Helena totalmente sorprendida, tragando en seco, ante esta propuesta, lo miró fijamente y tomando la copa en su mano, bebió de un sorbo su contenido. El sonriendo ante esta reacción de ella, afirmó:
—Tú me dijiste que no te gustaba el licor ¿Y eso qué fue? —preguntó con un tono de voz modulado y fluido.
—¡Perdóname! Pero no lo pude evitar, me sorprendiste.
—Ya me di cuenta ¿Qué me respondes? —Nuevamente con una voz cálida y susurrante.
—Si lo estás haciendo para que te herede. Te estoy muy agradecida, pero, ya me has dado mucho, tu amistad, apoyo y un puesto de trabajo. Te lo agradezco de todo corazón —afirmó ella, aunque eso significaba perder la posibilidad de ayudar lo más pronto posible a su padre, pero no quería hipotecar su vida así.
—Helena, tú sabes, cuáles son mis sentimientos hacia ti, antes de conocer esta situación, te los declaré. Te amo y deseo que seas mi mujer.
»Pero, lo que más deseo, es vivir mis últimos días junto a ti, que seas la persona que éste conmigo en los últimos minutos o segundos de mi vida, que sea tu rostro, lo último que mis ojos vean.
»Además, quiero que sin ningún problema con Thomas, recibas la ayuda económica que necesitas para tu padre, esa cantidad la recibirás, apenas te cases conmigo, ya hice el contacto con el médico y la clínica que en Estados Unidos realizará la cirugía, ellos se encargaran de tener el donante disponible.
Helena, esperando que el mesonero terminara de servir, aprovechó estos minutos y pensó en Thomas, el hombre del que realmente estaba enamorada, pero ¡las paradojas de la vida! Era el que más la odiaba.
Tomando la copa, en la cual Don Juan vació más champaña, ella recordó nuevamente lo que vivió en su primera visita a La Montanera. Esa noche descubrió que Thomas Briceño era veterinario, un playboy, quien vivía rodeado de mujeres jóvenes y muy bellas. Al verla llegar con Raúl, se sonrió con ella, sin embargo, no se le acerco, sino que se mantuvo a cierta distancia de ella.
Esa noche Don Juan la acaparó totalmente, se dedicó desde el instante que la vio llegar, a atenderla exclusivamente y no se separó de ella en ningún momento. Aunado a esto, ella pudo percibir entre los invitados, la presencia de dos mujeres jóvenes, muy bellas, quienes se desvivían por tener la atención de Thomas e incluso una de ellas no se separó de él.
Después, supo que era Roxana Díaz, la mujer que pasó toda la fiesta junto a Thomas, parecía una leona con él. Posteriormente, don Juan invitó a Helena al establo donde estaba la yegua Princesa y su cría, para que los conociera personalmente. Pero, hubo un momento, donde él salió para despedir a uno de sus invitados, dejándola sola en el establo, con el animal.
En tanto, Helena continuando en el establo, sola, fue sorprendida por Thomas, quien de repente había cambiado su actitud, por lo que al verla ahí, cerca de la yegua y su cría, dirigiéndole una mirada gélida, le preguntó:
«¿Qué haces aquí? Si quieres revolcarte con mi padre, hazlo en cualquier parte de la hacienda, pero aquí me respetas a Princesa»
Ante esta ofensa tan violenta y descabellada, Helena le soltó una bofetada con todas sus fuerzas, por lo que él, mirándola con rabia, la tomó de las manos, le dobló los brazos hacia atrás, diciéndole muy bajo para evitar que alguien más lo escuche:
«No se te ocurra volverme a pegar en la cara, porque te juro que no responderé…», gruñó con sus dientes fuertemente apretados.
El, al escuchar la voz de su padre, que regresaba, la soltó y ella salió corriendo, despidiéndose de don Juan y buscando a Raúl, su amigo para retirarse de la hacienda. Esa noche, Helena casi no pudo dormir por la amarga experiencia, además, era la primera vez que un hombre la trataba así y le hacía llorar.
