CAPITULO 4   

Al llegar el doctor Heriberto Dosanto a la mansión, consiguió muy mal a su amigo. Helena le hace un resumen de los acontecimientos de los últimos días, lo cual, llevó al médico a llamarle la atención por esto. El le había dicho que no debía esforzarse por nada, cosa que no cumplió y de ahí su estado de gravedad, aligerando el desenlace fatal.

Después de felicitarla, le agradeció por haberlo llamado, el mismo llamó una ambulancia para trasladarlo a la Clínica, donde permaneció recluido por dos semanas, debatiéndose entre la vida y la muerte. Heriberto, asombrado por lo rápido que se desarrolló el desenlace fatal de su amigo, lo apoyó mucho. En tanto, Helena no abandonó en ningún momento la clínica, siempre estuvo a su lado.

Para ella, lo importante era, que al abrir sus ojos siempre la viera su lado, pues eso era lo que más él deseaba y ella había aceptado este matrimonio solo para complacerlo y hacerle mas grato los últimos días de su existencia.

Juan unos días antes de cumplir las dos semanas en la clínica, habló con Helena:

—Me en-canta… abrir mis ojos y… v-er… ver que es-tas…  aquí mi pe-que-… pequeña —con una leve sonrisa en sus labios.

—Siempre voy a estar aquí, te lo prometí en la boda, pero por favor, no hables para que no te canses.

—Be-be… besa-me, He-le… Helena…

Ella complaciéndolo acercó sus labios a los de él y lo besó con suma ternura, provocando una leve sonrisa. Juan buscó la mano de ella y la llevó a su boca para besarla. Después de esto, volvió a dormirse. En vista, que el doctor no daba esperanzas, ella cada vez más preocupada le pidió:

—Creo deberíamos avisar a Thomas, el tiene derecho a estar aquí  —le pidió Helena suplicante al médico.

—Pero Juan no lo quería así. Solo me exigió llamarlo si ocurre lo inevitable —fue la respuesta emitida por el médico.

 »El no quiere que en este proceso final lo vea Thomas. Tú sabes que a pesar de no ser su hijo biológico, lo ama y no desea que sufra por él.

»Así que cualquier problema con Thomas, yo estaré aquí para aclararle las dudas.

—Se lo voy a agradecer Doctor, Thomas es precisamente, la persona que más desconfía de mí. Creo que me odia —al decir esto último, se le quebró la voz, a punto de soltar el llanto.

—Tranquila Helena, Thomas me conoce, sabe como soy, siempre ha creído en mí y me respeta. Si quieres, llegado el momento, hablaré con él.

—Se lo agradezco. Creo ser la menos indicada para dar esa noticia a él. —Agachando la cabeza.

Entre tanto, Thomas, siente como un presentimiento de que algo pasa. No obstante, el mismo llamándose la atención por esto, sacude sus pensamientos y se concentra en lo que hacía en ese momento.    

Simultáneamente, a miles de kilómetros de allí, Helena, esta desesperada pues don Juan se agravó y lo pasaron a UCI. Al tercer día de estar ahí, don Juan abre los ojos y le pide a su amigo, que le deje ver a Helena, que siente que es el final y desea irse mirando el rostro de ella.

Ante esto, su amigo, autorizó su entrada. Una vez, que él siente sus manos en las suyas, abre los ojos y le sonríe, diciéndole con una voz muy apagada y entrecortada…

—Te-te… a-amo… mu-mucho.

—Yo también, no hables, por favor, para que no te agotes. Aquí no debes hacer el más mínimo esfuerzo, de lo contrario me sacarán —le dijo ella con una voz muy dulce y melosa.

—Bée-sssa… me, He-le-na —dijo en un breve y bajísimo susurro, con su voz casi apagada y entrecortada.

Ella mirando al médico, solicita su consentimiento para besarlo, éste asintiendo con su cabeza y dejando correr unas lágrimas, la autorizó para complacerlo, siendo así como ella se acerca y posando sus labios sobre los de él, se escucha su último suspiro. Muriendo de esta manera don Juan.

