Apenas Evangelina entró a la casa, se pegó de la puerta suspirando. Se sentía nerviosa, como una adolescente enamorada, enamorada de su primer hombre y del padre de sus hijos.—Te amo Demetrio, te amo desde el primer momento que me besaste y me mostraste el placer de ser mujer —susurró tocando sus labios.—¿Qué haces Eva? ¿Y ese escándalo? —Eva brincó del susto al ver a Santino en la puerta de brazos cruzados.—Nada Santi, unos vecinos con un escándalo, pero ya se fueron, descansa —caminó, por un lado de él y subió a su habitación corriendo, como una niña cuando la descubren haciendo algo malo.Se lanzó en la cama y sonrió al recordar a Laureti, con esa cara de borracho, haciendo un gran especuló.—¿Será que es cierto que me ama? ¿O por lo menos siente algo lindo por mí? Si solo fuera capaz de decirle mis sentimientos, y explicarle que Santino es solo mi amigo y que mis hijos son de él —hablaba para sí misma en un susurro, deseando poder tener valentía y decirle a Demetrio en la cara,
Demetrio se había mentalizado en que Evangelina iba a ganar la apuesta, pues la mujer era tan buena, que él mismo dudaba de sus habilidades; Cuando, en el último momento la muy perspicaz se dejó vencer. Así que el CEO, se quedó con las inmensas ganas de ahogarse con la flor de Eva.Eva estaba sentada en su escritorio, supervisando los nuevos proyectos, que sus ingenieros le habían enviado; aunque intentaba concentrarse, su mente no dejaba de vagar en Demetrio, y las palabras que le dijo apenas se dio cuenta de que había perdido:—Espero que cumplas con tu palabra, y dejes a Santino —dijo tan serio que Eva se quedó estática, parecía que al decir las palabras le dolía un poco saber que ella estaba con él.—Pero, mis hijos crecerán sin padre —Eva bajó la mirada, esperando la reacción de Demetrio.—Tus hijos son míos por el hecho de que eres la mujer que quiero en mi vida —Anderson, tragó grueso, en ese momento no supo cómo responder a lo que le estaba diciendo el italiano. Una sensación d
Sintió una corriente subir por su cuerpo. No sabía si llorar, reír, o gritar; había estado solo toda su puta vida, que saber que tenía tres hermosos hijos le causaba una alegría descomunal, pero también estaba ese dolor trasfondo de saber que Eva lo había ocultado.Miró a Evangelina, que estaba hecha un mar de lágrimas y con lágrimas él en sus ojos, la apuntó con el dedo preguntándole:—¿Por qué? ¿Por qué Eva? ¿Por qué me ocultaste esto? ¡Me dijiste que eran de Santino, de Santino! —gritó.—Tenía miedo Demetrio —susurró bajo.—¿Miedo? —bufó—¿Miedo de qué?—¡De que los rechazaras! De que…—¡Cállate! No tienes una puta excusa que decir, solo cállate —se acercó a ella con odio. No podía respirar y las lágrimas lo ahogaban —¡He estado solo toda mi m*****a vida, y vas a pensar que voy a rechazar a mis hijos! —Eva lo miró con odio, recordando lo que le hizo, la verdadera razón de haberse alejado.—¡Lo sé todo Demetrio! —Demetrio la miró confundido.—¡¿Qué sabes?! ¿¡De qué hablas?! ¡No te vi
Alina sonrió; era una mujer de dentadura perfecta y blanca; sus cabellos, de un color rubio ceniza. Tan alta que parecía una modeló; bonita, pero no tanto como Evangelina Anderson, que dejaba suspiros a su paso.Demetrio miró a la chica que lo miraba con una sonrisa, e hizo una mueca de desagrado; él ya no era el joven tonto de antes, ya no era el heredero más cotizado, ahora el puto CEO de las empresas Laureti; ella no podía intimidarlo, ni manipularlo como en el pasado.Desabotonó su saco, y sin ninguna expresión en su rostro tomó asiento sin ni siquiera mover la silla de Alina por cortesía. Ella solo era un fantasma del pasado, algo que no quería volver a recordar o vivir.—A lo que venimos, señora Robinson —dijo serio, sin ni siquiera mirar el menú en sus manos.—Demetrio, ¿No te da gusto verme? —preguntó con su voz dulce y falsa.—Me da igual Alina, puede ser que me sorprendí un poco porque no imaginé que eras la dueña de AndroiO, pero ahora que lo veo, me da igual —la miró sin e
