La secretaria indomable
La secretaria indomable
Por: Josyfer
capitulo 1

Una mañana muy hermosa, Marcelo Bill, un millonario compasivo y muy querido por sus hijos, anunció una sorpresa para toda la empresa: una fiesta de máscaras, donde anunciaría su retirada para dejar a su hijo recién llegado de Dubái a cargo de la empresa.

¡Muy buenos días, mis hermosuras! dijo el señor Bill.

¡Estoy contento!, ¿lo notan? le dijo a todos en el departamento de imprenta. Esta noche todos ustedes están invitados a mi fiesta de despedida, en mi villa, en los Bill Villas.

La zona llevaba su nombre; él la compró y tenía su apellido. Los Bill Villas eran un lugar paradisíaco, muchos los conocen como las villas de las maravillas. Un paraíso donde puedes encontrar de todo.

Todos los departamentos estaban contentos por la noticia del presidente. ¡Por fin tendremos una fiesta! Era emoción por toda la empresa; no se escuchaba nada más que cuchicheos sobre cómo se vestirían y qué máscaras traerían para esta ocasión.

Pero, al mismo tiempo, ¿quién era ese hijo recién llegado de Dubái? Nadie en la empresa lo conocía, solo una persona conocía a los hijos del presidente: la secretaria Katty.

Ella era la única que no mostró felicidad. Sabía que quien se encargaría sería el hijo playboy: Jack Bill.

Un mujeriego que se la pasa destrozando corazones de las que se enamoran de él; este hombre es el diablo en persona. Las chicas caen a sus pies como pétalos de rosa cayendo en la entrada del otoño.

Ella tenía que encargarse de casi todo; era la secretaria personal del presidente. Fue más de siete veces a la villa para confirmar que todo estaba como el presidente lo quería. Don Marcelo Bill, dueño de la mitad de la ciudad, quería que todo estuviera perfecto; un error no se perdonaba en absoluto.

Unas horas más tarde, toda la empresa cerró, pero solo estaban Katty y los hombres de seguridad. Ella se estaba encargando de que todo quedara bien después de la partida del presidente, ya que para mañana tendrían un nuevo presidente auténtico playboy.

Bajó al parque y saludó a Felipe, uno de los hombres de seguridad.

¡Buenas noches para todos!

¡Buenas noches!, señorita Kat.

Ella arrancó su Lexus LS500 rojo como la sangre.

Llegó a su departamento en los Clayton; era un apartamento hermoso, todo decorado como la casa de una reina. A ella le gustaba lo que era fino y elegante.

Entró y cerró la puerta con una patada. Tenía la mano cargada de cosas. Esa noche no quería vestirse con tanta elegancia, solo quería estar presente por si el presidente necesitaba algo. Fue a su armario, que estaba lleno de hermosos vestidos. Elegió un vestido negro que usó para una reunión familiar, un tacón dorado que combinaría con una vieja máscara, un maquillaje suave y un labial muy poco llamativo.

Pero algo que ella tenía que saber era que su cuerpo lo era todo. Su belleza no podía esconder lo que se ponía; le quedaba bien por su figura.

Tomó un sobre pequeño dorado con una incrustación que combinaba con todo y salió. No entró por la puerta principal para no llamar mucho la atención; entró por la puerta trasera, donde entran los dueños. Como todos los de seguridad la conocen, entró sin dificultad.

Una vez adentro, buscó al presidente para notificar que todo estaba bien.

Al estar en la sala principal del presidente, se topó con el chico más tierno de la familia Bill: Harry Bill. Era un chico muy tranquilo; todo su mundo era la moda, él es modelo. Por ahora, no se puede encargar de la empresa, su carrera corre riesgo.

¡Hola, hermosa! dijo él sin saber que era Katty.

¡Hola, Harry! respondió ella.

_¿Me conoces?

_¡Lo siento, joven Harry, pero su voz la puedo detectar aunque estuviera de lejos!

_¡Ya veo, eres una fan! ¡Qué raro que no me pides un autógrafo!

_¡Descuida, Harry, lo tendré en cuenta cuando ganes el concurso de pasarela la próxima semana!

Harry, por su parte, se quedó atónito. ¿Cómo pudo ella saber toda esa información que era confidencial? Solo la secretaria de su padre sabría tal cosa.

Cuando ella estaba a unos pasos más, Harry notó que era la secretaria. Su forma de caminar era única; su cuerpo le dictaba el paso de un cisne.

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