Ella, rememorando con lujos de detalles, esa noche concluyó, que si bien es cierto, desde que lo vio, se sintió atraída por él, por su porte, físico, esa mirada y risa seductora, que derriban cualquier muro, la conquistaron, sin embargo, eso no bastaba para guardar sentimientos de amor por él, porque era un auténtico patán.
De vuelta a la realidad, don Juan, una vez que se retiró el mesonero, sacando a Helena del mar profundo de sus recuerdos y pensamientos, le tomó la mano por encima de la mesa y le preguntó:
—¿Qué me dices? Te estoy dando la posibilidad de obtener el dinero para prolongar la vida de tu padre…
—Ya te dije que no. ¿Tú, como los demás, crees que me estoy acercando a ti por tu dinero? —preguntó Helena, quien se enfureció al pensar que él dudaba de ella, como su hijo, levantándose de la silla para retirarse del lugar.
—No, Helena por favor no pienses eso de mí. Jamás he dudado de ti. Se bien la clase de mujer que eres —levantándose, acercándose a ella y tomándola de la mano, le dijo—: por favor escúchame...
»Solo busco, ayudarte para que puedas prolongar la vida de tú padre. Con el matrimonio, está justificada toda ayuda que te haga, no necesito dar explicaciones a nadie, es solo para protegerte del que dirán los demás. Es por ti, yo no necesito explicar que hago con mi dinero —logrando que ella vuelva a su silla de nuevo.
—Entiéndeme… Juan, no ha sido fácil para mí, mantenerme en el cargo que me diste y tu bien sabes ¿Por qué? La mayoría piensa que llegue a él, por mi cara y mi cuerpo, no por mi desempeño. De aceptar eso, corroboraran lo que piensan.
—No te dejes llevar por el qué dirán. Yo solo quiero ayudarte y a tu familia —insistió él— Al casarnos, recibirás todo el dinero que requieres para el trasplante de tu padre, lo haré desde mi cuenta personal, será como un regalo de bodas para ti.
Ella pensando, nuevamente sus palabras y convencida de la bondad y sinceridad de parte de él, le respondió:
—Sí, estaría dispuesta a cumplir ese sueño, pero solo con dos condiciones… contestó ella decidida a aceptar su oferta.
—¿Cuáles? —preguntó él intrigado.
—Primero, no seré tu heredera… Aceptaré tu ayuda para la intervención quirúrgica de mi padre, pero nada más, siempre y cuando tu hijo no se entere de eso.
—¿Cuál es la segunda condición? —preguntó con un tono de voz más grave.
—Que es cierto que te quiero mucho, eres mi más grande amigo, por quien soy capaz de hacer cualquier cosa, pero no puedo ser tu mujer…
—¿Por qué? —mirándola fijamente y acercando su rostro al de ella.
—Soy virgen Juan y mi pureza la reservo para entregarla al hombre de quien me enamore —respondió ella de forma irrefutable.
—Tú sabes que te deseo, eso ya lo debes haber percibido —respondió él pensativo.
—Si, pero… no te amo. No como tú quieres. Te quiero como amigo, te estoy muy agradecida por todo cuanto me has ayudado. Te respeto y te admiro, pero no te amo Juan —le aseguró, ella.
—¡Oh! Me encanta tu sinceridad, como eres, siempre de frente, decidida.
—Si no aceptas mis condiciones, no te puedo complacer —contestó ella, muy concluyente.
—Acepto… acepto, tus condiciones —afirmó él con un tono de voz más grave y profunda.
—Entonces… yo acepto, casarme contigo —afirmó ella con mucha seguridad.
—Espera. Con esto sellaremos nuestro compromiso. —Buscando en el bolsillo de su pantalón un estuche de regalo y extrayendo el anillo, el cual colocó en su dedo anular.
Cuando Juan, la llevó hasta su casa, encontró a sus padres despiertos. Ella, al ver que se bajaría, lo detuvo unos instantes en su coche, pidiéndole por favor, que no le diga a sus padres las condiciones bajo las cuales se fijó este compromiso. No quería hacerlos sentir mal. Ellos siempre han querido su felicidad.