Para Helena, a pesar de la enfermedad que él padecía, fue un duro golpe, pues, realmente quería a don Juan, no como hombre, sino como amigo y si se quiere hasta como un padre, porque a la larga desde que lo conoció, siempre la cuidó, la ayudó y la protegió.

Al confirmar la muerte de su amigo, Heriberto con Helena se abrazan y lloran ahí, pegados a su cama, su triste final. Estos al reponerse, salieron para avisar a Thomas, no obstante, al pensar bien su reacción, ella le recuerda al doctor que sea él quien informe a Thomas la triste noticia, para esto, le entregó el celular de Juan.

La fatal noticia a Thomas…

Al recibir de parte de Helena, el celular, él buscó el número de Thomas, al marcarlo, esperó éste le conteste. El se separó un poco de ella, para poder hablar tranquilamente con él. Una vez que éste contestó, le dijo:

—Hola, Thomas

—Hola Heriberto y eso… llamando tú del celular de papá… ¿Pasó algo? —preguntó él en tono de desconfianza.

—Hijo… no, no te… tengo buenas noticias —comentó con su voz quebrada.

—Dime… ¿Qué le paso a mi padre? Por favor… —preguntó Thomas con una voz desgarrada y presintiendo lo peor.

—Se que es un golpe duro para ti, el se empeñó en nunca decirte nada sobre su enfermedad, para qué no sufrieras, pero igual vas a vivir el amargo momento, de saber que ya no esta. Tu padre acaba de morir.

—No… no… no… ¿Eso no puede ser? Heriberto, dime que no, eso no es cierto —con un timbre de voz suplicante, mientras se escuchan los sollozos de Thomas.

—Hijo, se que esto es muy duro, pero es una gran verdad, hace unos minutos mi amigo… mi gran amigo, acaba de fallecer.

—Mi padre ha sido un hombre sano. Dime… por favor ¿Qué le paso? Esto no puede ser cierto. —Quebrándose su voz, por el dolor y el llanto.

Heriberto, lo dejó que drenará y luego le preguntó:

—Thomas ¿estas ahí?... ¿Sigues en línea?...

—Si, Heriberto… aquí estoy… hace como tres días tuve un presentimiento, pero no lo quise llamar, para no interrumpir… su luna de miel… —comento él,  titubeante.

—Cuando llegues, conversamos sobre todo eso. Ahora, por favor, necesito que vengas, porque él quería ser enterrado ahí en su hacienda, me comentó que tiene un panteón familiar. 

—Si, donde están enterrados sus padres y abuelos. El fue hijo único… Heriberto… ¿Por qué no me avisaste? ¿De que murió? —preguntó Thomas, casi sin poder hablar.

—De una enfermedad incurable, que lamentablemente, no se detectó a tiempo. Tu padre por ese amor que sentía por su trabajo, no le prestó atención a ciertas molestias y cuando ya me buscó para que lo ayudara, era demasiado tarde.

—Y su mujer… ¿Por qué tampoco me aviso? Bueno… si a ver vamos, a ella le convenía mantenerlo alejado de mí —aseguró hostilmente.

—Thomas, se que esto es duro, pero por favor, no culpes a Helena de nada, ella acompañó a tu padre en los momentos más difíciles e hizo agradable su ida de este mundo. Además, él no permitió que ella te avisara.

—Heriberto, ya salgo para allá. Voy a llamar al capitán  Martínez para que me traslade de una vez. ¿Dónde lo tienes?

—Aún esta aquí en mi clínica —respondió el médico,  con una marcada tristeza  en su voz.

—Okey, por favor no dejes que hagan nada, yo lo quiero ver, antes que lo lleven a cualquier parte.

—Tranquilo pediré que no lo saquen hasta que llegues tú.

—Te agradezco.

La espera y llegada de Thomas…           

Helena, escuchó la conversación que sostuvo Heriberto con Thomas y como pensaba, ahora él desconfiaría de ella. No obstante, se quedó ahí, cerca del mayordomo, quien en ese momento, le traía un té para calmarle un poco el frío que ella sentía y aliviar el temor ante el enfrentamiento que tendría con Thomas. 

—Tenga señora, Helena.