Después de una jornada eufórica en la oficina, Demetrio se dirigió a casa de Antonio, quería despejar un poco su mente. Lo necesitaba.Paró su auto, y entró a la cómoda, y grande casa de su amigo, que quedaba en una buena zona de Florida.La música de fondo le indicó que estaban reunidos en el jardín, así, qué, dirigió sus pasos hasta ahí.Abrió los ojos de par en par, a ver la cantidad de personas, y la mayoría eran empleados de la empresa, que apenas vieron a Laureti, se quedaron estáticos y serios como si estuvieran dentro de la empresa.—Hermano, quita esa cara de amargado, has asustado a todos —se acercó Antonio con una sonrisa palmeando el hombro de Demetrio.—¿Por qué cojones no me dijiste que era una fiesta? ¡joder! ¡Me largo! —intentó voltearse para irse, pero una silueta conocida lo hizo quedarse estático, entre una combinación de rabia, y deseó.Evangelina, llegaba con un diminuto vestido de color rojo, y unos tacones, negro. Su cabello negro estaba suelto y su rostro perfec
Los ojos de Eva se iluminaron al escuchar las palabras de Demetrio. Sus manos comenzaron a temblar, y su corazón a palpitar fuerte. Mientras Demetrio conducía, con una sonrisa coqueta en sus labios, Evangelina no dejaba de temblar, de imaginarse la noche que iba a pasar.—¿Está nerviosa? Señorita Anderson —le dijo sonriendo ¿Dónde está la valentía ahora Eva? ¿O Tienes miedo de que tu ex jefe te dé como máquina de coser?—¿Tendría que tener miedo? Señor Demetrio —respondió de la misma manera casual que él solía hacerlo.Llegaron a la mansión Laureti, Eva la reconoció enseguida, aunque estaba pintada diferente.Demetrio bajó del auto, y tomó en un gesto dulce la mano de Eva, que enseguida ella se ruborizo por su tacto.—¿Sigues coleccionando autos? —preguntó al ver la cantidad de ellos en la cochera, y a los guardaespaldas cuidando la mansión. —Me gusta cuidar las cosas valiosas —sonrió.Apenas entró a la casa, dos enormes perros salieron a su encuentro, Eva los recordaba muy bien, ell
Demetrio tragó grueso, asomándose por la puerta, y entrando detrás de Eva.Los niños estaban parados en fila, uno al lado del otro.Miró, a cada uno de ellos, mientras el corazón le palpitaba a mil por horas. No sabía qué decir, ni que preguntar, fue Fernanda la que se acercó a él.Demetrio se agachó, a saludarla. Era una niña hermosa, su cara era tan fina como la de él.La niña colocó la mano en su mejilla, y le dijo en un susurro:—Sabía que eras mi papá —musitó llorando. Demetrio tomó a la niña entre sus manos, estrechándola fuerte, mientras le daba gracias a Dios por sus hijos.Andrea, y Fernando, estaban estáticos mirando a Demetrio. Ellos lo habían visto en casa unos días atrás, pero no sabían que era su padre.Eva, al ver que los niños no se movían, los empujó un poco por la espalda, haciéndolos caminar hasta Demetrio, que al verlos le tendió una mano, para qué se acercarán.—Papi —dijeron los varones.Demetrio sentía que su corazón iba a salir de su pecho en ese momento; jamás
Demetrio tenía sus mejillas calientes. La rabia que sentía en ese momento se apoderó de él. Ver a Eva, su Eva, siendo besada por otro hombre ajeno a él, le dolía en el alma, y más si ese hombre era Santino San Román, su rival.Dejó el teléfono en el escritorio, y observó al ventanal con la mirada perdida, no quería pensar lo peor, debía preguntarle a Eva que había pasado.¿Pero qué iba a preguntar? La puta foto mostraba claramente que se estaban besando.«¡Joder! El cazador resultó casado» pensó con frustración.Apretó sus puños, molesto, sin dejar de estar de espalda al ventanal, con el ceño fruncido, sin dejar de ver a la nada, cuando unas manos calientes lo abrazaron.Quiso quitarla molesto, pero trataba de controlarse. Respiró profundo, mientras aquellas manos lo abrazaban por la espalda, cuando sintió el olor del perfume inundar sus fosas nasales....Cuando Evangelina llegó a la oficina, todos, la miraban extraño, sabía que en esa empresa el chisme corría, y seguramente para esa