—Mi amor, estoy totalmente de acuerdo contigo, esto será un secreto entre tu y yo, nadie más debe enterarse de esto.
—Gracias.
—Helena, aquí el que tiene que dar las gracias soy yo. Tu eres demasiado buena y bondadosa, creo que nadie, a estas altura de su vida haría algo así.
—Te admiro, te respeto y te quiero mucho —respondió ella mirándolo fijamente y sonriendo con él.
—Vamos mi pequeña, aprovecharemos para hablar de una vez con tus padres, recuerda que no tengo mañana, este compromiso será el más corto de la historia, en cuestión de días nos casaremos.
—Ok, como digas —respondió Helena.
—Haremos una celebración intima, en la hacienda —Agregó él.
—Estoy de acuerdo.
—Acondicionaré mi recamara tanto en la hacienda como en la capital, para que siempre estés conmigo.
—No hay problema.
Los dos entraron, saludaron a los padres de ella y Helena les pidió ir a la sala para informarles algo. En voz baja, Juan le pidió que dejara que él hablara, lo cual ella consintió.
Así fue como Juan pidió la mano de Helena. Los padres de ella, no estaban muy convencidos por las diferencias de edades, pero si ella ya lo había aceptado, ellos respetaban su decisión. Su hija siempre ha sido una persona madura y con mucho sentido común.
Juan invitándolos para una cena en su hacienda al siguiente día, se despidió de ellos. Helena y su mamá lo acompañaron hasta el coche.
Al día siguiente, don Juan habló con su hijo Thomas, le manifestó que lo necesitaba esa noche en la casa, porque tenía algo que anunciar; motivado a esto, habrá una cena con sus allegados más íntimos, que por favor, invite a Miguel Alcántara y su padre, quienes son sus mejores amigos.
Siendo casi las siete de la noche, Don Juan envió a unos de sus chóferes para que busque a Helena y sus padres. Al llegar estos, llamó la atención a sus pocos invitados y les informó, que se había comprometido con ella, por lo que en muy pocos días, celebrará su matrimonio.
Thomas no podía creer esto, que Helena se atreviera a tanto, solo por escalar un lugar en esta sociedad, pues, para Thomas, Helena no dejaba de ser más que una cazafortuna, que estaba detrás del dinero de su padre.
Los invitados de don Juan, aplaudieron este anuncio y los felicitaron. Salvo él, quien salió del salón sin decir nada, subió a su habitación, preparó una maleta y quemando cauchos en su camioneta, salió de la hacienda hacia un lugar desconocido.
Las reflexiones de Thomas…
Para él, esto no era más que una farsa entre ellos, porque estaba seguro, ella no estaba enamorada de su padre. Además, él respetaba mucho a don Juan y considerando que si había llegado hasta aquí, era por algo, por lo tanto, no se metería en sus asuntos.
Una vez, en la barra del hotel del pueblo, pidiendo una botella de licor para olvidar, lo que acaba de presenciar, comenzó a recordar, la primera visita de Helena a la hacienda:
«¡Estaba muy hermosa! Tenía unas ganas de domarla totalmente», pensó él. Pero, su padre la acaparó, no permitiendo que alguien se acercara a ella, razón por la cual, él se sentía furioso, celoso.
Luego, siguió recordando, como Roxana, le susurró a su oído:
—Tu padre está besando en el establo, a su nueva conquista.
El furioso, como estaba, salió para comprobar lo que ella le había dicho y es cuando la consigue sola en el establo. Helena lo abofeteó, porque él supuestamente la insultó, lo cual, incluso le hizo dudar sobre lo que le comentó Roxana, pero con esto de hoy, constata, que era cierto lo que aquella había dicho.
Mientras, en la hacienda…
Don Juan, quien no se había dado cuenta de la reacción de su hijo; al tratar de ubicarlo, preguntó al personal del servicio por él y ellos le avisaron lo que había ocurrido, llevándolo esto, a reflexionar y preguntarse…
«¿Qué le pasará a Thomas? ¿Por qué actúa así? Parece un hombre celoso», pensó él, preocupado por su hijo.
