Las manos de Demetrio sudaban. Su corazón palpitaba tan fuerte que podía oírlo en ese momento. Estaba tan nervioso que su respiración estaba entrecortada. Estaba cumpliendo el sueño de casarse como Dios manda con la mujer que amaba. Recordó por inercia, la vez que se iba a casar con Alina y sonrió con ironía, agradeciendo que la vida en ese momento no le fuera permitido casarse con ella, porque definitivamente hoy era el hombre más feliz del mundo.La iglesia estaba llena de trabajadores de la empresa, como amigos de Massimo y de Demetrio, de la universidad. La decoración era exquisita, entre blanco y un rosa pálido que se veía fenomenal, tal pulcro y glamuroso, digno de un Laureti.Muchos miraban a Demetrio con curiosidad por su rostro, y otros con admiración por ser tan valiente y no importarle las críticas de los demás.Había una cantidad de paparazzi, pendiente de grabar la entrada magistral de la novia más esperada del momento.Todos estaban tan felices que no podían dejar de sent
Demetrio no había podido dormir en toda la noche, sus ojos estaban hinchados por el insomnio de saber por Eva, no podía creer cómo era posible que existiera un ser tan despreciable como Santino San Román, que fuera capaz de secuestrar a una mujer embarazada y alejarla de sus hijos.Se levantó con cuidado, dejando a los niños dormidos a su lado. Había dormido la noche anterior con ellos, estaban nerviosos por no saber de su madre, y le costó mucho dormirse, lograron hacerlo después que Demetrio se metió con ellos a la cama. Acomodó sus cabecitas suspirando al verlo, para bajar a la sala y seguir buscando la manera de encontrar a Eva. Massimo había puesto la denuncia, y solo era cuestión de días para dar con ella. Pero, Demetrio estaba ansioso, sabía que Santino era un psicópata, y eso era lo que realmente le temía, por la vida de Evangelina, y de los hijos en su vientre.Apenas se aseó y bajó a la planta baja, unas personas lo esperaban en su salaDemetrio los miró extrañados, sobre tod
El frío entraba por la ventana esa temporada de diciembre haciendo estremecer el cuerpo de la pelinegra con rudeza.Abrió los ojos de repente al escuchar el sonido de sus hijos levantados.Miró su cuerpo húmedo por la temperatura. No entendía como cada noche soñaba con esos ojos azules que la miraban con intensidad, y unas manos gruesas de vellos amarillos que tocaban su cuerpo cada noche.«¿Quién será ese hombre con el que sueño? Jamás he soñado con Sam, de esta manera ¿Pareciera ser un hombre que ame mucho?», pensaba.Suspiró mientras se levantaba de la cama, para posar sus pies en las alfombras del piso. Tenía toda su habitación llena de alfombras.Caminó con cansancio hasta las cunas de los mellizos, que habían estado llorando y los tomó en sus brazos.—Mis angelitos —besó a sus hijos con ternura, para luego ver sus hermosos ojos que un día amanecían azules y otros grises oscuros. Tomó primero a la niña, era muy comelona e impaciente, por eso era ella la primera que tomaba para ama
Eva se quedó estática viendo al hermoso hombre que estaba en frente de sus ojos. Sus piernas temblaban y no podía articular ninguna palabra.—¿Por qué me dejaste Eva? ¿Por qué no has vuelto a casa con tus Trillizos? Te necesitan, al igual que yo, ¡¿por qué cojones me alejaste de los mellizos?! —Eva arrugó el entrecejo.—Disculpe, está usted equivocado señor, mi nombre no es Eva, me llamo Elena y no lo conozco.Demetrio la miró, incrédulo.—¿Cómo que estoy equivocado?—intentó acercarse a los niños, pero Eva se lo impidió.—Ni se le ocurra acercarse a mis niños —exclamó nerviosa.—Eva, mi amor, son mis hijos… y tú, mi mujer, por favor, ¿por qué estás diciendo estas locuras? —la voz del italiano estaba entrecortada. Un nudo en la garganta no lo dejaba respirar y las lágrimas estaban a punto de salir.—Le he dicho que no lo conozco. —susurró no muy segura.Se levantó del asiento, estaba temblando en ese momento. Aunque no sentía miedo, él la había llamado por un nombre diferente al que ell
—¿Y cómo me queda este, Rosa?—preguntó Eva, cansada de probarse muchos vestidos y que su dama de compañía dijera que no le gustaba ninguno.—Es que, tiene usted un hermoso cuerpo, niña, ¿por qué no usa algo más a su edad? Yo cuando joven me encantaba usar ropa pegada que resaltará mis curvas.Eva sonrió por las ocurrencias de Rosa.—A Sam no le gustará que muestre mis atributos —mordió sus labios con duda.—Pero, él no es su dueño. No sé cuándo va a poner límites contra él —la reprendió la mujer de mediana edad con el ceño fruncido.—Tienes razón, Rosa. Es que a veces le tengo miedo, siento que Sam, no es normal.Rosa la miró con curiosidad. Ella sentía de alguna forma un rechazó hacia su patrón. Sobre todo después de descubrir que las pastillas que supuestamente eran para hacerle volver la memoria, resultó todo lo contrario.—¿Y usted no a pensando en divorciarse? Puede ser que después de perder la memoria, todo el amor se fue con eso —insistió Rosa.—No lo sé, Rosa, no sé qué hacer.
