Los ojos de Eva se iluminaron al escuchar las palabras de Demetrio. Sus manos comenzaron a temblar, y su corazón a palpitar fuerte. Mientras Demetrio conducía, con una sonrisa coqueta en sus labios, Evangelina no dejaba de temblar, de imaginarse la noche que iba a pasar.—¿Está nerviosa? Señorita Anderson —le dijo sonriendo ¿Dónde está la valentía ahora Eva? ¿O Tienes miedo de que tu ex jefe te dé como máquina de coser?—¿Tendría que tener miedo? Señor Demetrio —respondió de la misma manera casual que él solía hacerlo.Llegaron a la mansión Laureti, Eva la reconoció enseguida, aunque estaba pintada diferente.Demetrio bajó del auto, y tomó en un gesto dulce la mano de Eva, que enseguida ella se ruborizo por su tacto.—¿Sigues coleccionando autos? —preguntó al ver la cantidad de ellos en la cochera, y a los guardaespaldas cuidando la mansión. —Me gusta cuidar las cosas valiosas —sonrió.Apenas entró a la casa, dos enormes perros salieron a su encuentro, Eva los recordaba muy bien, ell
Demetrio tragó grueso, asomándose por la puerta, y entrando detrás de Eva.Los niños estaban parados en fila, uno al lado del otro.Miró, a cada uno de ellos, mientras el corazón le palpitaba a mil por horas. No sabía qué decir, ni que preguntar, fue Fernanda la que se acercó a él.Demetrio se agachó, a saludarla. Era una niña hermosa, su cara era tan fina como la de él.La niña colocó la mano en su mejilla, y le dijo en un susurro:—Sabía que eras mi papá —musitó llorando. Demetrio tomó a la niña entre sus manos, estrechándola fuerte, mientras le daba gracias a Dios por sus hijos.Andrea, y Fernando, estaban estáticos mirando a Demetrio. Ellos lo habían visto en casa unos días atrás, pero no sabían que era su padre.Eva, al ver que los niños no se movían, los empujó un poco por la espalda, haciéndolos caminar hasta Demetrio, que al verlos le tendió una mano, para qué se acercarán.—Papi —dijeron los varones.Demetrio sentía que su corazón iba a salir de su pecho en ese momento; jamás
Demetrio tenía sus mejillas calientes. La rabia que sentía en ese momento se apoderó de él. Ver a Eva, su Eva, siendo besada por otro hombre ajeno a él, le dolía en el alma, y más si ese hombre era Santino San Román, su rival.Dejó el teléfono en el escritorio, y observó al ventanal con la mirada perdida, no quería pensar lo peor, debía preguntarle a Eva que había pasado.¿Pero qué iba a preguntar? La puta foto mostraba claramente que se estaban besando.«¡Joder! El cazador resultó casado» pensó con frustración.Apretó sus puños, molesto, sin dejar de estar de espalda al ventanal, con el ceño fruncido, sin dejar de ver a la nada, cuando unas manos calientes lo abrazaron.Quiso quitarla molesto, pero trataba de controlarse. Respiró profundo, mientras aquellas manos lo abrazaban por la espalda, cuando sintió el olor del perfume inundar sus fosas nasales....Cuando Evangelina llegó a la oficina, todos, la miraban extraño, sabía que en esa empresa el chisme corría, y seguramente para esa
Alina llegó a su departamento con una sonrisa de victoria en su rostro. Estaba feliz, sabía que Eva no estaba muerta, pero había disfrutado de lanzarla por las escaleras. Aunque, también existía el miedo de que ella dijera lo que pasó, cosa que sin duda sería un gran problema para ella.—¿Por qué vienes tan feliz? Dame buenas noticias y dime qué Laureti, volvió contigo —Alina hizo una mueca con los labios, aunque quería complacer a Santino, odiaba que él no le importara en lo más mínimo que ella estuviera cerca de Demetrio.—No, aún no, pero lo voy a hacer —dijo sonriendo.—¿Y se puede saber cuál es el motivo de tu felicidad? —preguntó San Román, con curiosidad.—Lancé a Eva por las escaleras y la pobre paró en el hospital —la mirada de Santino se oscureció, sintió como la rabia se apoderaba de él.Se acercó a Alina, con molestia, y la tomó del cuello.—¡¿Qué dijiste?! ¿Te atreviste a hacerle daño a Eva?! —apretaba fuertemente su agarre.—Santi, suéltame, me lastimas —susurró.—¡Te dij
