Las semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y Jean ya estaba listo para que le dieran de alta. Podía caminar, pero le costaba un poco mover su torso ya que todavía le daban ciertos dolores que se calmaban con analgésicos.—¿Listo para regresar a casa? —pregunté.Le tenía una sorpresa para cuando llegara. Allá se encontraban: Sara, Ezequiel, Sakura y Marcus. Esperándonos con un gran cartel de bienvenida, unos cuantos globos y una buena cantidad de comida servida en la mesa como si de una fiesta se tratase.—No sabes cuánto. La comida del hospital ya me tiene harto —se quejó, tomando mi mano.—Bien, Jean. Todo listo para que te vayas, recuerda que debes de hacerte chequeos cada cierto tiempo para comprobar que los huesos hayan sanado por completo —Apareció el doctor, sorprendiéndonos—. Sigue mis indicaciones y la receta médica, y estarás bien.—Muchas gracias por la ayuda y el apoyo, doc —expresó, estrechando su mano.—Un placer haberlo ayudado. No se olvide de la fisioterapia, le
*Cuatro meses después*Parecía que los días pasaban volando, porque Jean ya estaba mucho mejor e inició con la fisioterapia, por lo que podía moverse con más facilidad que al principio.Era el día de nuestra boda, y aunque no fuera la gran cosa porque sería una reunión pequeña, yo me sentía la mujer más afortunada del mundo.Mi padre al final siguió en contacto conmigo, por lo que se ofreció a llevarme al altar improvisado que había hecho Sara.—No sabes lo arrepentido que estoy por no darme cuenta de que tú debías ser la heredera, Aurora —confesó, mi brazo se entrelazaba con el suyo.—Padre, ahorita puedo decir que soy muy feliz sin necesidad de heredar ese puesto. Estoy bien con mi vida —aseveré.—Y no lo dudo.—Gracias por ser parte de esto, padre... —murmuré, con gratitud—. Es reconfortante saber que cuento con tu apoyo.—Es mi forma de redimirme por lo que te causé, Aurora —alegó.Al final, a Salomé la habían metido a un hospital psiquiátrico porque sus ataques de ira siguieron,
*Cinco años después*La brisa era reconfortante para la mujer que estaba sentada en en la orilla del mar, viendo a sus dos hijas corriendo de un lado a otro.Estaba feliz, porque en los últimos años habían logrado conseguir todo lo que se propusieron. Fue difícil criar a dos niñas al mismo tiempo, sobre todo en aquéllas noches en donde lloraba una, luego la otra, y los mantenía a ambos en vela.Jean se acercó a su mujer, sentándose a su lado con dos bebidas refrescantes para el calor.—No pensé que Sara tuviera un niño poco tiempo después del nacimiento de nuestras hijas —habló el moreno, recordando los viejos tiempos.—¡Te acabo de escuchar, Jean! —se quejó la recién nombrada.Y es que Sara había estado con ellos desde los inicios de su relación. Por desgracia, creyó haber conseguido el amor de un hombre, pero se equivocó y terminó siendo madre soltera, aunque estaba agradecida con el hijo que se le dio.—Es que de ti no me lo vi venir —bromeó él.—Yo extraño a Sakura, ¿ustedes no? —c
—¡Ay, ya! ¡Quítate! Ni para eso sirves —exclamó Salomé, empujándome con fuerza.Se abrió paso hacia la mesa del estudio. Me había pedido que le redactara un informe acerca de los nuevos productos frescos que llegaron al restaurante, pero no le gustó.A mi hermana mayor nunca le gustaba nada de lo que yo hacía, era como si mi simple presencia le enojara. No entendía, si yo lo único que quería era caerle bien. Me portaba bien con ella, sin recibir el mismo trato.—Hermana, ¿no puedes volverlo a revisar? Estoy segura de que quedó bien —inquirí, acercándome.Ella era una mujer castaña, de veintiocho años, cuyos ojos eran tan azules como el cielo, y yo los tenía igual. Me clavó su típica mirada de fastidio, esa que claramente me decía: vete.Traté de colocar mi mano en su hombro para tranquilizarla, pero me la quitó de golpe, arrugando la nariz.—¡Te he dicho que no me toques! Ash, me agotas la paciencia, Aurora. No entiendo cómo puedes ser tan estúpida —masculló, con una mano en su sien—.
