la cara, intentaba echar el tiempo hacia atrás y no haber venido. Incluso, sentía vergüenza con
De conformidad con un correo que recibió de Thomas, Helena debía estar presente en todos los actos protocolares antes, durante y después del referido clásico, porque siendo la viuda de don Juan, era la encargada de entregar el trofeo, el cual él esperaba traérselo para la hacienda. El en varias ocasiones intentó hablar con ella, pero Helena no respondió, prefería mantenerse a distancia de él, para evitar flaquear ante sus acercamientos. Ese viernes antes del clásico, Helena, recibió el mensaje de parte de la secretaria de Thomas, que debía partir a las cinco de la tarde con el joven Miguel y el Capitán Martínez hacia la Capital. Por esta razón, Helena sin excusa alguna, preparó su maleta y salió con ellos a la hora fijada. La tripulación se encargó de brindarle una excelente atención. Al llegar al aeropuerto fueron recibidos por Jaime, quien los trasladó hasta la mansión. En ésta al llegar, fueron recibidos, por Pedro, el mayordomo, quien se mostr
Thomas fue reduciendo la violencia y la agresividad con que la beso inicialmente, hasta que poco a poco, fue soltándola, con lo cual se escuchó… «¡Paf!» Helena, decidida a enfrentarlo, lo miraba de forma amenazadora, pensando que se desquitaría la bofetada que le dio, dejando que sus ojos se desborden de lágrimas. El quedó mudo, inmóvil, sin siquiera llevarse una mano a su rostro, pero con la mirada penetrante en ella. Ella salió de ahí corriendo a su habitación donde se encerró para que él no la molestara. Acostándose, intentó dormir, pero ese beso que le dio Thomas, le activó todas sus hormonas haciéndola sentir emociones, sensaciones que hasta ahora, no había experimentado tan fuertemente. Mientras, Thomas reaccionando ante la bofetada que ella le dio, subió como autómata a su habitación, al llegar a la puerta de la alcoba de ella, estuvo tentado a tocar para pedirle perdón, pero no lo hizo, se viró y con la misma entró en su propia hab
Helena camina detrás de la joven, quien se ve muy interesada en Thomas, sintiendo unas ganas de desquitarse, lo mujeriego que él es. Por esta razón, al ver un traje negro muy llamativo, con un corte tipo V tanto en la parte delantera del mismo como en la trasera, el cual se ajustaría a su cuerpo como una segunda piel, decidió medírselo y desfilarlo ante él. Lo mas llamativo del vestido, es que era totalmente abierto a los lados con unas simples tiras de un centímetro de grosor que unían las dos capas del traje, el cual dejaba ver su piel totalmente desnuda, porque como le dijo la vendedora, ese era un traje para llevarlo sin ropa interior. Ella desnudándose en el probador se midió el traje, viéndose espectacularmente divina. Una vez que Helena sale del probador las mismas vendedoras admiraron su cuerpo y lo espectacular que le quedaba el traje, aconsejándole una de ellas, que lo comprara, seguro su marido, le volvería a pedir matrimonio,
Thomas sonriendo ante las palabras de Miguel, aunque cansado y agotado de todo el trajín del día, esta decidido a terminar ese día en victoria, especialmente con Helena. —Vamos a pedir, tengo hambre —anunció Thomas. —Yo, también, pero elige tú, invítame el plato que más te gusta —le respondió Helena. —Thomas, yo me anotó con Helena, invítanos el plato que te gusta. —Okey —llamando al mesonero, Thomas les solicitó lo que comerían los tres, pidiendo además un cóctel para ella sin licor y dos tragos para ellos. Helena estaba dispuesta esa noche a disfrutar de la compañía de ellos, por lo tanto, le pidió que no le quitará el licor al cóctel, que ya que estaban ahí, lo quería probar. El nuevamente llamando al mesonero le pidió el cambio, pero haciéndole la salvedad, que sea una cantidad mínima. Esa noche en el restaurante, comieron, conversaron, sonrieron, tocaron temas propios del día, sobre todo lo rel