Desgracia
Demetrio tenía sus mejillas calientes. La rabia que sentía en ese momento se apoderó de él. Ver a Eva, su Eva, siendo besada por otro hombre ajeno a él, le dolía en el alma, y más si ese hombre era Santino San Román, su rival.

Dejó el teléfono en el escritorio, y observó al ventanal con la mirada perdida, no quería pensar lo peor, debía preguntarle a Eva que había pasado.

¿Pero qué iba a preguntar? La puta foto mostraba claramente que se estaban besando.

«¡Joder! El cazador resultó casado» pensó con frustración.

Apretó sus puños, molesto, sin dejar de estar de espalda al ventanal, con el ceño fruncido, sin dejar de ver a la nada, cuando unas manos calientes lo abrazaron.

Quiso quitarla molesto, pero trataba de controlarse. Respiró profundo, mientras aquellas manos lo abrazaban por la espalda, cuando sintió el olor del perfume inundar sus fosas nasales.

...

Cuando Evangelina llegó a la oficina, todos, la miraban extraño, sabía que en esa empresa el chisme corría, y seguramente para esa
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