Cuatro minutos
Después de dormir a los niños como todas las noches con un cuento; se encerró en su habitación, sentía su cuerpo estremecido, su piel erizada. Era como si ella hubiera nacido para amarlo.

Resopló con pesadez al lanzarse a la cama.

—Demetrio —sonrió al recordarlo, pero luego sintió su corazón estrujarse.

—Y pensar que todo comenzó con una apuesta —recordaba esas palabras todos los días de su vida, no podía olvidar que estuvo con ella para cumplir una apuesta, una vil apuesta.

Limpió la lágrima que rodó por su mejilla, y se envolvió en la manta para dormir.

—Debes poder olvidarlo Eva, Demetrio tiene que sufrir igual o más de lo que tú sufriste —se dijo así misma.

...

Apenas rayó el alba, Evangelina se levantó enseguida, su cuerpo estaba estremecido, sus pezones erizados y su entrepierna húmeda.

—¿Otra vez has soñado con él, Eva? —mordió su labio con fuerza ¿Hasta cuándo iba a desearlo? Era una tortura para ella cada noche sentir sus besos en su piel, y a la mañana siguiente, solo desper
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