Me quedé observando a ese corpulento hombre con traje formal. Su corbata adornaba su trabajado pecho y tenía ambas manos en los bolsillos.A simple vista, parecía ser un hombre importante por el estilo. Su cabello negro era tan liso como el de Salomé, y sus ojos oscuros me hipnotizaban de cierta forma por lo intrigantes que eran. Tenía poca barba que contorneaba su rostro. La tonalidad de su piel era café con leche, ni muy clara, ni muy oscura.Una ligera curva se formó en sus labios, sin dejar de verme.—¿Puedes hablar? —cuestionó, en tono divertido.—¿Me hablas a mí? —pregunté.Me di cuenta de lo tonta que fue esa pregunta, después de pronunciarla. Quité el libro de mi rostro para mostrar mi cara y poder hablarle con más normalidad, aunque había algo en él que despertaba mi curiosidad.—Sí, ¿ves a alguien más aquí? —bromeó, explorando el lugar con sus ojos.Éramos los únicos que estábamos en ese espacio. Apreté los labios, tratando de evitar su penetrante mirada. Por alguna razón, m
¿Zelaznog? ¿Estábamos hablando de esa familia?Parpadeé varias veces, porque tenía entendido que esa familia era el más grande aliado de los Hidalgo, por lo que le debían muchísimo a mis padres... Aunque evitaban hablar del tema con la excusa de que lo harían en su momento.—¿Zelaznog? ¿Los creadores de la marca ZP? —cuestioné, para estar segura.Pero una mesera nos interrumpió para pedir nuestra orden.—Disculpen, ¿qué desean ordenar? —preguntó, preparada para anotar en una libreta pequeña.—Un café frío, sin leche. Y para la señorita... —El moreno me miró, esperando que continuara.—Ah, solo café... Caliente, con mucha azúcar —murmuré.—Enseguida.—Yo invito, podías haber pedido algo más. Hay variedad de desayunos y postres —comentó Jean.—No tengo hambre —respondí—. ¿Sabes quién soy? De otra forma, no me hubieras buscado...Él me miró, con unos ojos curiosos que me aceleraron los latidos, ¿cómo es que sus expresiones eran capaces de causarme distintas emociones? Tal vez porque nunc
—¿Pero los Hidalgo no saldrán perdiendo? —cuestioné.Si yo me iba, al ser una de las hijas de Eduard Hidalgo, ¿no generaría problemas eso? Mi mente estaba llena de interrogantes del por qué hicieron un acuerdo de tal magnitud.—No, Aurora. Ambas partes tendrán un lado ganador, y uno perdedor. Se trata de llegar a la igualdad, pero por supuesto, sabes que mi apellido es Hidalgo y como sea terminaré haciendo que eso siga así durante generaciones —aclaró, con unos ojos ambiciosos.—Haré lo que se me pida... —respondí, cabizbaja.—No te preocupes, seguirás viviendo en la mansión. Lo único que cambiará será tu lugar de trabajo. De todas formas, la empresa Zelaznog no queda muy lejos de aquí —comentó, para calmarme.Carajo...¿Significaba que trabajaría para Jean? Vaya manera de darle un giro a mi vida. Seguro él no estaría muy contento de saberlo.Suspiré.—¿Y por qué se me encomienda esto a mí? No creo que sea la más capacitada —solté.—Hace unos años se ha estado llevando a cabo un proce
*Narrado por Jean*Iba de camino a la empresa de los Hidalgo, me habían solicitado porque necesitaban hablar sobre la nueva incorporación de una empleada en mi empresa...Me preguntaba con qué fin mis padres hacían esto, si en el fondo sabían que los Hidalgo eran personas con ansias de poder y se preocupaban por ellos mismos.Detuve el coche en el estacionamiento y me bajé, con una mano en el bolsillo. Aurora no salía de mi cabeza, ojalá pudiera encontrarla de camino, me sacaría una sonrisa su simple presencia.No tardé en llegar a la oficina de Eduard Hidalgo, después de aclararle a la recepcionista que tenía una cita previa. El hombre me estaba esperando con una sonrisa, sentado en su escritorio de madera y con una pierna sobre la otra.—Un placer verlo, Jean Zelaznog —habló, levantándose para estrechar mi mano.—El placer es mío. Es un gusto estar aquí —respondí, siendo un poco hipócrita para no decepcionar a mis padres.Tenía que conservar mi cargo y volverme un CEO oficial a como