–¿Valeria, quieres casarte conmigo? – Dante Neville estaba hincado en una rodilla, pidiéndole a la mujer que había sido su novia por los últimos diez años, que se casara con él.
–No – Valeria titubeó, se secó la frente que le había comenzado a sudar y se fijó en todas las personas que estaban a su alrededor.
Frente a ella se encontraban su familia, su padre, su madre, estaba Ezra, el mejor amigo de Dante y los padres de Dante también estaban allí en esa cena en la que se suponía que ambas familias se convertirían en una sola.
–Mi amor, ¿Qué estás diciendo? – Dante frunció el ceño y tragó saliva.
–No puedo casarme contigo, Dante, ya no te amo – aquellas palabras hicieron eco en el pecho del hombre, lo estremecieron y le calaron hondo como si hubiera sido una daga atravesándole el cuerpo.
–¿Qué estás diciendo, Valeria? – él se puso en pie, aun con la caja de terciopelo azul oscuro entre sus manos – debes estar equivocada, mi amor, hemos planeado esto durante mucho tiempo, ¡Es nuestro sueño! – él intentó agarrarla de las manos, pero ella se lo impidió.
Dante no lo sabía, pero había un motivo ocultó por el que Valeria no podía recibirle aquel anillo.
–Si estás nerviosa, podemos arreglarlo, un matrimonio no cambiará nada entre nosotros, nos amamos y esto solo legalizará nuestra unión, nos hará más fuertes – Dante estaba comenzando a desesperarse.
Valeria era el amor de su vida, la única mujer a la que él le había permitido colarse en su pecho, ella era perfecta, desde su sonrisa que iluminaba el lugar más oscuro, hasta su cabello dorado que brillaba y casi parecía que echaba chispas. Dante no se imaginaba un futuro sin Valeria a su lado, se moriría sin ella.
–Amor… ¿Qué pasa? – preguntó mientras todos cuchicheaban a sus espaldas.
–No insistas, Dante, no voy a hacerlo, no interesa cuantas cosas me prometas, yo no soy la mujer para tu vida – dijo envuelta en un mar de lágrimas.
–¡Pero que estás diciendo, mujer! Después de todos estos años, ¿Crees que no estamos destinados a estar juntos? Tu eres todo lo que necesito en mi vida, mi amor, eres la mujer perfecta para mí.
Valeria sentía que cada palabra de Dante le atravesaba el alma, sabía que no era justo estarle haciendo aquello, después de todo, él siempre se había comportado como el novio perfecto, había dejado a un lado sus días de libertinaje únicamente por serle fiel a ella y por complacerla en todo lo que le pedía. Dante no había escatimado en sus esfuerzos por hacer feliz a Valeria, sin embargo, eso jamás había sido suficiente para ella y ya no podía engañarse más a sí misma.
–Valeria, mi amor – Henry, el padre de Valeria, se acercó a ella para tratar de hacerla entrar en razón.
Henry sabía que la relación entre ambas familias era demasiado delicada, lo suficiente como para que Valeria pusiera todo a tambalear de esa forma. Axel, el padre de Dante, había sido el encargado de que la familia de Valeria no hubiera quedado en la ruina todavía.
Por supuesto, eso era algo que Valeria no sabía.
–¿Por qué no lo piensas un poco más, linda? – insistió su padre – no tomes decisiones apresuradas.
–No es apresurado, papá. No puedo casarme con él – chilló al borde de un colapso.
–Pero ¿Por qué, mi amor? ¿Por qué no puedes hacerlo?
–¡Porque me acosté con Ezra!
El grito de Valeria hizo que todos se quedaran fríos por la información que acababa de revelar, de repente, toda la atención se puso en el mejor amigo de Dante, que se había puesto pálido como un papel.
–Lo siento, fue en uno de tus muchos viajes, ¡nosotros estábamos en casa y no pude evitarlo! Tuve sexo con Ezra y por eso no puedo casarme contigo – la chica se desplomó en el suelo de la habitación principal.
Por unos instantes Dante no supo cómo reaccionar, imaginar a su novia de tantos años y a su mejor amigo durmiendo juntos hacía que le dieran nauseas. Poco a poco ese asco se convirtió en rencor y en rabia, antes de darse cuenta, Dante ya estaba corriendo en dirección a Ezra para golpearlo y partirle la cara en muchos pedazos por haberse acostado con su novia.
–¡Dante, no! – pidió Valeria, mientras él le daba golpes a diestra y siniestra a Ezra.
