La lista de la nueva política no era larga, pero no había nada sobre lo que Jack le dijo a Katty respecto a su atuendo. Las demás chicas vestían ropas que mostraban más de su cuerpo.
Katty no; ella siempre vestía elegante, pero presentable en todo.
Al caer la noche, como dijo Jack, su chofer traería una maleta. Katty no sabía lo que contenía esa maleta, pero suponía que nada sería decente.
Sonó el teléfono de su apartamento; era la recepción.
_ "Señorita, alguien la busca. Dice que se llama Alejandro, lo envía el presidente Jack."
_ "De acuerdo, dile que suba."
Colgó el teléfono y se sentó en el sofá, esperando al invitado.
Su timbre sonó y ella abrió la puerta.
_ "Buenas noches, señorita Katty. Esta maleta la envió el presidente. No pude dejarla en la recepción porque él me pidió entregarla personalmente."
_ "Está bien, déjala aquí."
_ "Buenas noches, señorita."
_ "Buenas noches, Alejandro."
El chofer se sonrojó al escuchar esas palabras; para él, eran música romántica en sus oídos.
Ella procedió a abrir la maleta. Cuando la abrió, se sintió sorprendida y enojada a la vez.
_ "¡Maldito desgraciado! Te dije que no tenía ropa que ponerme."
Su teléfono sonó al mismo tiempo. Era Jack.
_ "Alejandro me dijo que ya te entregó la maleta. ¿Te gustan las ropas?"
Katty respondió molesta.
_ "Señor, creo que me está faltando el respeto. Yo nunca mencioné que no tengo ropa que ponerme; lo que acaba de hacer es una ofensa para mí."
_ "Tómalo con calma, Katty. Es un regalo de mi parte. Espero verte vestida con uno de ellos mañana."
_ "Gracias, señor, pero no pienso vestirme con esos trapos de marca que me envió para lucir sexy como usted me pidió. ¡Tengo muchas ropas en mi armario!"
_ "¿Qué? No te vestirás con ellos. No me subestimes, Katty. Mañana a primera hora quiero que estés esperando frente a la cafetería Esmeralda. Te recojo ahí a las ocho de la mañana, ni un minuto más. ¿Entendido?"
_ "¡No, soy sorda! Estoy escuchando. Si no tiene nada más que decir, ¡adiós!"
Ella puso el celular en la mesa sin colgar y empezó a maldecir.
"Maldito desgraciado", "¿Cómo se atreve a enviarme ropa?", "Cómo quisiera estrellar todo sobre ti", "Maldito", "maldito". "Me las pagarás, desgraciado."
Toda esa maldición la estaba escuchando. Jack se enfureció, pero esas palabras que escuchó al otro lado lo activaron; su cuerpo comenzó a sentir calentura y excitación. En su cara había una sonrisa de deseo alterado. Colgó con la intención de volver a llamar y decirle que todo era una broma, pero se detuvo y empezó a cuestionarse.
_ "¿Qué carajo me pasa? ¿Cómo es que sus palabras me provocan excitación? ¿Cómo se atreve a evitarme? Maldición, Katty, estás jugando con fuego. No te sobrepases, no te atrevas."
Él tenía la forma de pasar uno de sus caprichos cuando se calentaba. Llamó a una chica, la que sería su víctima esa noche, ya que no podía poseer a Katty en ese momento para hacerle pagar por su pecado de excitarlo.
Cuando la chica llegó, era una belleza europea, de piel clara y ojos marrones.
_ "Ven aquí, esta noche serás mi sumisa y sin objeciones."
_ "Mm, claro, seré tu sumisa. Siempre lo he sido."
_ "Así me gusta, obediente. Ve a cambiarte en la habitación y vuelve aquí."
La chica fue a la habitación a cambiarse como de costumbre. Este chico tenía todo tipo de juguetes sexuales para dar placer a cada mujer que llevaba a su cama; era imposible que estuviera con una y que no quisiera volver a ser poseída por él.
La chica estaba vestida de secretaria, pero con prendas muy sexys: una falda diminuta que solo cubría la parte delantera, dejando sus nalgas al descubierto. Llevaba una corbata y anteojos, todo el look de una secretaria, pero para una noche de pleno placer.
_ "Ven aquí, ven donde tu rey."
Ella lucía sexy y muy excitante. En la mente de Jack, se proyectaba la imagen de Katty.
Comenzó a besar a la chica salvajemente, con besos muy fogosos. La movía como él quisiera en el sofá.
El sofá era grande; había cómo postrarla, dominarla a su antojo. La chica sabía cómo mover todo su cuerpo y dejar que Jack la postrara de todas las formas del Kamasutra.
