Maximiliano decidió no pensar demasiado en las cosas absurdas que rondaban por su mente, caminó con firmeza dispuesto a entregarle el bolso a su esposa para mandarla de regreso a casa, pero antes de llegar hasta ella la vio contestar el móvil con prisas. Maximiliano notó al instante el temblor en las manos de Tiffany. — ¿Sí? — La voz de su esposa también fue preocupada — ya le dije, yo hablé con él, pero… —La chica guardó silencio un minuto —. De verdad que no intenté, yo no… No pude convencerlo de... — Maximiliano supo al instante quién era —. Sí, señor, hablaré con en él otra vez. Hanna guardó su móvil con miedo, tragó la angustia que le había provocado las palabras de aquel desagradable señor que no comprendía que ella no podía realmente convencer a Maximiliano de nada. La mujer trató de respirar hondo para calmarse, se dijo que quizás si era más convincente podría aplacar los problemas con aquel hombre que prefirió no saber realmente quién era su padre. La mujer se volteó para e
Hanna no podía hablar, no dejaba de pensar una y otra vez en las cosas que están sucediendo y en lo complicadas que podían hacerse. Se sentía feliz de haber visto a su hijo, sin embargo, aún le quedaba la más amarga de las preocupaciones.La mujer miró al hombre sentado frente a ella y trató de no sentir absolutamente nada cuando sacó los incómodos zapatos de Tiffany de sus pies. La forma gentil en que tocó su empeine la hizo temblar, aquel simple toque era sin duda una advertencia de que las cosas se complicarían gradualmente si seguía dejándose llevar por las cosas que ese hombre le hacía sentir.¡Era el marido de su hermana!El hombre que la creía a ella Tiffany, una mujer con la que nunca había sentido nada y que la propia Hanna había descubierto era imposible de dejarse querer, sin embargo, no podía decirle la verdad a aquel buen hombre, no podía contarle que no era más que un reemplazo de aquella mujer que por algún motivo visiblemente egoísta insistía en mantener su matrimonio.
Maximiliano se dejó caer sobre la cómoda silla de su oficina mientras trataba de comprender realmente lo que estaba pasando. Toda aquella situación le tenía confundido, se sentía preocupado por su esposa, sin embargo, aquello le molestaba demasiado. Tiffany era su mujer, la conoció desde hacía años y nunca se había sentido bien con ella.¿Por qué debía sentirse diferente a antes?¿En qué momento se había sentido diferente? Aquella mujer era con la que había comido, con la que había estado discutiendo, amargándose y deseando día tras día que realmente encontrase a alguien más que la alejara de él, de sus hijos.¿Cómo podía quererla ahora de aquella forma, cómo podía sentirse tan preocupado por alguien que, aunque parecía su esposa, seguía haciéndole pensar que no lo era? Maximiliano pensó más de una vez en sus palabras, cerró sus ojos tratando de encontrar alguna respuesta, pero no fue capaz de hacerlo, al menos no por su cuenta, así que se tomó un momento antes de marcar el número de
— Entonces está diciendo que con esta cuenta bancaria — Hanna suspiró —. Si consigo, digamos… Un curso y al menos un trabajo estable, puedo recuperar a mi hijo.— Sería un proceso difícil, ya que su marido es realmente un buen tutor, al parecer — el nuevo abogado habló con calma —, pero creo que si trabajamos en ello tenemos una oportunidad.Aquellas palabras alegraron a Hanna, suspiró antes de agradecerle al abogado por su paciencia y después de pagar rápidamente en la secretaría de dicho despacho salió hacia la supuesta cafetería en la que debería estar para la hora en que el chofer fuera por ella.La mujer no quería complicar sus cosas en casa o arriesgarse a que el padre de Tiffany descubriera que tenía un hijo que estaba intentando recuperar; sin embargo, sabía que en algún momento lo descubriría. Hanna pidió un frapuccino en aquella cafetería y justamente cinco minutos después de que recibiera su bebida, el chofer llegó por ella.Hanna miró la hora en su móvil y suspiró, sentánd
