La venganza de la ex esposa
La venganza de la ex esposa
Por: J. I. López
Prefacio

—Me voy, y no me importa decir la verdad, esa mujer es mucho más hermosa de lo que tu lo eres, es toda una belleza, además, de buena familia, en cambio tú, ciertamente, has perdido tu belleza, te has vuelto aburrida — decía el hombre mientras colocaba el resto de su ropa en aquella maleta negra. Dispuesto a abandonar para siempre a aquella mujer a la que le había prometido un día su vida entera, la miro de soslayo con un deje de burla notando el aspecto desalineado y las lagrimas que le resbalaban por el rostro a su ahora ex esposa.

La mujer miraba a aquel hombre que le había prometido ante Dios estar con ella el resto de sus días, ser su compañero de vida y quien la haría feliz el resto de ella. Sentía su corazón romperse en mil pedazos. Al comienzo, habría querido creer que él no la había traicionado, sin embargo, al verlo tomar aquella maleta ya dispuesto a marcharse, corrió para aferrarse a su brazo y no dejarle ir.

—No te vayas, por favor, tu me prometiste que estaríamos juntos para siempre, que me amarías toda tu vida, ¿Dime porque cambiaste? ¿Por qué me estas dejando por otra? — cuestionaba la pobre mujer sin lograr entender porque razón era que aquello estaba pasando.

Tomándola de la muñeca, el hombre empujo a la mujer lejos de el y luego se burló.

—¿Por qué? ¿En serio me estas preguntando eso? ¡Solo mírate! Subiste de peso, ya no te arreglas como antes, tu cabello luce opaco, sin vida, y tus piernas ahora son demasiado gordas, ¡Te has vuelto realmente horrible! Y yo soy demasiado rico y apuesto para estar con alguien como tú, necesito una mujer a mi altura, ahora entiendo, mi padre tenia razón, no debí casarme con una pobretona como tú, mi nueva mujer es fina, demasiado hermosa, y la hija de una familia con mucho dinero, tu…tu eres simplemente patética, ¡Mírate! Estas allí llorando como una estúpida, me das asco — respondió con crueldad el hombre logrando así terminar de romper el corazón de ella quien sentía que aquellas lagrimas le brotaban desde lo más profundo de su ser mismo.

—¡Enzo! ¡no te vayas! — grito al verlo marcharse por aquella puerta de la casa que una vez fue su dulce hogar.

—Adiós Adalet, no volveremos a vernos — se despidió Enzo Stone dando una ultima mirada de desprecio a su ex esposa mientras arrojaba al suelo los papeles del divorcio.

Se escucho el azotón de aquella puerta, y luego, solo el llanto ahogado rompía el silencio que ahora reinaba en esa casa. Adalet se arrastró como pudo hasta donde aquellos papeles habían quedado regados, eran los papeles de divorcio. Por supuesto, no había hecho falta su firma allí para hacerlo efectivo, después de todo, los Stone eran personas con poder, millonarios; podían comprar hasta la risa de cualquiera, y un juez corrupto había sido participe de aquello.

Sus sollozos inundaron aquella casa que ahora le parecía demasiado grande y solitaria. Sus lagrimas empapaban los papeles que decían que ya no era ni seria nunca mas la señora Stone, y sacando de su bata de dormir aquel objeto, lo miro sintiéndose aun más sumida en la desesperación. Era por esa razón que ella había subido de peso, que sus piernas “gordas” se habían hinchado y que lucia mas agotada y ojerosa de lo normal, sin embargo, tan solo eso había bastado para que Enzo dejara de amarla aun a pesar de las promesas que no había dudado ni un segundo en romper.

Dos líneas se dibujaban en aquel test de embarazo, ni siquiera había tenido la oportunidad de decirle a Enzo que estaban ya esperando a su primer hijo. ¿Qué iba a hacer ahora? Durante dos maravillosos años había sido la esposa perfecta, la más feliz y orgullosa…ahora mismo se hallaba sumida en la desesperación.

Se había conocido en la universidad y tan rápido como podría haber sido, ella y Enzo se habían enamorado. El padre de su ahora ex esposo, por supuesto, se había opuesto a su matrimonio, ya que ella no era una mujer de “buena cuna” y era tan solo una simple becaria con grandes sueños y aspiraciones. Aun así, Enzo se opuso a su padre y se casó con ella, haciendo promesas que ahora yacían rotas en el suelo.

Poniéndose de pie, Adalet dejo que sus lagrimas nuevamente le empaparan el rostro. Estaba sola, completamente sola. No había padres en quien pudiera apoyarse o hermanos que le brindaran consuelo, solo eran ella y su hijo o hija por nacer. Subiendo a la habitación, se tumbo sobre la cama esperando morir esa noche, esperando que Dios se apiadara de ella y sintiera el beso de la muerte, quizás, aquello seria lo mejor.

—¡Abran la puerta! —

Sin embargo, Adelet no había tenido oportunidad de sentir su dolor o su miseria, cuando aquellos golpes en la puerta de su hogar rompieron el silencio de la noche. Escuchando aquel estruendo, como si la entrada a su casa hubiese sido destruida, se incorporo alarmada rápidamente, aunque no había tenido ni siquiera oportunidad de reaccionar, cuando en aquella alcoba se veía rodeada de hombre uniformados.

—¿Qué esta ocurriendo? — chilló alarmada cuando aquellos policías la tomaron con violencia de los brazos para someterla sobre el suelo y esposarla, haciéndole daño.

Aplausos se escucharon en la habitación, y haciendo un enrome esfuerzo para ver de quien se trataba, Adalet pudo ver la figura de su ahora ex suegro mirándola con una sonrisa triunfal en su rostro.

—Esto es simplemente hermoso, verte sometida y humillada en suelo, el lugar en donde deberías haber estado siempre — dijo el cruel hombre que la miraba con desprecio.

—Adalet Jones, tiene derecho a guardar silencio, si no cuenta con un abogado… — decía el policía que la forzaba a levantarse y caminar esposada hacia la salida de la que había sido su casa.

—¿Pero por qué? ¡yo no he hecho nada malo! — decía Adalet llorando de desesperación sin comprender lo que estaba ocurriendo mientras miraba a su ex suegro burlándose de ella.

—¿Por qué? ¿En serio lo preguntas? Tu te casaste con mi hijo aun a pesar de ser solo una escoria de baja clase, lo alejaste de mi y lo forzaste a faltar a sus deberes familiares, ahora que el finalmente ha abierto los ojos, no permitiré que seas un estorbo de ningún tipo, así que, pasaras el resto de tu miserable vida encerrada en prisión donde espero que termines pudriéndote como la basura que eres, estas acusada de robo agravado y de asesinato en primer grado, con ese historial, no saldrás de la cárcel jamás, y yo me encargare de ello — respondió aquel hombre con crueldad mirando como se llevaban a la mujer a la que por años desprecio tanto.

Adalet abrió los ojos con horror mientras era arrastrada y golpeada hasta aquella patrulla policial a la que era llevada injustamente. Ella no había hecho nada así jamás, ni siquiera era capaz de matar a una mosca, sin embargo, al ver la sonrisa de su ex suegro, comprendió que este había usado su poder e influencia para lograr aquello, y llenándose de odio y de rabia ante aquella cruel injusticia, miro una ultima vez a ese maldito hombre.

—Te hare pagar Stone, lo juro ¡Te hare pagar por esto! —

Y con aquel grito, Adalet, humillada, derrotada y herida, juro vengarse de aquella familia que sin razón le había hecho tanto daño.

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