Por fin, en la Clínica Thomas contento y emocionado llamó a Miguel y le pidió que informara a Elizabeth, así como al resto de las amigas de Helena, que ya están en la dulce espera del bebé. No obstante, el proceso de parto apenas iba iniciando. No es sino hasta el crepúsculo del día siguiente, cuando Helena por fin trae a su hijo al mundo, tomada de la mano de Thomas, quien en ningún momento se separó de ella y contando además con la presencia de su padrino, que fue el médico que se encargó de su proceso de parto. —¡Mi amor, gracias! ¡Mira, es hermoso nuestro bebé! —declaró Thomas feliz y totalmente dichoso, acercándose a Helena con el bebé en sus brazos y dándole un beso en los labios. —Sí, se parece mucho a ti —dijo ella sonriendo, pero demasiado débil. El bebé estaba sano y salvo, además de ser muy hermoso, una combinación perfecta entre los rasgos físicos de Thomas y los de ella. Para el mismo personal de la clínica resultó una agradable sorpresa ver a un niño tan bello. No
Ese mismo mediodía, Helena llegó a la hacienda, desesperada por ver y tener a su hijo. Thomas, la ayudó a caminar, ya que ella se resistió a que él la llevara en brazos, siendo escoltados por Miguel y Elizabeth, quienes venían detrás de ellos. Ella fue recibida por sus padres, quienes estaban ahí en la hacienda, invitados por Thomas, para que ella no se sintiera sola. Además había contratado una nana para su hijo, la esposa de Samuel. El personal del servicio doméstico, como los chóferes y guardaespaldas, también se habían reunido para recibir a la señora. Ella sintiéndose agradecidas con todos, los fue saludando a todos, antes de subir a su recámara. Thomas había hecho modificaciones en las habitaciones, para acondicionarlas a los nuevos requerimientos de Helena. Ella a pesar de la decepción que sufrió cuando al llegar a la habitación en la clínica y él no estuvo presente, venía dispuesta a resolver su situación. Helena se sintió feliz al tener a su hijo en sus brazos, dándole las
Thomas se levantó del sillón, llevó a su hijo hasta la cuna donde lo acostó a dormir, saliendo de la habitación, despidiéndose de Helena con un simple gesto de su mano, con lo cual la dejó asombrada, como si fueran dos amigos y nada más… «Esto es alarmante, debo realmente hacer algo, para que Thomas se interese en mí nuevamente», reflexionó ella, preocupada y decepcionada por su actitud. Ella no quería perderlo ni dejar a su hijo sin su padre, solo por caprichos o erradas decisiones de las cuales hoy se arrepiente. Así que dispuesta a recuperarlo, pensó que la fecha especial para tirar toda la carrocería sobre él, era el día del bautizo del bebé. Esa noche, ella se acercó a Thomas después de la cena y le preguntó por el certificado de nacimiento del bebé, porque haría los trámites para presentarlo y poderlo bautizar. —Thomas ¿Presentaste al bebé? —No, el día que lo fui a hacer había un error, porque te registraron en la clínica como la viuda de Juan Montero, pero dejé encargado
Seguidamente, Thomas poniendo el anillo en el dedo anular de la mano izquierda de Helena, se la comió a besos, literalmente hablando. El levantándola del suelo, dando vueltas con ella en sus brazos, le dijo: —Tienes una semana para organizar la boda, no quiero esperar más, nos casaremos por todas las leyes y ritos, no quiero que te escapes bajo ninguno concepto —ordenó Thomas amorosamente. —Creo que sería capaz, a estas alturas de mi vida, de prepararla en un día, lo demás no me interesa, solo estar unida a ti, para siempre, es lo único importante para mí —respondió Helena mordiendo suavemente el labio inferior de Thomas. —Entonces, hazlo… mi pequeña reina, no quiero que alguien se acerque a ti o a mí, con otra intención que no sea, una amistad. Porque mi corazón es totalmente tuyo —le dijo él, tomándole su rostro por el mentón y dándole un apasionado beso, que le hizo flaquear sus piernas. —Y el mío tuyo. Thomas, desde que llegué aquí y vi tu oficina cerca de la mía, me dije «aq
