Aquella mañana, Henry no se tomó solo un café en el carrito que solía estacionarse en la esquina antes de entrar a Industrias Neville, el hombre se sentía tan frustrado por tener que enfrentar a Axel después de lo que había pasado la noche anterior, que tuvo que permanecer alrededor de una hora bebiéndose casi cuatro cafés negros que esperaba le dieran el suficiente valor para meterse dentro e ir a su oficina para enfrentarse a la humillación a la que su hija lo expuso.
Sin duda alguna Valeria había hecho muchas estupideces a lo largo de su vida, pero esa era una que él jamás le iba a perdonar.
Sin otra opción a su situación, Henry entró en el edifico como si nada hubiera sucedido, se montó en el ascensor y llegó hasta su piso, en el que estaba esperándolo su secretaria con noticias que seguramente no le iban a agradar.
–Señor, el jefe Neville quiere verlo – le dijo la mujer con cara de preocupación. Algo le decía que tenía que comenzar a buscar un nuevo empleo – me pidió que le avisara en cuanto llegara.
Henry asintió con la cabeza, se arregló el blazer negro que tenía puesto esa mañana y entonces caminó en dirección a la oficina de Axel Neville. Cuando llegó allí, tocó a la puerta y esperó hasta que Axel le dio permiso de entrar.
–Me dijeron que querías verme – soltó.
–Si Darcy, tememos asuntos que arreglar – Axel habló con voz pausada pero firme – ya que está claro que nuestros hijos no van a casarse y que Valeria ha demostrado ser…bueno, una mujerzuela – dijo sin rodeo – creo que es momento de que finiquitemos nuestros asuntos. Esta mañana revisé las cuentas pendientes que tienes, no solo conmigo, si no con la empresa – Axel deslizó una hoja sobre el escritorio, en la cual estaba la escandalosa cifra que le debía Henry a industrias Neville.
En cuanto vio el número, que se componía de muchos ceros, quiso matar a Valeria con sus propias manos por ponerlo en una situación tan complicada.
–Estoy consciente de que no tienes con que pagar esa suma, así que tomaremos tu casa a modo de garantía, a partir de hoy mismo un secuestre se instalará en ella, para vigilar que no vayas a hacer ningún movimiento sucio – explicó.
–¡¿Hoy mismo?! ¿Y dónde pretendes que vaya a vivir? ¡Tú no puedes tratarnos como si fuéramos unos perros, Axel! – chilló Henry.
–Puedo tratarte como se me dé la puta gana. No me interesa a donde vayan a parar ni tu ni, ni tu familia, eso no es asunto mío. Pero me parece que ustedes no son personas de fiar, tú no eres más que un apostador enfermo y yo tengo que proteger mis intereses. Así que será mejor que te vayas buscando un nuevo hogar antes de esta medianoche. Eso es todo lo que tengo para decirte, no sobra recordarte que ya no trabajas para esta empresa y que nuestros asuntos a partir de ahora se basan en lo estrictamente financiero.
–Axel… – Henry estaba dispuesto a rogar por piedad si tenía que hacerlo, esa era una mejor opción que pasar la noche en la calle, pero Axel Neville era un hombre frio y más bien rencoroso que no estaba dispuesto a perdonar todo lo que sucedió.
–Que tengas un buen día – lo interrumpió, antes de que Henry pudiera volver a hablar, dándole la espalda.
–¡No puedes hacerme esto por una rencilla personal! – la desesperación acababa de convertirse en rabia, la adrenalina se subió rápidamente a la cabeza de Henry, quien no iba a seguir tolerando semejante trato – lo que haya hecho mi hija no es problema mío.
Axel no contestó, sentía que no valía la pena gastar saliva en alguien como Henry.
–¡No puedes tirar todos estos años de mi trabajo a la basura! – le gritó y en vista de que Axel no emitía ninguna otra palabra, Henry agarró todos los portarretratos que había sobre el escritorio de su exjefe y los tiro al suelo.
El sonido de los cristales quebrandose sobresaltaron a Axel, quien enseguida se dio la vuelta.
–¡¿Qué demonios te pasa, Darcy?!
–Pasa que puedes irte al infierno, Axel, tú y tu hijo pueden irse al demonio – Henry caminó un par de pasos hacia Axel que lo miraba con los ojos bien abiertos y entonces, le escupió en la cara – eso es lo que te mereces por estarme haciendo esta porquería.