Ezra por otro lado, se defendió como pudo de los golpes de Dante, pero este último estaba completamente enceguecido y loco por la situación y no estaba dispuesto a detenerse hasta cobrar venganza por la humillación que acababan de hacerle vivir.
Las dos personas en las que él más confiaba acababan de traicionarlo de la forma más cruel y perversa.
–¡Alguien llame a la seguridad! – gritó Briana, la madre de Dante.
–Déjalo mujer, está peleando por su honor – Axel simplemente le dio un sorbo a su copa de vino, vio a los dos hombres peleando y entonces se dirigió a Henry, lo agarró del brazo y lo apartó a un lado del salón – espero que entiendas lo que esto significa – pronunció, con la calma que siempre lo había caracterizado.
–Axel, estoy seguro de que hay una explicación para todo esto – gesticuló – no creo que el asunto sea tan grave como lo que Valeria acaba de mencionar, debe estar nerviosa o delirando. Ella no es así, mi Valeria es la mujer más sensata que hay en la tierra, la conozco y sé que está profundamente enamorada de tu hijo.
–Yo también conozco a Dante, sé que no va a perdonarla y si tú crees que seguiremos dándole la bendición a tu hija después de lo que acaba de pasar, entonces estás igual de demente que ella – siseó – tu hija se encargó de echar a la basura todos esos años de relación y lamentablemente este significa también el fin de nuestra relación laboral.
–¡Pero Axel! Una cosa no tiene nada que ver con la otra – chilló Henry.
–Hay dos cosas sagradas en esta vida para mí, Henry – Axel chasqueó la lengua – la familia y el honor. Tu hija acaba de traicionar ambas cosas, así que lo siento, a partir de mañana ya no trabajarás para nuestra empresa.
Axel se alejó de Henry para ir a detener a su hijo antes de que matara a Ezra, aunque la verdad era que no le interesaba mucho que la sangre de Ezra corriera, después de todo, para Axel la ley del talión era la que regía su vida… ojo por ojo, diente por diente.
Mientras tanto, Henry pensaba en que iba a hacer a partir de ese momento, no tenía dinero, estaban en la quiebra por culpa de su problema de apuestas y por si fuera poco también se acababa de quedar sin empleo, y el problema de todo eso era, que ni su esposa ni su hija sabían la verdad. Ellas siempre habían tenido un estilo de vida por lo alto y no se atrevía a decirles que eso había quedado en el pasado.
–No vale la pena que sigas manchando tus manos, hijo, vámonos de aquí – dijo Axel a Dante.
Dante, a pesar de estar cegado por la rabia, escuchó a su padre y entonces detuvo sus golpes a Ezra que estaba prácticamente inconsciente.
–¡Ustedes dos van a pagarme esto, lo juro! – gritó, señalando a Ezra y a Valeria.
Henry agarró a su hijo y a su esposa y entonces los guio hacia la salida, y mientras Dante se prometía a si mismo vengarse de las personas que acababan de arruinarle la vida, Valeria se acercaba corriendo a socorrer a Ezra que estaba muy mal herido.
–¡Mi amor! Estás destrozado – le dijo, llorando y agarrando su cabeza.
La imagen de Valeria consolando a Ezra hizo que Henry enloqueciera de la furia.
–¡Bruta! ¡Deja de consolarlo! – le gritó con rabia, al tiempo en que se acercaba a ella para halarla del cabello y hacerla entrar en razón – ¿Acaso no te has dado cuenta de lo que acabas de hacer? ¡Nos has dejado en la ruina por tu amorío! – ella abrió los ojos con sorpresa al mismo tiempo en que lo hacia su madre.
–¿Qué estás diciendo, cariño? – preguntó asustada Antonia.
–¡Que estamos en banca rota! – sentenció, haciendo que la mujer se volviera un mar de lágrimas, a Valeria, por otro lado, lo único que le interesaba era socorrer a Ezra.
–¡Malditos malnacidos, cobraré todo lo que me han hecho! – repitió Dante entre dientes al tiempo en que les abrían la puerta de salida.
En cuanto se enfrentaron al frio de la noche, Dante vio a la chica que se bajaba del auto negro que acababa de aparcar delante de la casa.
Se trataba de Emma, la hermana menor de Ezra, la chica virgen y prístina que siempre había sido la protegida de su hermano.