Seguidamente, después de la cena todos se retiraron a la terraza, Miguel se acercó a Helena, quien dudando de sus intenciones, lo escuchó: —Me sorprendió éste compromiso —comentó con distante cordialidad. —¿Por qué? —preguntó ella, con una voz hostil. —Tú bien sabes ¡porque! Esto era algo que Thomas no esperaba —comentó incrédulo. —Y ¿qué era lo que él esperaba? —preguntó ella distante y fría. —¡Cualquier cosa! Menos esto, sobre todo, que tú te comprometieras con su padre —comentario que hizo, frunciendo el ceño. —Miguel… prefiero no me digas nada. Tu opinión es muy subjetiva y te entiendo, porque es tu mejor amigo. —Sé que has conocido, la otra cara de Thomas, la que absolutamente nadie conoce, porque como él me ha dicho, tu enciendes su instinto animal, pero ya debes saber lo que siente por ti —comentó el con un tono de voz muy bajo, casi susurrante. —Entonces… mejor no sigamos hablando, por favor —dijo ella, co
Al llegar el doctor Heriberto Dosanto a la mansión, consiguió muy mal a su amigo. Helena le hace un resumen de los acontecimientos de los últimos días, lo cual, llevó al médico a llamarle la atención por esto. El le había dicho que no debía esforzarse por nada, cosa que no cumplió y de ahí su estado de gravedad, aligerando el desenlace fatal. Después de felicitarla, le agradeció por haberlo llamado, el mismo llamó una ambulancia para trasladarlo a la Clínica, donde permaneció recluido por dos semanas, debatiéndose entre la vida y la muerte. Heriberto, asombrado por lo rápido que se desarrolló el desenlace fatal de su amigo, lo apoyó mucho. En tanto, Helena no abandonó en ningún momento la clínica, siempre estuvo a su lado. Para ella, lo importante era, que al abrir sus ojos siempre la viera su lado, pues eso era lo que más él deseaba y ella había aceptado este matrimonio solo para complacerlo y hacerle mas grato los últimos días de su existencia. Juan unos dí
Thomas, ciego del dolor y de la pena, no procesaba del todo lo que le decía el mejor amigo de su padre, sobre todo lo que tenía que ver con Helena. Esto ha sido un duro golpe para él, el doctor le ayudará a realizar los trámites, para su traslado. Mientras, Miguel sentándose a un lado de Helena, le preguntó: —¿Qué fue lo que pasó? —preguntó él, con una actitud muy cordial. —Tenía una enfermedad incurable y estaba en su fase terminal. —¿Tú lo sabias? —inquirió él, con una voz grave. —Si. Lo acompañé cuando le hicieron la cirugía y el médico nos dijo que ya no había remedio. »Aunque no me creas, le pedí muchas veces, al igual que su amigo Heriberto, que hablara con Thomas, pero nunca aceptó, porque no quería que él sufriera. —Te creo. Y tú ¿Cómo estas? —mostrando empatía con ella. —A pesar de todo, bien. Estuve con él todo el tiempo, nunca lo dejé solo, por eso, diga lo que diga tu amigo, yo me siento bien y
Thomas, agarrando fuertemente a Helena por el brazo, halándola hacia su cuerpo, mirándola con rabia y ¿odio? Provocó en ella un intenso dolor, por lo que sus lágrimas brotaron y gritó: —¡Ay! —Ante este grito de dolor, Miguel reaccionó y se enfrentó a él: —Thomas ¡suéltala, por Dios! Le estas haciendo daño. —Levantando la voz, tomándole del brazo y obligándolo a que la soltara— ¡Déjala tranquila! »Ya Pedro, te lo dijo, lleva dos noches sin dormir, no ha sido fácil tampoco para ella. Por favor, ella también esta sufriendo por esto. —¡Discúlpame! —dijo Thomas, soltándola bruscamente y caminando hacia las escaleras para subir a su habitación. Ante esto, Miguel, acercándose a ella, le dijo: —¡Discúlpalo, por favor! Esto ha sido muy fuerte para él, era algo que nunca esperaba pasara tan rápido y más cuando don Juan se veía tan sano, lleno de vida —le dijo Miguel, en defensa de su amigo, quien se veía muy mal. Helena masajeando
