—¿Que sea tu qué? —pregunté aún con el corazón en la garganta.—Mi Luna —repitió Enzo con esa seguridad que tanto lo caracteriza—. Con todo lo que eso implica.Mi cuerpo se tensó. La propuesta era directa y contundente…—Pero apenas nos conocemos —repliqué—. Un matrimonio… eso es algo serio.—No todos los matrimonios se forman por un vínculo bendecido por la diosa Luna —me dijo sin rodeos—. También existen los compañeros elegidos… y yo te elijo a ti.—Pero nosotros no nos amamos —solté, buscando un punto de cordura en medio de todo aquello.—Por ahora, eso no es importante —contestó, dando un paso hacia mí—. Basta con la atracción que sentimos.Su cercanía me cortó la respiración. Su presencia era abrumadora. Sentía mi piel erizarse por completo.—Yo… —intenté decir algo, cualquier cosa, pero mi voz se quebró.—No es necesario que digas nada —murmuró él, con sus ojos fijos en los míos—. Sé perfectamente que te gusto tanto como tú me gustas a mí. Lo demás vendrá después.Quise replicar
Freya se aferraba al cuerpo sin vida de su madre, con las manos cubiertas de sangre y el rostro deformado por la desesperación.—¿Por qué lo hiciste, mamá? —gritaba entre sollozos—. ¿Por qué tuviste que preferir a ese pusilánime en lugar de tu propia hija? ¡Tú eras lo único que yo tenía!La puerta se abrió de golpe y Dante irrumpió en la habitación, su presencia como una tormenta contenida.—¿Qué fue lo que pasó aquí? —preguntó, escaneando la escena con la mandíbula tensa.—Se suicidó —respondió Freya con la voz quebrada—. Me echó en cara que nosotros habíamos matado al imbécil de Richard… y se quitó la vida. No pudo soportar el dolor. ¡Y todo por tu culpa! ¡Porque fuiste tú quien le quitó la vida!Dante se acercó a ella con paso decidido. La sujetó bruscamente del cabello, obligándola a mirarlo.—¡Ya basta, Freya! Soy tu alfa. Nunca en tu vida se te vuelva a ocurrir hablarme de esa manera.—¡Ni siquiera puedes respetar el dolor que siento por haber perdido a mi madre!—Aquí no hay lu
Nos infiltramos en la manada Luna Roja usando una pócima que Dorian preparó. Esta enmascaraba nuestro olor, haciéndonos pasar como simples lobos. Tratamos de pasar desapercibidos, vigilando cada uno de los movimientos de aquella gente.Lo primero que notamos fueron los funerales que se llevaban a cabo, y grande fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que era la esposa del beta quien se había suicidado. Nada más y nada menos que la madre de Freya. Aquel asunto no parecía una simple fatalidad; al parecer, estaba teñido de algo más que no tardaríamos en averiguar.—Pobre Charlotte, no pudo soportar perder a su compañero.—Richard era un gran beta —decían las lobas en el mercado—. Esa familia ha estado rodeada por la desgracia. Primero la hija, que les salió una zorra; después, al padre lo matan los pícaros, y ahora esto…Pero lo que más me sorprendió fue la revelación de la futura Luna. ¿Quién hubiera imaginado que Freya estuviera enamorada de Dante? Y ahora van a casarse.—Ojalá que tod
Cuando ya emprendíamos la retirada, tomé la decisión de quedarme y les ordené a mis hombres que se marcharan. Necesitaba ver el dolor de ese bastardo con mis propios ojos.Veía cómo todos se desvivían por atenderlo, mientras él se retorcía de dolor. Era tal como quería: que recibiera los impactos sin saber siquiera de dónde provenía todo esto.—¡Quiero que encuentren al infeliz que me hizo esto! ¡Nadie osa entrar a mi territorio sin recibir su castigo! —rugía como un animal acorralado.—Amor, tienes que tranquilizarte —intervino Freya con una teatralidad absurda desde la esquina, sin saber qué hacer.Cuando los médicos terminaron de revisar su pierna, le informaron lo que ya sospechaba.—La flecha estaba envenenada.—¿Va a morir? —preguntó uno de los ancianos con tono preocupado.—No. El veneno no parece ser letal, pero ataca directamente los nervios. Experimentará un dolor agudo durante algún tiempo.—¡Maldita sea! —bramó Dante lleno de impotencia.—¡Todos son unos inútiles! ¿Cómo es