Henry salió de la oficina de Axel, tendría que buscar un lugar nuevo en el que vivir, pero por lo menos se había sacado la espina de tratar a Axel de la forma en que sentía que se merecía. El hombre no se molestó en recoger sus cosas, simplemente las dejó allí tiradas y se dirigió al casino que en el pasado solía frecuentar. Un lugar ubicado en una bóveda, cuya dirección era completamente incógnita y que funcionaba las veinticuatro horas del día.
Axel no se había equivocado, Henry si tenía problemas con las apuestas, pero justo en esa mañana, no le interesaba, tenía que descargar toda la rabia que había en su cuerpo y lo haría gastándose allí los últimos ahorros que tenía.
Henry estuvo apostando toda la mañana, ganó las dos primeras partidas de póker, sin embargo, la tercera, que había jugado estando mayormente ebrio, la perdió, quedando con las manos completamente vacías.
Layla, una de las rameras que trabajaba en el bar, se dio cuenta de lo triste y solitario que estaba Henry, y antes de que pudiera marcharse, lo abordó, no importaba si lo que Henry podía darle era apenas unos centavos, él tenía algo que capturaba su atención.
–¿Ya te vas? – Layla puso su mano sobre el pecho de Henry, tocándolo de forma provocadora sobre la tela de la camisa blanca.
–No tengo dinero, mujer – él alejó su mano y soltó un hipo a causa del licor.
–No es el dinero lo que me importa, por lo menos no viniendo de ti – ella le sonrió, se mordió la boca que tenía pintada con un colorete rojo y entonces Henry sintió que veía a un ángel frente a él.
Layla tenía los ojos negros como el infierno, la piel blanca como la nieve, sus pestañas eran largas y rizadas y sus mejillas ligeramente rojas, ella podía ser la mujer más bonita que él hubiera visto en su vida, sobre todo por su perfecta figura y sus piernas largas.
–¿Por qué no te había visto antes? – le preguntó.
Ella levantó los hombros con indiferencia y ese gesto altanero fue suficiente para que Henry la agarrara de la muñeca y la metiera dentro de una de las habitaciones con las que contaba el casino.
–¿Volveré a verte alguna vez? – le preguntó la chica una vez que Henry comenzó a vestirse mientras ella permanecía desnuda sobre la cama.
–No lo sé, mujer.
–Estaré aquí siempre que quieras verme – el hombre le dio una mirada rápida por encima del hombro, probablemente esa sería la primera y última vez en que volvería a ver a esa ramera.
Un poco más sobrio, Henry condujo hacia su casa, donde lo esperaban su mujer y su hija.
–Tenemos que mudarnos hoy mismo, empaquen sus cosas – ordenó sin darles más explicaciones.
–¿De qué estás hablando, papá? – cuestionó Valeria.
–¿Has vuelto a beber? – Antonia frunció el ceño y olfateó a su esposo que tenía una mezcla rara de aromas encima.
–¡Eso no es asunto tuyo! – le gritó a su esposa, tan alto que hizo que ambas mujeres se asustaran y dieran un salto hacia atrás.
–Henry ¿Qué sucede contigo?
–Sucede que por culpa de la estúpida de tu hija tenemos que irnos de esta casa esta misma noche – vociferó – así que hagan maletas y las veré acá abajo en una hora.
Antonia miró a Valeria y entonces se echó a llorar desconsoladamente, esa casa era la herencia que su abuelo había dejado a ella. Su abuelo, por el contrario a sus padres, fue el único que la apoyó cuando ella decidió casarse con Henry. Por aquellas épocas Henry no era más que el trabajador de una imprenta, pobre, mugroso y mayormente iletrado, sin embargo, Antonia se enamoró de él y se encargó de que tuviera todo para salir de ese mundo y poder entrar en el de ella.
Estar empacando todas sus pertenencias para sacarlas de su casa era una de las cosas más difíciles que hizo Antonia en su vida, sobre todo, porque no sabía a donde irían a parar. Un error había puesto sus vidas patas arriba y lo peor de todo era que Valeria, la principal responsable, no parecía preocupada en absoluto, como si para Valeria aquel fuera solo otro día común y corriente.
–¿A dónde vamos a ir, Henry? – preguntó Antonia, mientras comenzaban a amontonar sus pertenencias en la entrada principal de la gran casa.
