capitulo 6

La lista de la nueva política no era larga, pero no había nada sobre lo que Jack le dijo a Katty respecto a su atuendo. Las demás chicas vestían ropas que mostraban más de su cuerpo.

Katty no; ella siempre vestía elegante, pero presentable en todo.

Al caer la noche, como dijo Jack, su chofer traería una maleta. Katty no sabía lo que contenía esa maleta, pero suponía que nada sería decente.

Sonó el teléfono de su apartamento; era la recepción.

_ "Señorita, alguien la busca. Dice que se llama Alejandro, lo envía el presidente Jack."

_ "De acuerdo, dile que suba."

Colgó el teléfono y se sentó en el sofá, esperando al invitado.

Su timbre sonó y ella abrió la puerta.

_ "Buenas noches, señorita Katty. Esta maleta la envió el presidente. No pude dejarla en la recepción porque él me pidió entregarla personalmente."

_ "Está bien, déjala aquí."

_ "Buenas noches, señorita."

_ "Buenas noches, Alejandro."

El chofer se sonrojó al escuchar esas palabras; para él, eran música romántica en sus oídos.

Ella procedió a abrir la maleta. Cuando la abrió, se sintió sorprendida y enojada a la vez.

_ "¡Maldito desgraciado! Te dije que no tenía ropa que ponerme."

Su teléfono sonó al mismo tiempo. Era Jack.

_ "Alejandro me dijo que ya te entregó la maleta. ¿Te gustan las ropas?"

Katty respondió molesta.

_ "Señor, creo que me está faltando el respeto. Yo nunca mencioné que no tengo ropa que ponerme; lo que acaba de hacer es una ofensa para mí."

_ "Tómalo con calma, Katty. Es un regalo de mi parte. Espero verte vestida con uno de ellos mañana."

_ "Gracias, señor, pero no pienso vestirme con esos trapos de marca que me envió para lucir sexy como usted me pidió. ¡Tengo muchas ropas en mi armario!"

_ "¿Qué? No te vestirás con ellos. No me subestimes, Katty. Mañana a primera hora quiero que estés esperando frente a la cafetería Esmeralda. Te recojo ahí a las ocho de la mañana, ni un minuto más. ¿Entendido?"

_ "¡No, soy sorda! Estoy escuchando. Si no tiene nada más que decir, ¡adiós!"

Ella puso el celular en la mesa sin colgar y empezó a maldecir.

"Maldito desgraciado", "¿Cómo se atreve a enviarme ropa?", "Cómo quisiera estrellar todo sobre ti", "Maldito", "maldito". "Me las pagarás, desgraciado."

Toda esa maldición la estaba escuchando. Jack se enfureció, pero esas palabras que escuchó al otro lado lo activaron; su cuerpo comenzó a sentir calentura y excitación. En su cara había una sonrisa de deseo alterado. Colgó con la intención de volver a llamar y decirle que todo era una broma, pero se detuvo y empezó a cuestionarse.

_ "¿Qué carajo me pasa? ¿Cómo es que sus palabras me provocan excitación? ¿Cómo se atreve a evitarme? Maldición, Katty, estás jugando con fuego. No te sobrepases, no te atrevas."

Él tenía la forma de pasar uno de sus caprichos cuando se calentaba. Llamó a una chica, la que sería su víctima esa noche, ya que no podía poseer a Katty en ese momento para hacerle pagar por su pecado de excitarlo.

Cuando la chica llegó, era una belleza europea, de piel clara y ojos marrones.

_ "Ven aquí, esta noche serás mi sumisa y sin objeciones."

_ "Mm, claro, seré tu sumisa. Siempre lo he sido."

_ "Así me gusta, obediente. Ve a cambiarte en la habitación y vuelve aquí."

La chica fue a la habitación a cambiarse como de costumbre. Este chico tenía todo tipo de juguetes sexuales para dar placer a cada mujer que llevaba a su cama; era imposible que estuviera con una y que no quisiera volver a ser poseída por él.

La chica estaba vestida de secretaria, pero con prendas muy sexys: una falda diminuta que solo cubría la parte delantera, dejando sus nalgas al descubierto. Llevaba una corbata y anteojos, todo el look de una secretaria, pero para una noche de pleno placer.

_ "Ven aquí, ven donde tu rey."

Ella lucía sexy y muy excitante. En la mente de Jack, se proyectaba la imagen de Katty.

Comenzó a besar a la chica salvajemente, con besos muy fogosos. La movía como él quisiera en el sofá.

El sofá era grande; había cómo postrarla, dominarla a su antojo. La chica sabía cómo mover todo su cuerpo y dejar que Jack la postrara de todas las formas del Kamasutra.

Los deseos se avivaron entre los dos; él la amarraba y la latigaba con fuerza, dejando su carne blanda y roja, casi morada. Gemía de placer y dolor a la vez. Tanto que todo dolor que sentía se convertía en placer; ella pedía más y más...

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