Madeline.Hoy sería el día más importante de mi vida.El día en que mi destino cambiaría para siempre.Frente al espejo, observé mi reflejo con el corazón latiéndome en el pecho. No podía creer que esa joven que me devolvía la mirada fuera yo.Mi piel parecía más luminosa que nunca, como si el brillo en mis ojos iluminara cada rincón de la habitación. El vestido blanco se ceñía perfectamente a mi figura, con finos bordados que parecían entrelazarse como raíces de plata sobre la tela. Mi cabello caía en una trenza suelta, adornada con pequeñas flores que relucían como estrellas.Era como si en ese momento todo lo malo hubiera quedado atrás. Los miedos, las dudas… nada importaba.Hoy me casaría con Dante.Sentí un nudo en la garganta al pensar en él. El alfa de nuestra manada… fuerte, imponente y protector. Desde que éramos niños había sentido algo especial por él, y aunque nuestras vidas nos habían llevado por caminos distintos, el destino terminó por unirnos.Por fin sería su compañer
Madeline. El sonido de una puerta crujiendo me sacó del letargo en el que estaba sumida. Mi cabeza latía como si me hubieran golpeado con una piedra, y el ardor en mis muñecas me recordaba que seguían atadas.Traté de moverme, pero el entumecimiento me lo impidió. Entonces la vi… Freya estaba de pie frente a mí, con una sonrisa burlona que me heló la sangre.—Vaya… por fin nuestra novia fugitiva despertó —se mofó con tono venenoso.Mi mirada se dirigió a la figura que estaba detrás de ella. Dante. Mi prometido. Mis labios temblaron y mi voz apenas salió.—¿Ustedes…? —balbuceé, incrédula—. ¿Ustedes están detrás de esto?—Por supuesto, estúpida —se burló Freya—. Lo planeamos juntos.El impacto me dejó sin aire.—No… no puede ser —murmuré—. ¿Por qué? ¿Por qué me están haciendo esto? Tú eres mi hermana… Y tú… tú eras el hombre con el que iba a casarme…La sonrisa de Freya se ensanchó con crueldad.—¿Hermana? —espetó con desprecio—. Tú y yo no somos nada. La hija del beta siempre fuiste t
Enzo.El aire de la noche me golpeó de frente. Había decidido salir a cazar porque las malditas pesadillas no me dejaban dormir. Se repetían en mi mente cada noche, atormentándome con la misma escena: la noche en que perdí a Isabella. Ella había salido de la manada después de nuestra discusión, y yo, consumido por mi orgullo, no salí a buscarla hasta que ya era demasiado tarde. La encontramos destrozada, violada y muerta. El recuerdo de ese momento me perseguía cada noche, y las pesadillas me atormentaban sin cesar.Desde entonces, mi existencia se convirtió en una guerra. Luché para que mi manada fuera la más poderosa, hasta convertirme en lo que ahora soy: el alfa oscuro. Mi objetivo era claro: vengarme de aquel que me arrebató a Isabella y destrozarlo con mis propias manos.Estaba perdido en mis pensamientos cuando, a lo lejos, vislumbré un fuego hambriento devorándolo todo a su paso. El terror se aferró a mis entrañas como garras afiladas. Otra vida a punto de ser consumida.—¡Mué
Madeline. La maldad de mi hermanastra no tenía límites.Cuando el caos terminó y el fuego consumió lo que una vez fue mi refugio, ella regresó con sus esbirros para asegurarse de que no quedara rastro alguno que evidenciara su culpabilidad. Freya no era una tonta; sabía que si Dante descubría la verdad, si se enteraba de que me había asesinado, iría contra ella con toda su furia. Sus órdenes habían sido claras: solo desterrarme, apartarme de su camino sin derramar sangre. Pero ella nunca acataba las reglas, no cuando podía salirse con la suya.—Limpien todo —ordenó con su tono gélido y autoritario—. Que no quede evidencia de lo que ha pasado aquí.—Así será, mi Luna —respondieron al unísono sus hombres, inclinando la cabeza en señal de respeto.Freya los recorrió con la mirada, su expresión era la de una fiera que ha conseguido su ansiada presa.—Más les vale —advirtió, su voz impregnada de veneno—. Porque si cometen el error de hablar… si a alguno de ustedes se le ocurre abrir la bo