La frente de Evangelina estaba empapada. Sudaba frío y el pulso de su corazón era agitado.—¿Por qué me sigues al baño? —le preguntó a Santino con el ceño fruncido, tratando de que no notará sus nervios.San Román entró al baño para ver si Eva estaba sola. Después de echar un pequeño vistazo, la jaló del brazo para llevarla con él.—¿Nos vamos? —preguntó ella agitada.—Si, nos vamos de esta m****a, tú y yo tenemos que hablar —escupió con las manos empuñadas de la molestia.Apenas llegaron a la casa, Santino lanzó a Eva al piso. Eva lo observó con terror, estaba bastante ebrio.—¡¿Quieres el divorcio, no?! —le gritó desesperado.Eva lo miró con miedo. No podía creer que estaba tan fúrico, jamás lo había visto de aquella manera.—¡Es lo mejor Sam, nosotros no estamos juntos, tú me tienes como una prisionera y además siento que no te amo! —gritó poniéndose de pie. Rosa bajó con los niños enseguida para ver qué pasó, pero Santino la interrumpió.—¡Largo de aquí, no te metas! —le gritó
Hay personas que llegan a tu vida como estrellas fugaces; pasan tan rápido que no te da tiempo a nada. Cuando Eva, vio a Rosa en el piso llena de sangre, sintió que la razón salía de su cuerpo. Se lanzó contra ella para tomarla entre sus brazos mientras lloraba desconsolada. La opresión en su pecho no salía, y las lágrimas se atragantaban en su garganta. Demetrio trataba de agarrarla, pero Eva estaba pegada al cuerpo sin vida de su sirvienta, su dama de compañía, su amiga. Una mujer que se lo jugó todo por ella, sabiendo que podía acabar así.Santino, se había dado cuenta esa misma noche que Rosa había cambiado las pastillas de Eva, por la actitud de Anderson, que era obvio que poco a poco había estaba recuperando la memoria, y por esa razón, le permitió a Evangelina salir, la siguió y se dio cuenta de que Demetrio estaba con ella. Se vio perdido y frustrado y no se le ocurrió más nada que llevarse a los niños, no sin antes hacerle pagar a Rosa su traición.—Eva, dime si tienes una ide
Cuando Demetrio llegó a la dirección, no podía respirar, desesperado. Algo le decía que algo muy malo estaba pasando. Caminó presuroso al escuchar el llanto de sus hijos.«Dios mío que estén bien», pensó sudando.Entró por unos pasillos hasta llegar a una habitación. Se quedó estático al ver el cuarto. La ropa de Eva, esparcida en el piso, y a diferencia tenía puesto un vestido rojo. Santino estaba a su lado, y parecía que habían tenido una cena romántica.Los celos invadieron en ese momento su mente. Pero, al ver a Santino y Eva sudar, le indicaron de que se trataba todo aquello. Se acercó a Eva presuroso; estaba fría como el hielo y no respiraba. Su corazón se agitó en ese momento, una opresión en el pecho no le dejaba respirar.—¡Eva! —movió su cuerpo que estaba temblando—. Eva, mi amor, por favor, despierta —exclamó de nuevo sin ninguna respuesta. Por más que la movía, el cuerpo de Anderson no reaccionaba. Una cantidad de espasmos retumbó en su cuerpo al darse cuenta de que habían