–Iremos a vivir con el culpable – soltó – nos mudaremos con Ezra Astley – anunció.
Valeria saltó de la emoción, Antonia volvió a llorar y Henry rodó los ojos mientras lamentaba el día en que había concebido a Valeria. Esa noche, debió haber ido a un casino, haberse acostado con alguna ramera, sin duda alguna, eso habría sido mejor.
–¡¿Cómo que no sabes donde demonios está mi hermana?! – le gritó Ezra a la ama de llaves de su casa – ¿Entonces para que te pago? – él la zarandeó del brazo. Emma no aparecía por ningún lado y Ezra estaba empezando a perder los nervios, no entendía donde demonios se podía meter una chica de diecinueve años, sin amigos y recién llegada a la ciudad.–Lo siento señor, yo la vi salir en la tarde, pero no sé a dónde iba.–¡Tú nunca sabes nada, bruta! – dijo, pero esas palabras no eran nuevas para la servidumbre, que estaba acostumbrada a escuchar cosas como esas y peores provenientes de Ezra.–Lo lamento mucho, señor – ella bajó la cabeza, esperando que eso fuera suficiente para que él dejara de humillarla y le permitiera irse.–¡Los quiero ver a todos aquí! – gritó tan alto, que el eco retumbó contra las paredes de la gran casa.Enseguida cada uno de los sirvientes se acercaron y se formaron en una fila india frente a él.–Emma Astley no puede volver salir de esta casa sin mi autorizaci
Henry y Antonia organizaron sus cosas en una de las habitaciones del servicio de la gran casa de Ezra, mientras su hija y el dueño de la propiedad tenían relaciones en el piso superior. –Ya se han tardado demasiado Valeria y Ezra, ¿No lo crees? – preguntó Antonia nerviosa. La mujer sabía que Valeria no era una persona demasiado inteligente, alguien con el cerebro de Valeria no dudaría en embarazarse y eso era lo peor que podía pasarle a la familia. Había demasiados dramas como para sumar a un bebe a la ecuación.–¿Qué quieres que te diga, mujer? ¿Qué voy a irlos a buscar? Creo que ambos ya están lo suficientemente grandecitos como para perderse – soltó Henry frustrado. A él, por el contrario a Antonia, no le interesaba un comino nada de lo que le sucediera a Valeria, a partir del momento en que ella los había puesto en humillación, él comenzó a considerarla como muerta. La única razón por la que Henry seguía manteniendo cerca a Valeria era porque sabía que ella era la llave que los
Esa noche Emma no fue capaz de pegar el ojo, pasó toda la madrugada en vela mientras ideaba en su cabeza formas de escapar de la casa, de enviar un mensaje a Dante o por lo menos enviarle señales de humo. La chica estaba tan desesperada que incluso había comenzado a plantearse ideas absurdas, se preguntó si quizá las palomas mensajeras funcionaban… Ella sabía que todo eso no eran más ideas ridículas, aun así, estaba desesperada por encontrar una forma de ver al hombre del que estaba enamorada. –¡Señorita Neville, despierte! – dijo el ama de llaves, tocando a la puerta de Emma.Ella se puso en pie como si fuera un zombi, caminó hasta el baño y se dio una ducha igual de aburrida, como si no fuera poco todo el agotamiento mental que tenía por no haber dormido, se sumaba el dolor físico por los golpes de Ezra y el fastidio que tenía por salir de casa esa mañana.–¡Me lleva el demonio! – dijo mirándose al espejo.Emma conocía a la perfección ese tipo de lugar al que Ezra la llevaría, sab
–Dante, ¿Estás bien? – preguntó Emma mientras entraba en la casa y veía con el ceño fruncido el semblante que tenía Dante. Solo había pasado alrededor de veinticuatro horas desde que ella lo vio la tarde anterior, sin embargo esa persona que estaba de pie allí en la mitad del recibidor parecía un hombre completamente diferente al que ella había dejado en la casa el día anterior. La barba de Dante estaba crecida, dándole un aspecto sombrío, sus ojos se veían cansados, estaban rojos y tenía un par de ojeras debajo de ellos. Su cabello se veía despeinado y su ropa no estaba tan ordenada como siempre. Los dos primeros botones de su camisa blanca estaban desabrochados y Emma juraría haber visto el ultimo botón mal colocado.–¿Te pasa algo? – insistió.–No pequeña, todo está bien – respondió, ahora que ella había regresado, el hombre se dio cuenta de que no todo estaba perdido, si tenía una posibilidad de vengarse de la forma en que lo deseaba. Quería que Ezra sudara sangre y la materiali
