Aquel tejado blanco, eso era todo lo que miraba mientras su mente enteramente rota, divagaba entre fantasías de venganza que deseaba ver cumplir.—¿Sera tu cuello roto entre mis manos? ¿Una bala justo en medio de tus cejas? ¿Sera una tortura inimaginable hasta verte suplicar por morir? ¿Qué será? ¿Qué será? —Enzo repasaba una y otra vez aquellas oscuras intenciones que en medio de sus agitadas imaginaciones daban forma a su retorcido deseo de venganza.—Señor Stone —Aquella voz interrumpía entre sus pensamientos, sacándolo completamente fuera de ellos para enfocar toda su atención en el hombre que, sin previo aviso, acababa de entrar en su habitación de aquel barato hotel en el que se encontraba hospedado.—¿Tienes noticias para mí? — cuestiono con calma mientras observo como aquel sujeto asentía con seriedad.—La señora Williams no se encuentra ya en el castillo de Sussex, según una de las sirvientas, la señora escapo con ayuda de otros sirvientes por algún pasadizo, nadie se dio c
La noche, aquel manto nocturno que entre mil pensamientos y sentimientos dejaban ver las angustias sufridas de toda una vida, era tan fría como aquel sentir que dejaba en medio de un mar de agobios a Bastián Myers.Aquellos cabellos tan rojos como el fuego, yacías esparcidos por la almohada y enredados entre las sabanas blancas que solo hacían resaltar su avivado color, y que acariciaba con fervor y adoración, al tiempo que contemplaba la belleza del rostro de aquella mujer que representaba todo su mundo, y que era tambien la única persona que le había dado una verdadera felicidad en su muy solitaria vida.—Adalet…Murmuraba con voz queda, apenas haciendo ruido alguno, pues no deseaba despertar a la bella durmiente de su apacible sueño. Acariciando con delicadeza el vientre de la hermosa pelirroja, Bastián comenzaba a imaginar a aquel niño o niña que ya crecía dentro de su Adalet. Una sonrisa añorante se había dibujado en sus labios, una que era completamente sincera. Había ya probado
El cielo eternamente nublado de Inglaterra recibía a Bastián esa tarde. El gentío se apresuraba a bajar del barco, y todos parecían tener demasiada prisa por llegar a donde debían ante la inminente lluvia que amenazaba con caer en cualquier momento. Las gotas comenzaban a caer, y Bastián Myers caminaba directamente hacia aquella limusina que ya lo estaba esperando. Dando un saludo cortes al chofer, el hombre entraba en el lujoso vehículo que lo llevaría hacia el castillo de Sussex donde Arthur ya lo estaba esperando.Su mente divagaba entre los recuerdos de la muy emotiva despedida que había tenido con su hermosa señora Williams entre los brazos, y la amenaza que Enzo Stone suponía en sus vidas. Había hablado brevemente en el barco con algún viejo conocido buscando razón alguna del que una vez fue su casi hermano, y todo lo que había logrado averiguar, era que Enzo había logrado saldar las deudas dejadas por su padre, y que su madre y hermana estaban viviendo en una de las casas que
Sangre manchaba la blanca alfombra que se hallaba en el suelo y en aquellos desolados paramos gritos desesperados rompían el silencio de la noche. Un terrible forcejeo comenzaba entre dos hombres adultos mientras uno intentaba desesperadamente desarmar al otro. Un extraño intentaba escapar después de ver lo que había ocasionado, y el llanto desconsolado de un pequeño se ahogaba en los brazos protectores que trataban de darle consuelo.—¡Maldito! ¿Qué es lo que has hecho? —Bastián golpeaba sin piedad y repetidamente el rostro ensangrentado de Enzo Stone, quien reía a duras penas entre la inconciencia y la conciencia.—¡Detente Bastián! ¡Vas a matarlo! — gritaba Arthur de Sussex mientras intentaba detener a un enloquecido Bastián Myers que había sido segado por una ira atroz que le nublaba el juicio.—¡Cállate! ¡Nadie va a extrañar a este miserable hijo de perra! ¡Voy a matarlo! ¡Te voy a matar Enzo! — gritaba completamente enfurecido.Enzo se reía, y sentía placer al notar la desesper