Emma, que había llegado de su intercambio en España y que no sabía nada de lo que acababa de pasar, se acercó corriendo a Dante en cuanto lo vio, habían pasado cinco años desde la última vez en que lo tuvo cerca.
–¡Dante! – gritó tirándosele encima para abrazarlo.
Dante apretó el cuerpo de la chica de diecinueve años y sintió algo extraño en el pecho, pero no era amor o cariño. Era el deseo de la venganza. Los brazos de Emma parecían el escenario perfecto para vengarse.
Ezra le había quitado lo que él más amaba, que era a Valeria. Así que él le quitaría lo más sagrado para Ezra, que era a su pequeña hermana Emma.
–¿Por qué estás tan agitado, Dante? – preguntó Emma, que tenía sus pechos redondos y erectos pegados al torso de Dante que respiraba con dificultad por la excitación de la noche que estaba viviendo. –Acabo de tener una discusión con tu hermano – respondió.Los padres de Dante, que no entendían que demonios hacia él, un hombre de treinta años abrazando y mimando a una chica diez años menor, se aburrieron del espectáculo y entonces caminaron hacia el auto que estaba esperando para llevarlos a la casa familiar, Dante no solía quedarse a menudo en casa de sus padres, sin embargo, había estado tan atareado con todos los preparativos de esa noche que había estado necesitando la ayuda de su madre, quien insistió en que pasara unos cuantos días en casa.–No tardes demasiado, Dante, nunca me ha gustado el circo – siseó entre dientes el viejo Axel.–¿Por qué has peleado con mi hermano? – los ojitos de Emma, que eran de color azul como el cielo, lo miraron con dulzura esperando a una respuesta
–Mañana nos reuniremos para hacer los preparativos de la boda, entre más rápido salgamos de esto, mejor – sentenció Henry Darcy.Era imposible que alguien le llevara la contraria, Ezra y Valeria habían metido las patas hasta el fondo y les tocaba pagar las consecuencias, incluso aunque eso correspondiera a una tortura para Ezra.–¡Lárguense todos de mi casa! ¡Ahora! – exclamó el hombre, que deseaba descansar de la locura que había sido esa noche.Emma miró a su hermano esperando que él le diera la orden de que se fueran, sin embargo, no lo hizo, Ezra necesitaba hablar con Valeria antes de irse de su casa. Emma entendió la señal que él le hizo con la cabeza para que lo esperara en el recibidor.–Ha sido un gusto verlos, señores Darcy, lamento las circunstancias – dijo la chica, tan educada como siempre, al tiempo en que daba media vuelta y volvía al recibidor a pensar en Dante, en el beso que le dio y en lo que se avecinaba para ella al dia siguiente cuando se reuniera con él.Mientras
A la mañana siguiente, el día parecía que iba a ser perfecto, el sol brillaba con intensidad en el cielo, Emma estaba contenta de que fuera su primer día allí después de tanto tiempo lejos, Ezra había podido descansar los golpes que le había dado Dante la noche anterior. Valeria despertó temprano para comenzar a organizar la que ella suponía que sería su boda perfecta. Todo parecía en orden, excepto para aquellos que no la estaban pasando tan bien, como Henry, que se preparaba para asistir a su ultimo día de trabajo o Antonia, que no dejaba de pensar en cómo haría para darle la cara a sus amigas de la alta sociedad, cuando su familia estaba quedándose en la banca rota. Y ni que decir de Dante, que había pasado la noche embriagándose por la amargura y no pudo dormir porque en cuanto cerraba los ojos lo único que podía ver era a su exnovia y a su ex mejor amigos revolcándose juntos a su espalda.El panorama era muy diferente para cada una de las personas involucradas en la historia, a p
Aquella mañana, Henry no se tomó solo un café en el carrito que solía estacionarse en la esquina antes de entrar a Industrias Neville, el hombre se sentía tan frustrado por tener que enfrentar a Axel después de lo que había pasado la noche anterior, que tuvo que permanecer alrededor de una hora bebiéndose casi cuatro cafés negros que esperaba le dieran el suficiente valor para meterse dentro e ir a su oficina para enfrentarse a la humillación a la que su hija lo expuso.Sin duda alguna Valeria había hecho muchas estupideces a lo largo de su vida, pero esa era una que él jamás le iba a perdonar.Sin otra opción a su situación, Henry entró en el edifico como si nada hubiera sucedido, se montó en el ascensor y llegó hasta su piso, en el que estaba esperándolo su secretaria con noticias que seguramente no le iban a agradar.–Señor, el jefe Neville quiere verlo – le dijo la mujer con cara de preocupación. Algo le decía que tenía que comenzar a buscar un nuevo empleo – me pidió que le avisa