Henry, que esa mañana también salió de la gran casa, estuvo visitando y haciendo llamadas a cada una de las personas que conocía en todas las empresas en las que podían contratarlo. El hombre se vistió con su mejor traje, llenó su portafolio con currículos y se puso su mejor sonrisa, una que fuera lo suficientemente grande como para esconder la vergüenza que estaba viviendo últimamente.había pasado la mayor parte del día haciendo entrevistas, sin embargo todos le habían cerrado la puerta en la cara, lo habían tratado tan mal que lo único que había faltado era que le escupieran en la cara. Por supuesto en cuanto toda la verdad sobre Ezra y Valeria se supo, Axel se encargó de contarlo a los cuatro vientos, habló con todos sus amigos, que eran los mismos que los de Henry, a cerca de las desgracias que estaba viviendo el hombre, les contó de como su hija lo había dejado en ridículo, como había perdido todo en sus juegos de apuestas y por su supuesto, les advirtió de la poca confianza que
–¿Qué fue lo que te pasó? Creí que regresarías feliz – le preguntó Valeria a Emma que acababa de llegar a la cafetería en la que se reunirían para volver a casa.Emma estaba envuelta en lágrimas, tenía la ropa desacomodada y el pelo revuelto, sus ojos estaban hinchados de tanto que había llorado e incluso sus manos estaban temblando. La chica se veía realmente fatal.–No debí haber venido – ella sollozó. –¡Oh mi niña! – Valeria la abrazó y dejo que Emma llorara en su pecho.Tal vez no eran las mejores amigas, pero en ese momento Valeria era lo único que Emma tenía y para su suerte, Valeria conocía demasiado bien como se sentía un corazón roto, tenía muchas lecciones que podía darle a la pequeña a la que todavía le faltaba mucha experiencia en el amor.–No estoy lista para esto, debí haberlo sabido, soy una tonta por pensar que él… – dejo de hablar, recordando que la mujer con la que estaba era nada más y nada menos que la exnovia del hombre con el que había estado revolcándose. –N
Ezra detuvo a Henry porque sentía que el hombre no tenía el derecho moral de golpear a su hija, después de todo, Henry nunca fue un ejemplo a seguir para Valeria, todas las estupideces que la chica hacia era porque había visto a su padre haciendo lo mismo.–¿Ahora si la quieres? Esta mañana te vi muy tranquilo dándole la espalda y tratándola como si fuera un trapo sucio – gruño Henry mientras Ezra mantenía su mano sujeta.–Eso es diferente – respondió Ezra – ahora estas en mi casa, Henry y aquí se hace lo que yo diga, cuando yo lo diga y de la forma en que diga, ¿Estamos de acuerdo? No vas a venir a joderme la existencia ni a mí ni a nadie más – gruñó.–Tú no eres más que un niñito consentido, ni creas que vas a manipularme con un dedo – Henry se liberó del agarre de Ezra – no te tengo miedo.–Yo a ti tampoco – ambos hombres estaban viéndose frente a frente, prácticamente se estaban retando, y a pesar de que Valeria se sentía agradecida de que él la hubiera defendido, también sabía qu
Emma pensó en rogarle a su hermano para que no la hiciera atravesar por ese suplicio, pensó en arrodillarse allí donde estaba para que él la sacara de aquel sitio y no la obligara a entrar en el convento, pero sabía que eso solo demostraría su culpabilidad y no quería que Ezra pudiera sospechar de nada que estuviera mal con ella, así que, aunque no quería, la chica caminó detrás de la monja quien la llevó hasta la sala de ginecología para hacer la prueba a Emma.–Por favor, quítate la ropa y ponte esta bata, yo vendré en un rato – dijo la monja.Emma estaba sudando, sus manos estaban frías y su cuerpo estaba temblando completamente, tenía miedo de lo que iba a pasar a continuación.La chica se quitó la ropa tal como la monja le pidió, la dejo a un lado en un bulto y antes de ponerse la bata fue hasta el espejo de cuerpo completo que había a un lado de la sala, en él pudo darse cuenta de todos los moretones que tenía su cuerpo, algunos eran producto de los besos y las caricias de Dante