Los deseos se avivaron entre los dos; él la amarraba y la latigaba con fuerza, dejando su carne blanda y roja, casi morada. Gemía de placer y dolor a la vez. Tanto que todo dolor que sentía se convertía en placer; ella pedía más y más...
La penetraba con fuerza, sus gemidos lo excitaban más, dándole más motivo para que la poseyera con más fuerzas. _ ¡HAy, ay, Jack, por favor! _ ¿Quieres más? _¡Sí!!! Jack Bill Los gritos de ellas, eran melodía en mis oídos, era imposible parar, estaba tan excitado que la dome hasta escuchar mi nombre en grande en sus palabras. Hasta que me suplicara que no podía más, no me atrevería a soltar sus jugosos pezones. Gritaba mi nombre, como loba enjaulada, no suplicaba . Mis ojos estaban hipnotizados, solo veía la cara de Katty, como era ella mi fuerte deseo de domarla se aumentó. La dejé en un momento posicionándola en cuatro, postrándola con las manos detrás y tomando de su cabello. Esos gritos de gata me gustaban. Se movía complacidamente y su humedad era excitante. Llegue a mi punto y ella ya estaba corrida como cuatro veces, la solté y la desate para que reposara un poco, estaba cansada y lucia, lastimosa por los látigos, sus hermosos pares de nalgas están moraditas, aplique med
En la mañana katty se despertó, de muy buen humor, durmió bien, no tenía tanto apuro. Y documento que entregar. Su teléfono sonó, un mensaje de Jack, le cambio el humor en la cara. Cuando voltio la cara vio la maleta en el sofá, pues su buen humor había desaparecido.El mensaje, indicaba que era un ultimátum, que no se atreviera a parecer, sin una pieza de la ropa que le había enviado._ ¡AH, ese desgraciado, se cree mi padre para mandarme así!De nuevo apareció un mensaje," Por si acaso estás maldiciendo, solo tienes treinta minutos para aparecer frente a la cafetería primavera"._ ¡No, no puede ser, era a la ocho, ahora me da solo treinta minutos a que está jugando!Otro mensaje llegó. “Cambie de opinión, Alejandro te recogerá en los treinta minutos, ni un segundo más"._ ¡Maldito playboy quien crees que eres para jugar así conmigo!Katty no tenía más opción que vestirse con lo que le envió Jack. Eligio un short corto, lo combino con unas chaquetas de cuero que tenía, y unas botas
¡Mi cielo, no quiero que derrames sangre aquí! ¡Déjalo pasar, está bien!Las indicaciones eran claras: no debía mostrar piedad. Tenía que infundir miedo, hacer que todos allí dentro la codiciaran, despertar el deseo de tenerla. Con una mujer sin miedo a tu lado, nadie tendría el valor de intimidarte.La última chica que quedó al lado de Jack fue jalada por Katty del cabello, abofeteándola varias veces hasta que comenzó a sangrar.Jack se acercó, apartó a la chica y agarró la mano de Katty, deteniéndola con fuerza. Con una mezcla de seducción y autoridad en sus ojos, se inclinó hacia ella y le susurró:¡Lo estás haciendo bien, así me gustan: obedientes!Un aura de ira invadió a Katty, pero sabía que estaba en las calles de otoño, un lugar lleno de mafiosos. Jack había venido para reclamar territorio, y ella tenía que actuar junto a él hasta que todo terminara.Jack había planeado su entrada perfectamente: quería que su dama lo encontrara con otras mujeres y se pusiera celosa. Katty, aun
Al llegar a la empresa, descendieron de una limusina.Todo seguía como de costumbre, con los chismes habituales. Algunos empleados notaron a la secretaria Katty, que lucía un pantalón corto y una chaqueta de cuero. Muchos la confundieron con la novia del presidente, ya que nunca vestía de esa forma.—Chicos, ¿quién es esa chica? ¡Miren esas curvas! —¡Wow, mira eso! Tiene la postura de la secretaria Katty. ¡Miren bien! —¡No, no lo creo! Ella no se viste así. —¡La secretaria Katty es muy reservada con su cuerpo! Nunca muestra mucho, solo te deja deleitarte y adivinar cómo luce bajo esas faldas ajustadas y pantalones que destacan sus curvas enormes. —¡Chicos, es la secretaria Katty! Miren ese brazalete, ¡solo ella lo tiene! —¡Sí, es verdad! ¿Por qué se habrá vestido así? ¡Me gusta ese estilo!Los comentarios eran muchos. Algunos especulaban y otros insistían en que era la novia de Jack.Cuando llegaron al último piso, donde estaba la oficina del presidente, Katty se dirigió a su escr
Jack lanzaba miradas constantes a Katty, que estaba sentada en el sofá. Sus largas piernas y su cabello recogido dejaban entrever sus enormes pechos, que resaltaban bajo la chaqueta. Su cuerpo ardía de deseo por poseerla, pero sabía que no podía tocarla. Frunció el ceño, dejó caer los papeles que tenía en la mano y se recostó en su sillón de lujo.Katty, por su parte, no notaba nada. Estaba completamente concentrada en la computadora, haciendo su trabajo.Llegó la hora del almuerzo. Katty miró el reloj y notó que Jack la estaba observando fijamente. Al verse a sí misma, se sintió semidesnuda. Había llevado ese atuendo desde la mañana, cuando interpretó el papel de la bella y loca dama enamorada en las calles de otoño. Pero ahora, bajo la mirada penetrante de Jack, se sentía expuesta.—¿Tengo algo mal en mi cuerpo, señor? —preguntó ella, tratando de entender el motivo de su mirada.—Tal vez, pero solo yo puedo verlo —respondió Jack con una sonrisa que no ocultaba su falta de sinceridad.
