Atando cabos sueltos
Demetrio estaba exhausto de tanto trabajo. Alina no se reportaba por ningún lado, y eso lo tenía atrasado con la entrega de las máquinas que ella le facilitaría para la implementación de sus sistemas.

—¿Dime Filibert, que lograste hablar con ella para que firme el envío? —preguntó, apenas entró el asistente por la puerta, con cara de preocupación.

En ese momento Laureti sintió que algo no estaba bien, y se levantó de la silla para acercarse a Filibert que estaba totalmente asustado.

—¿Qué pasa hombre? No me asustes, ¿algún problema con las máquinas? — preguntó sintiendo el miedo ahora él. Era mucho dinero que estaba en juego.

—Señor, fui hasta la empresa, y está cerrada, desde hace algunos meses, por falta de capital, además, que la señora Alina está desaparecida —Demetrio se volvió a sentar en ese momento, agarrando su cabeza con frustración. ¡Dios mío! Era mucho dinero invertido ¿Por qué Alina fue capaz de estafarlo?

La cabeza del italiano se nubló a tal punto que no lograba escuchar
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