Una familia que me apoya
Apenas rayó el alba, Evangelina se levantó de la cama decidida a luchar por el hombre que amaba.

Tomó una larga ducha de jazmines y se colocó una pijama sexi, para lucírsela a ese hombre qué tanto amaba. Había dormido en la habitación al lado de la de Laureti, y por largas horas lo escuchó sollozar con el deseo de ir a su habitación, pero no quiso hacerlo, para no atosigarlo.

Cuando estuvo lista, bajó para subirle el desayuno a Demetrio, e intentar que comiera un poco, ya que los últimos días en la clínica casi no había querido comer.

—Buenos días mis amores —saludó a los tres Italianos que estaban sentados en fila en el comedor.

—Buenos días, mami, estamos despiertos temprano porque hoy es clase de música —exclamó Andrea con una sonrisa de entusiasmo.

—Mami, le he hecho un dibujo a mi papi, para que se lo entregues —intervino Fernanda que le encantaba dibujar.

—A ver, de qué se trata el dibujo —tomó el dibujo en sus manos; era un dibujo de Demetrio con un enorme corazón rojo en la mit
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