— ¿Entonces vas a aceptar participar en la candidatura? — Maximiliano escuchó la emoción en la voz de su suegro — esa es una idea estupenda, me pondré en función de los preparativos ahora mis…— Tengo una condición — Maximiliano habló con firmeza interrumpiendo a su suegro — no quiero que vuelvas a pegarle a mi mujer, es… es suficientemente desagradable tener que soportarla como para también verla lastimada.— ¿Te importa ahora si la lastimo o no? — había algo malicioso en la voz de Anderson — Maximiliano, hay cosas en las que no debes meterte y cosas que no sabes de mi hija, así que no me pongas condiciones.— Te equivocas Anderson, es mi mujer, puede ser tu hija, pero también es mi esposa y en lo que decida o no poner interés con respecto a ella tampoco es algo que tú puedas decidir — se puso en pie recogiendo las cosas de su oficina — así que si quieres que sea candidato tú debes cumplir con mi condición así que decídete pronto.Maximiliano salió de su oficina después de cortar la
Maximiliano escuchó la puerta del comedor, cerrarse, negó ante su actitud al pensar en que siquiera había pensado en que sus hijos podrían haber entrado en aquel comedor. Le preocupaba lo fácil que había sido dejarse llevar y lo increíblemente frustrante que había sido detenerse.Hanna tragó mientras abanicaba ligeramente su frente, miró al hombre aún apoyado sobre la mesa, dándole la espalda y trató de tocarlo. Sin embargo, este se lo impidió. Maximiliano se volteó para tomar la mano de Tiffany con una mirada de molestia que descolocó a la mujer frente a él.— Maximiliano yo…— Hanna tragó antes de tratar de encontrar las palabras correctas — esto que sucedió fue solo…— No digas nada, Tiffany — el hombre la miró después de unos minutos —. Yo lo inicié y solo estaba comprobando un par de dudas personales — pasó una mano por su rostro —. Cenemos, debo irme a trabajar toda la noche.— ¿Qué?, no vendrás a la cama hoy — Hanna cubrió su boca ante como sonó aquella pregunta —quiero decir, n
Maximiliano vio a su esposa irrumpir en su oficina sin siquiera avisar, se puso en pie cuando la vio y trató de no sentirse feliz de verla después de haber pasado toda la noche lejos de ella. La mujer, algo angustiada, ni siquiera lo saludó realmente.Se dejó caer en la cómoda butaca frente a su escritorio y llevó una mano a su pecho mientras visiblemente trataba de calmarse. Maximiliano se movió hacia el minibar oculto en su oficina, tomó una botella de agua de dicho lugar. La entregó a Tiffany después de abrirla y esta la tomó con manos temblorosas.— ¿Estás bien? — cuestionó Maximiliano — ¿Debería pedir que te lleven al doctor?— No, no, yo… Yo estoy bien — Hanna sintió que se sentía más segura — es solo que… El ascensor se detuvo cinco minutos y… Me asusté.Hanna sabía que las cosas podrían complicarse. Ahora que Jerry sabía que Hanna estaba en la ciudad, probablemente lo alejaría de ella. La chica se dijo que solo debía ser paciente, así que recordó el otro motivo por el que habí
La música y las animadoras hicieron que el partido fuera más ameno, Maximiliano disfrutó como hacía tiempo no sucedía de las actividades de su hijo. Tomó en brazos a Leila cuando la niña comenzó a sentirse un poco somnolienta e incluso agradeció cuando Tiffany le trajo una gaseosa para beber.Aquella, su esposa le intrigó aún más cuando al acabar el partido corrió con prisas entre las gradas para llegar hasta Liam. Lo besó en la mejilla sin siquiera importarle el sudor y Maximiliano solo pudo observar en silencio como le animaba.Tiffany odiaba a las personas sudorosas. Tiffany odiaba la mayoría de las cosas que sucedían fuera de su control, así que Maximiliano no podía creer lo que estaba viendo. Se acercó a su hijo cuando salió de sus pensamientos, acarició la cabeza de su hijo mientras su esposa se encargaba de cargar a Leila.— Viste papá, metí dos goles hoy — Liam habló emocionado —. ¿Estuve bien, mamá?— Estuviste estupendo mi niño — concordó Hanna antes de subir al auto de Maxi