Más vueltas del destino
Cuando Demetrio llegó a la dirección, no podía respirar, desesperado. Algo le decía que algo muy malo estaba pasando. Caminó presuroso al escuchar el llanto de sus hijos.

«Dios mío que estén bien», pensó sudando.

Entró por unos pasillos hasta llegar a una habitación. Se quedó estático al ver el cuarto. La ropa de Eva, esparcida en el piso, y a diferencia tenía puesto un vestido rojo. Santino estaba a su lado, y parecía que habían tenido una cena romántica.

Los celos invadieron en ese momento su mente. Pero, al ver a Santino y Eva sudar, le indicaron de que se trataba todo aquello. Se acercó a Eva presuroso; estaba fría como el hielo y no respiraba. Su corazón se agitó en ese momento, una opresión en el pecho no le dejaba respirar.

—¡Eva! —movió su cuerpo que estaba temblando—. Eva, mi amor, por favor, despierta —exclamó de nuevo sin ninguna respuesta.

Por más que la movía, el cuerpo de Anderson no reaccionaba. Una cantidad de espasmos retumbó en su cuerpo al darse cuenta de que habían
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