Thomas, al ver que los periodistas insisten en hablar con la viuda de su padre, decide buscarla. Por su parte, Helena, en su oficina, comienza a sacar todas sus cosas personales, para llevárselas de ahí. Ellas las coloca en su escritorio y organizando esto, recibe la visita de Thomas: —¿Qué haces? —preguntó arqueando la ceja. —Recogiendo mis cosas. Me imagino, que para ti será una inmensa satisfacción despedirme, así que no te daré ese gusto, ¡renuncio! Y por eso estoy recogiendo mis cosas —respondió ella con una expresión arisca. —¿Vas a hacer eso en este momento, que está toda la prensa aquí, detrás de ti y de mi? —preguntó él, incrédulo y llevándose una de sus manos a su rostro. —Me ha importado muy poco lo que digan los demás —respondió ella retadoramente. —A ti que te puede importar eso, si eres una mujer sin moral, que consideras que el fin justifica los medios, —Gruñó con rabia. —¡Ya Thomas! No estoy dispuesta a escu
Inicialmente, el abogado leyó las innumerables propiedades en el extranjero como en el país. Después, detalló las distintas acciones de las diversas empresas. Asimismo, hizo referencia a la hacienda, con sus semovientes, incluyendo los caballos de carrera y el harás La Montanera en la Capital. Luego, identificó las empresas de importación y exportación, asimismo, las cuentas que tenia en bancos extranjeros, junto con las cuentas en entidades financieras dentro del país. Posteriormente, declarando el amor que sentía por su único y exclusivo hijo, quien sería el encargado de continuar su legado, su patrimonio familiar y su apellido, dejó constancia, adjuntando los documentos que así lo acreditan que llevó a cabo un proceso de adopción de Thomas, el cual le fue concedido cuando éste tenia dieciséis años, por lo tanto, solicitaba que Thomas hiciera uso de su apellido: Montero. Que, por resguardo de él, como de todo aquello que le corresponde com
Helena al llegar a su habitación, preocupada le pregunta: —¿Padre, qué te paso? ¿Por qué estas así? —Hablé con mi amigo, me mencionó los riesgos que vamos a correr al quedarnos aquí. Hay muchos que ya saben, que tú eres la heredera de Don Juan, porque te casaste con él… y nos exponemos a ser el foco de atención de los delincuentes de zonas vecinas, recuerda que aquí todos nos conocemos. »Que lo mejor sería que aceptaras la herencia para mudarnos a una casa más segura, por el riesgo que estamos corriendo, sobre todo con tantas personas nuevas en el pueblo, debido a la construcción de la represa. Helena escuchando a su padre, de inmediato tomó una decisión. Al salir de su habitación, ella hablo con el abogado respondiéndole que aceptaba la herencia. El abogado al escuchar la respuesta de ella, la felicitó y le advirtió que era lo mejor que podía hacer, porque les daba tiempo a ellos para resguardarla, advirtiéndole también, que debía a
Al llegar a su oficina, Helena, encuentra a Thomas, sentado en su oficina, mirando lo que ha escrito en la pizarra que tiene en su despacho y tomando notas de esto: —Buenos días —saludó ella. —¿Por qué llegas a esta hora? Se supone que hoy hay reunión con los trabajadores —pregunto él desafiante, arqueando la ceja. —Primero, no es tu problema a qué hora llego y segundo, la reunión es mía, no tuya y no te necesito para lo que tengo que hacer —respondió ella en un tono de voz frio y cortante, recordando que el día anterior la dejó con la palabra en la boca. —Perfecto, resuelve que para eso estas aquí —levantándose de la silla y saliendo de la oficina de ella. Ella se quedó observándolo, le pareció extraño que no le diera una respuesta más hiriente y cortante. Sacudiendo los pensamientos por él, buscó todo cuanto necesitaba, lo metió en un bolso que se puso encima de su cuerpo y salió hacia las caballerizas. Buscando a José, el capa