Un vidrio se había roto en medio de la noche en aquella casita de madera en medio de las praderas irlandesas. El sonido de los cristales rompiéndose, había alertado a los, hasta ese momento, durmientes inquilinos quienes alarmados se habían levantado para revisar lo que sea que hubiera pasado.Un par de hombres desconocidos se habían colado dentro de la propiedad, buscando a la mujer de quien debían deshacerse; para ello les habían pagado una para nada despreciable cantidad de dólares, y moviéndose en la oscuridad intentando ser silenciosos como un gato, buscaban desesperadamente a su desconocida víctima.—¿Quién está allí? —Adalet Williams, armada con un pesado bate, cuidaba cada uno de sus pasos temiendo enfrentarse sola al intruso. La puerta trasera tenia un cristal roto; lo habían quebrado con la intención de abrir la puerta e ingresar por esta. Los cristales rotos yacían sobre el suelo, y la pelirroja miraba a duras penas en la oscuridad, intentando ubicar al desconocido.El cru
“Se ha ido”Entre nubes blancas y sueños de arcoíris, las almas inocentes descansan. Entre el mundo de los ángeles y el reino de los cielos, aquellos cuya luz se ha extinto, se olvidan de todo sufrimiento si llegaron a conocerlo. La muerte es solo paz, la muestra de amor más grande, pues todo aquello que nos ha herido será olvidado.Sin embargo, para aquellos ángeles que nunca conocieron el mundo antes de cruzar el puente de arcoíris y no conocieron dolor alguno, hay un sitio especial. Rodeado de nubes de oro y fuentes de plata, en donde solo juegos y paz existe, en donde, un soleado día, aquellas madres que perdieron a aquel que representaba sus sueños, han de reunirse con su razón de ser. En ese dulce paraíso, descansan las almas de los inocentes que no llegaron a nacer, esperando aquella reunión de lo que no pudo ser.Adalet sollozaba casi en silencio, sintiendo su vientre vacío y el alma rota con aquellas promesas y sueños que ya no serían más. Mirando a la luz que se colaba entre
El sol brillaba en lo alto aquel hermoso día de primavera. Las flores blancas dejaban sentir sus delicadas fragancias en aquel hermoso jardín cuyos arboles y preciosos rosales, eran bañados por cálidos rayos de luz.Un año y medio había pasado, un año de difíciles luchas en donde la aceptación había marcado una diferencia. Todos aquellos tormentos del pasado habían quedado atrás, y aun cuando el dolor había estado presente dejando cicatrices que jamás se podrían borrar, el cielo celeste con nubes blancas de esa mañana, traía consigo mil promesas en un futuro esperanzador.—Ha sido un año muy duro — decía Bastián mirando al hermoso cielo de esa mañana.—Lo ha sido, hijo, pero creo que ahora, todo estará bien — respondía Bernard Myers a su hijo.Se habían reconciliado un tiempo atrás, y el hombre finalmente se había disculpado con la mujer de su hijo por haber sido participe de aquellas crueles maquinaciones que Stone había hecho en su contra. Adalet, aprendiendo de su venganza, le habí
—Me voy, y no me importa decir la verdad, esa mujer es mucho más hermosa de lo que tu lo eres, es toda una belleza, además, de buena familia, en cambio tú, ciertamente, has perdido tu belleza, te has vuelto aburrida — decía el hombre mientras colocaba el resto de su ropa en aquella maleta negra. Dispuesto a abandonar para siempre a aquella mujer a la que le había prometido un día su vida entera, la miro de soslayo con un deje de burla notando el aspecto desalineado y las lagrimas que le resbalaban por el rostro a su ahora ex esposa.La mujer miraba a aquel hombre que le había prometido ante Dios estar con ella el resto de sus días, ser su compañero de vida y quien la haría feliz el resto de ella. Sentía su corazón romperse en mil pedazos. Al comienzo, habría querido creer que él no la había traicionado, sin embargo, al verlo tomar aquella maleta ya dispuesto a marcharse, corrió para aferrarse a su brazo y no dejarle ir.—No te vayas, por favor, tu me prometiste que estaríamos juntos p