–¡¿Cómo que no sabes donde demonios está mi hermana?! – le gritó Ezra a la ama de llaves de su casa – ¿Entonces para que te pago? – él la zarandeó del brazo. Emma no aparecía por ningún lado y Ezra estaba empezando a perder los nervios, no entendía donde demonios se podía meter una chica de diecinueve años, sin amigos y recién llegada a la ciudad.–Lo siento señor, yo la vi salir en la tarde, pero no sé a dónde iba.–¡Tú nunca sabes nada, bruta! – dijo, pero esas palabras no eran nuevas para la servidumbre, que estaba acostumbrada a escuchar cosas como esas y peores provenientes de Ezra.–Lo lamento mucho, señor – ella bajó la cabeza, esperando que eso fuera suficiente para que él dejara de humillarla y le permitiera irse.–¡Los quiero ver a todos aquí! – gritó tan alto, que el eco retumbó contra las paredes de la gran casa.Enseguida cada uno de los sirvientes se acercaron y se formaron en una fila india frente a él.–Emma Astley no puede volver salir de esta casa sin mi autorizaci
Henry y Antonia organizaron sus cosas en una de las habitaciones del servicio de la gran casa de Ezra, mientras su hija y el dueño de la propiedad tenían relaciones en el piso superior. –Ya se han tardado demasiado Valeria y Ezra, ¿No lo crees? – preguntó Antonia nerviosa. La mujer sabía que Valeria no era una persona demasiado inteligente, alguien con el cerebro de Valeria no dudaría en embarazarse y eso era lo peor que podía pasarle a la familia. Había demasiados dramas como para sumar a un bebe a la ecuación.–¿Qué quieres que te diga, mujer? ¿Qué voy a irlos a buscar? Creo que ambos ya están lo suficientemente grandecitos como para perderse – soltó Henry frustrado. A él, por el contrario a Antonia, no le interesaba un comino nada de lo que le sucediera a Valeria, a partir del momento en que ella los había puesto en humillación, él comenzó a considerarla como muerta. La única razón por la que Henry seguía manteniendo cerca a Valeria era porque sabía que ella era la llave que los
Esa noche Emma no fue capaz de pegar el ojo, pasó toda la madrugada en vela mientras ideaba en su cabeza formas de escapar de la casa, de enviar un mensaje a Dante o por lo menos enviarle señales de humo. La chica estaba tan desesperada que incluso había comenzado a plantearse ideas absurdas, se preguntó si quizá las palomas mensajeras funcionaban… Ella sabía que todo eso no eran más ideas ridículas, aun así, estaba desesperada por encontrar una forma de ver al hombre del que estaba enamorada. –¡Señorita Neville, despierte! – dijo el ama de llaves, tocando a la puerta de Emma.Ella se puso en pie como si fuera un zombi, caminó hasta el baño y se dio una ducha igual de aburrida, como si no fuera poco todo el agotamiento mental que tenía por no haber dormido, se sumaba el dolor físico por los golpes de Ezra y el fastidio que tenía por salir de casa esa mañana.–¡Me lleva el demonio! – dijo mirándose al espejo.Emma conocía a la perfección ese tipo de lugar al que Ezra la llevaría, sab
–Dante, ¿Estás bien? – preguntó Emma mientras entraba en la casa y veía con el ceño fruncido el semblante que tenía Dante. Solo había pasado alrededor de veinticuatro horas desde que ella lo vio la tarde anterior, sin embargo esa persona que estaba de pie allí en la mitad del recibidor parecía un hombre completamente diferente al que ella había dejado en la casa el día anterior. La barba de Dante estaba crecida, dándole un aspecto sombrío, sus ojos se veían cansados, estaban rojos y tenía un par de ojeras debajo de ellos. Su cabello se veía despeinado y su ropa no estaba tan ordenada como siempre. Los dos primeros botones de su camisa blanca estaban desabrochados y Emma juraría haber visto el ultimo botón mal colocado.–¿Te pasa algo? – insistió.–No pequeña, todo está bien – respondió, ahora que ella había regresado, el hombre se dio cuenta de que no todo estaba perdido, si tenía una posibilidad de vengarse de la forma en que lo deseaba. Quería que Ezra sudara sangre y la materiali