—¡Ehhhh! Graaa-cias, Peee-dro, eee-eres muy aaa-mable, ahora… si, si me hace falta, el  té, para enfrentar… lo que venga —agregó con voz  trémula cargada de emoción.

—Usted tranquila señorita, el joven puede que venga muy enojado por no haberle dicho nada antes, pero eso se le pasa rápido, él es una persona de muy buenos sentimientos, además muy comprensivo.

—Yo-yo, no-no… no pienso lo mismo, co-co conozco el otro lado… de… su rostro —dijo ella, sintiéndose un poco mejor— Pedro, para evitar cualquier problema, prefiero irme por mi cuenta.

—¡No, no señora, espere! Estoy seguro el joven Thomas, entenderá

—Pe-dro, pre-prefiero evitar, sacaré… mis cosas de la casa y me… iré… a un hotel hoy mismo  —afirmó,  continuando con el mismo tono de voz.

—No señora, usted no se puede ir, eso me lo encargó mucho don Juan. Usted es tan dueña de la casa como el joven Thomas.

—No, no, no Pedro, con-ti-go puedo ha-hablar con con-fianza, una de las condiciones para casarme, fue esa, no heredaré nada. No quiero ni su dinero, ni sus bienes.

»A-aan… antes de ca-sarme, le exigí es-to, estoy segura me complació, no heredaré nada de él, todo es y será de su único hijo Thomas.

—Si, señora —dándose por vencido Pedro, ante la insistencia de ella.

—Estoy segura, él no me falló, no lo hizo nunca…. Era todo un caballero… por eso siempre lo respeté, lo admiré y de ahí, el complacerlo casándome con él. El no me involucraría en esos problemas —comentó ella, más calmada y controlada.

»Además, Pedro, no tengo muchas fuerzas para pelear; estoy realmente agotada, sin ánimo para nada. Voy a esperar que llegue Thomas, para darle la cara, pero después me iré, así que por favor me llevas contigo.

—Si señora, ese también es su hogar, por ser la viuda de mi señor.

—No… ese, no es mi hogar, el mío… esta junto a mis padres en San Miguel. Gracias… Pedro, por tu lealtad, me encantó mucho conocerte —respondió ella, apretando fuerte sus ojos, llevándose sus dedos pulgar e índice de la mano izquierda, a los extremos externos de sus ojos, ante el cansancio y el sueño.

—A mi también, señora, desde el primer día que la vi, descubrí la calidad de mujer que es usted, como mi patrón, por eso la amaba mucho —le respondió el con mucho respeto.

—Gracias… por tus palabras. Voy a sentarme porque de repente, la espera sea larga y esta que me vence el sueño.

—Si, señora.

Entre tanto, Thomas acompañado por su amigo Miguel, aterrizaba en la Capital, el Capitán Martínez, ante esta noticia, hizo el trámite de urgencia para volar hasta allí. Luego uno de los chóferes de la mansión los buscó en el aeropuerto y los trasladó hasta la clínica del Doctor Heriberto, donde lo están esperando.

Thomas venía tan alterado y desesperado que al verla sentada, en la sala de espera de la UCI, no respetó el lugar y comenzó a insultarla ahí mismo:

—Esto debe ser obra tuya, por eso estabas tan apurada por casarte con él —apretó los dientes. Ella levantándose del asiento, quiso salir, pero él tomándola fuertemente por el brazo, no lo permitió.

Ella no le contestó nada, solo hacia esfuerzos por soltarse de sus manos, pero sus ojos se desbordaron en lágrimas, no podía ni coordinar una palabra. En vista de esto, Pedro corrió al consultorio del doctor Heriberto, mientras Miguel, lo enfrentaba, pidiéndole, la soltara.

El médico, corrió de inmediato al área donde ellos estaban. Una vez  frente a Thomas, Heriberto trató de calmarlo y se lo llevó a su consultorio, donde le explicó absolutamente todo lo que había pasado, sobre todo, haciéndole ver como Helena se había dedicado en cuerpo y alma a su padre, como también lo había hecho anteriormente, cuando lo acompañó para la cirugía. 

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