Katty BengerUn chico alto, de espalda ancha y con el porte de un macho alfa entró en el edificio.Todas nos quedamos mirándolo. Su mirada era intimidante, y la forma en que pasaba sus dedos por los labios resultaba increíblemente atractiva. La recepcionista, Alice Jane, ni siquiera prestó atención a lo que él decía. Su mirada estaba completamente perdida en este joven. Hasta yo tuve que mantenerme firme para evitar que mis rodillas temblaran.Él chasqueó los dedos, y Alice, con voz temblorosa, logró tartamudear una pregunta:—¿Por... por quién preguntas, joven?—Jack Bill. Dile a tu presidente que Kelvin Piers lo está buscando.Era un joven de una familia muy influyente. Los Piers eran dueños de numerosos bares y negocios clandestinos en Katere. Eran conocidos por todos, y nadie se atrevía a intimidar a uno de ellos. Hacerlo significaba una sentencia de muerte. Los Piers eran poderosos, y si además tenían al presidente Jack Bill de su lado, quien se atreviera a molestarlos, estaba aca
Katty BengerEran ya las ocho de la noche. Había terminado todo. Por lo menos, hoy fue un día triunfante. Desde la partida de Don Marcelo, no he tenido un momento de descanso. Este demonio me trata como si fuera su sirvienta, olvidando que soy su secretaria.Llegué a casa con la intención de darme un baño relajante y dormir a gusto. Suplicaba al cielo que este demente de las mujeres no me llamara.Pero parece que es el mismo demonio quien intercepta mis oraciones.—¡Tiene que ser una broma, Diosito! ¡Acabo de pedirte que no llamara!—¡Sí, buenas! —contesté con desgano.—Déjate de formalidades, Katty. Te envié un paquete. Te espero en media hora.—¿Media hora? ¡Pero acabo de llegar a casa, señor, y no me siento bien! Me duele la cabeza.—¿En serio, Katty? No te sientes bien, pero estás bailando y bebiendo vino.—¿Cómo diablos...? ¡Me está hostigando y vigilando! ¡Eso no se hace, es un agravio!—Piensa eso después. Tienes veinte minutos por mentirme.“¡Mierda, no! Esto no puede estar pas
Volví a mirar la mesa y sentí que había tensión en ella. ¿Cómo hará Kelvin para tratar con ellos? Pero su forma de chocar la mesa no me daba confianza de que lo manejaría bien.Este tipo acaba de decirme que use mis encantos. Por Dios, ¿en qué me he metido?Me acerqué a la mesa. Kelvin me miró y, para mi sorpresa, me presentó como su jefa.Mi respiración se cortó. No tenía idea de cómo enfrentar la situación. Ahora este tipo me presenta como su jefa.Katty sudó y sintió que sus tacones no la sostenían. En ese momento, las palabras de Jack vinieron a su mente: "Recuerda que eres una secretaria de los Bill". Jack le estaba otorgando poder.Todo se aclaró en su mente, y en ese instante decidió actuar un papel que dejó a todos asombrados.—Aquí está el contrato, jefa —dijo Kelvin, con una mirada que mataba.—De acuerdo, ¿de cuánto estamos hablando? —respondió Katty con una voz dulce que seducía a los intrigantes.—Cuarenta millones, mi reina. Pero ya que es tan bella como usted quien está