Se dispuso a cargar el vídeo, algo le decía que las cosas no andaban bien. Sintió un malestar en el estómago, pero iba conduciendo y no podía poner en peligro la vida de sus hijos en ese momento.Respiró profundo, tratando de calmarse, y dirigió la vista a la vía. A los pocos minutos, llegaron a casa. Los niños llevaban una sonrisa en sus labios, (así como cuando sientes que tienes un héroe y nada te puede ocurrir). Así se sentían los pequeños italianos.—Papi, —llamó la atención Fernanda mientras entraban a la casa y le entregaba los niños a su nana.—Dime mi tesoro —Demetrio acarició su mejilla con ternura.—Dijiste que íbamos a un parque, ¿cuándo nos llevarás?—preguntó con los ojos achinados.Demetrio sentía que esa niña en el futuro le haría pagar todas sus hazañas.—¿Por qué mejor no vamos de vacaciones unos días a París? —preguntó su padre emocionado.—¡Sí! Y nos llevamos a mami —dijo Andrea emocionada.Demetrio miró al niño con tristeza. No sabía qué decirle a su petición.—Deb
Las personas miraban con admiración a la familia de rasgos delicados que entró en el aeropuerto de Florida. Tres pequeños niños, de procedencia Italiana, sumamente hermosos, hicieron presencia junto con sus padres.Laureti tenía a los niños en cada brazo, mientras Evangelina llevaba consigo a la niña.Cómo la dominante que era, se acercó a la taquilla, pero preguntó por su vuelo, que no había salido aún.El hombre que la atendió, era sumamente hermoso. Sus cabellos de color negro, nariz pingada, y un hermoso candado que adornaba su cara.—¿Por favor, el vuelo a Francia París a qué hora sale!— preguntó con una sonrisa en sus labios, con amabilidad.El hombre que estaba sumamente ocupado, subió la mirada para maravillarse con los ojos gris que estaba enfrente.—¡Guau, es usted muy hermosa!, y me disculpa el atrevimiento — exclamó el joven que la miraba atentamente.Demetrio estaba concentrado, tratando de controlar a los niños, cuando se percató que Anderson, estaba tardando más de lo d
El arrogante CEO, Demetrio Laureti, había resultado enamorado de la mujer que menos pensó en su vida. Una simple secretaría "fea"como él le decía. Había resultado loco por Evangelina Anderson, aquella chica que llegó a su vida para dañarlo todo con su presencia, resultó diferente, devolviéndole a Laureti la felicidad y calidez de una familia.—¡Mira, papi, una estrella fugaz! —gritaron los niños emocionados, señalando al cielo.—¡Pidan un deseo! —dijo Laureti, gritando.Todos pidieron sus deseos, excepto Demetrio Laureti, que solo le agradeció a Dios, porque para él todo era perfecto en ese momento.—Te amo, señor Demetrio —dijo Anderson con una sonrisa, mientras miraba las estrellas. —Yo más —susurró el italiano.Había oscurecido, y Demetrio había pagado un hermoso paseo por el río seda. Sería un insulto a París, si estás ahí y no visitas el lugar.El paseo fue hermoso. Eva, viajaba maravillada, recostada del hombro de Laureti a su lado, mientras contemplaba las estrellas. Su corazó
Evangelina veía las marcas en su cuerpo después de la nueva dosis de sexo que había tenido la noche anterior con el italiano. El hombre había sido tan rudo, que había dejado múltiples marcas alrededor de sus senos y brazos.Anderson tocó cada parte de ellos, y suspiró, «este hombre es el puto dios del sexo» Aunque no había tenido una experiencia anteriormente con otro hombre, estaba segura que Demetrio tenía sin duda, diez de diez en el área; aunque el hombre la dejaba tan exhausta que casi no podía caminar al día siguiente.Salió del baño envuelta en una toalla, para vestirse. Estaba segura que si el hombre la veía desnuda iba a volver a arrastrarla a la cama. Parecía que no se saciaba con nada, y eso a Eva le encantaba, puesto que, si no tuviera muchos correos de sus socios y jefes en Rusia pidiendo algunos avances del proyecto, lo hubiera despertado para comérselo.Volteó su cuerpo para vestirse, colocando un vestido corto de color lila, una chaqueta de color beige, y unos tacones d