Capítulo 119
Mientras tanto, Hernán emergió de la Villa Martínez, con la mente turbada. Antes de adentrarse en el coche, su celular irrumpió en el silencio del garaje subterráneo con una tonada discordante.

Sin titubear, rechazó la llamada entrante con un gesto decidido.

—Bzzz...

El celular insistió, pero él persistió en ignorarlo hasta que, frustrado, aflojó su corbata y finalmente contestó.

—¡Hernán!

La voz de Milena, a través del altavoz, mostraba inicial sorpresa, que rápidamente se transformó en aflicción: —Hernán, ¿estás molesto conmigo?

¿Enfadarse con Milena?

Hernán entonces comprendió que su frustración no provenía de ella.

Con calma, pero impaciencia, respondió: —¿Qué ocurre?

Al notar su tono frío, Milena se desanimó.

Después de un breve silencio, finalmente habló con voz entrecortada: —Hernán, necesito verte. Mis padres no quieren hablarme, y la gente en internet me está criticando. No sé qué hacer, Hernán, necesito verte, ¿puedo?

—Tengo una reunión pronto, no tengo tiempo.

Encendió el co
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