Al llegar a la hacienda, Thomas pidió a los padres de Helena se quedaran a vivir con ellos, que le encantaría su hijo tenga muy cerca a toda su familia. Estos emocionados, al tener la posibilidad de compartir tan de cerca con su nieto, de inmediato aceptaron la propuesta que les hizo. —Thomas, yo preferiría mudarme a la casa de huéspedes, porque si no me dejas hacer algo me voy a sentir mal, prefiero tener mi propia cocina —agregó María Inés— ese es mi hobby, cocinar, inventar nuevas recetas. —Si mami… como quieras, lo importante es que mi hijo te tenga aquí cerca, al igual que a Jorge. Es lo que más deseo —contestó Thomas, sonriendo de oreja a oreja. —Pues, aquí nos tendrás Thomas —declaró Jorge, feliz de poder disfrutar a su nieto. El de inmediato dio la orden para que limpiaran y acondicionaran la casa de huéspedes e igualmente, asignó a uno de los chóferes de la hacienda, para que le conduzca a ellos. Al tercer día, de haber regresado del viaje de luna de miel y con apenas
Con el apoyo de Thomas y su padrino, Helena trae al mundo a su hermosa y preciosa niña, a quien llamaron: María Luisa, por los nombres de sus respectivas madres. En este, segundo parto, todo fue más fácil, los dos asistieron a los cursos profilácticos. En estos, les enseñaron todos los aspectos básicos del embarazo, parto y posparto, por lo que la niña nació sin ningún contratiempo. Thomas estaba nuevamente orgulloso, de la belleza de hija que Helena le había regalado… —¡Mi amor, que trabajo tan perfecto! Mi hija es ¡preciosa! Idéntica a ti —afirmó Thomas orgulloso, acercándose con la niña a Helena, para que ella la observara y poniéndosela entre sus brazos. —¡Es que fue hecha con mucho amor, recuerda que la hicimos, en nuestra luna de miel! —respondió Helena, con un suave susurro, una amplia sonrisa y una mirada cómplice. —¡Te amo, Helena! —confesó amorosamente Thomas. —¡Y yo a ti, mi amor! —respondió ella. —¿Cómo te sientes, mi vida? —preguntó él embobado con sus dos mujere
Don Juan Montero, multimillonario hacendado de la región de San Miguel en el estado Trujillo, llegó a su hacienda “La Montanera”, de sorpresa, se veía bien, recuperado, no parecía una persona que había sido desahuciado por la ciencia, hace un mes aproximadamente, quien a pesar de sus sesenta años, conserva mucho de sus atractivos, en época de juventud. Para, Helena España, su joven y hermosa Gerente General, de apenas veinticuatro años, fue una agradable sorpresa verlo ahí, de pie en el umbral de la puerta en su oficina, razón por la cual, sonriendo y con unas ganas inmensas de correr hacia él, se levantó de su asiento apenas lo vio, caminando a su encuentro. El haciendo lo mismo, hacia ella sonrió, la abrazó y le besó levemente los labios; beso éste que no fue rechazado por ella, pues sentía, mucho agradecimiento, cariño y hasta una especie de lastima, por él. —¿Cómo estás? Preguntó él, todo emocionado. —Estoy muy bien,
Helena totalmente sorprendida, tragando en seco, ante esta propuesta, lo miró fijamente y tomando la copa en su mano, bebió de un sorbo su contenido. El sonriendo ante esta reacción de ella, afirmó: —Tú me dijiste que no te gustaba el licor ¿Y eso qué fue? —preguntó con un tono de voz modulado y fluido. —¡Perdóname! Pero no lo pude evitar, me sorprendiste. —Ya me di cuenta ¿Qué me respondes? —Nuevamente con una voz cálida y susurrante. —Si lo estás haciendo para que te herede. Te estoy muy agradecida, pero, ya me has dado mucho, tu amistad, apoyo y un puesto de trabajo. Te lo agradezco de todo corazón —afirmó ella, aunque eso significaba perder la posibilidad de ayudar lo más pronto posible a su padre, pero no quería hipotecar su vida así. —Helena, tú sabes, cuáles son mis sentimientos hacia ti, antes de conocer esta situación, te los declaré. Te amo y deseo que seas mi mujer. »Pero, lo que más deseo, es vivir mis últimos d