El frío entraba por la ventana esa temporada de diciembre haciendo estremecer el cuerpo de la pelinegra con rudeza.Abrió los ojos de repente al escuchar el sonido de sus hijos levantados.Miró su cuerpo húmedo por la temperatura. No entendía como cada noche soñaba con esos ojos azules que la miraban con intensidad, y unas manos gruesas de vellos amarillos que tocaban su cuerpo cada noche.«¿Quién será ese hombre con el que sueño? Jamás he soñado con Sam, de esta manera ¿Pareciera ser un hombre que ame mucho?», pensaba.Suspiró mientras se levantaba de la cama, para posar sus pies en las alfombras del piso. Tenía toda su habitación llena de alfombras.Caminó con cansancio hasta las cunas de los mellizos, que habían estado llorando y los tomó en sus brazos.—Mis angelitos —besó a sus hijos con ternura, para luego ver sus hermosos ojos que un día amanecían azules y otros grises oscuros. Tomó primero a la niña, era muy comelona e impaciente, por eso era ella la primera que tomaba para ama
Eva se quedó estática viendo al hermoso hombre que estaba en frente de sus ojos. Sus piernas temblaban y no podía articular ninguna palabra.—¿Por qué me dejaste Eva? ¿Por qué no has vuelto a casa con tus Trillizos? Te necesitan, al igual que yo, ¡¿por qué cojones me alejaste de los mellizos?! —Eva arrugó el entrecejo.—Disculpe, está usted equivocado señor, mi nombre no es Eva, me llamo Elena y no lo conozco.Demetrio la miró, incrédulo.—¿Cómo que estoy equivocado?—intentó acercarse a los niños, pero Eva se lo impidió.—Ni se le ocurra acercarse a mis niños —exclamó nerviosa.—Eva, mi amor, son mis hijos… y tú, mi mujer, por favor, ¿por qué estás diciendo estas locuras? —la voz del italiano estaba entrecortada. Un nudo en la garganta no lo dejaba respirar y las lágrimas estaban a punto de salir.—Le he dicho que no lo conozco. —susurró no muy segura.Se levantó del asiento, estaba temblando en ese momento. Aunque no sentía miedo, él la había llamado por un nombre diferente al que ell
—¿Y cómo me queda este, Rosa?—preguntó Eva, cansada de probarse muchos vestidos y que su dama de compañía dijera que no le gustaba ninguno.—Es que, tiene usted un hermoso cuerpo, niña, ¿por qué no usa algo más a su edad? Yo cuando joven me encantaba usar ropa pegada que resaltará mis curvas.Eva sonrió por las ocurrencias de Rosa.—A Sam no le gustará que muestre mis atributos —mordió sus labios con duda.—Pero, él no es su dueño. No sé cuándo va a poner límites contra él —la reprendió la mujer de mediana edad con el ceño fruncido.—Tienes razón, Rosa. Es que a veces le tengo miedo, siento que Sam, no es normal.Rosa la miró con curiosidad. Ella sentía de alguna forma un rechazó hacia su patrón. Sobre todo después de descubrir que las pastillas que supuestamente eran para hacerle volver la memoria, resultó todo lo contrario.—¿Y usted no a pensando en divorciarse? Puede ser que después de perder la memoria, todo el amor se fue con eso —insistió Rosa.—No lo sé, Rosa, no sé qué hacer.
La frente de Evangelina estaba empapada. Sudaba frío y el pulso de su corazón era agitado.—¿Por qué me sigues al baño? —le preguntó a Santino con el ceño fruncido, tratando de que no notará sus nervios.San Román entró al baño para ver si Eva estaba sola. Después de echar un pequeño vistazo, la jaló del brazo para llevarla con él.—¿Nos vamos? —preguntó ella agitada.—Si, nos vamos de esta m****a, tú y yo tenemos que hablar —escupió con las manos empuñadas de la molestia.Apenas llegaron a la casa, Santino lanzó a Eva al piso. Eva lo observó con terror, estaba bastante ebrio.—¡¿Quieres el divorcio, no?! —le gritó desesperado.Eva lo miró con miedo. No podía creer que estaba tan fúrico, jamás lo había visto de aquella manera.—¡Es lo mejor Sam, nosotros no estamos juntos, tú me tienes como una prisionera y además siento que no te amo! —gritó poniéndose de pie. Rosa bajó con los niños enseguida para ver qué pasó, pero Santino la interrumpió.—¡Largo de aquí, no te metas! —le gritó
Hay personas que llegan a tu vida como estrellas fugaces; pasan tan rápido que no te da tiempo a nada. Cuando Eva, vio a Rosa en el piso llena de sangre, sintió que la razón salía de su cuerpo. Se lanzó contra ella para tomarla entre sus brazos mientras lloraba desconsolada. La opresión en su pecho no salía, y las lágrimas se atragantaban en su garganta. Demetrio trataba de agarrarla, pero Eva estaba pegada al cuerpo sin vida de su sirvienta, su dama de compañía, su amiga. Una mujer que se lo jugó todo por ella, sabiendo que podía acabar así.Santino, se había dado cuenta esa misma noche que Rosa había cambiado las pastillas de Eva, por la actitud de Anderson, que era obvio que poco a poco había estaba recuperando la memoria, y por esa razón, le permitió a Evangelina salir, la siguió y se dio cuenta de que Demetrio estaba con ella. Se vio perdido y frustrado y no se le ocurrió más nada que llevarse a los niños, no sin antes hacerle pagar a Rosa su traición.—Eva, dime si tienes una ide
Cuando Demetrio llegó a la dirección, no podía respirar, desesperado. Algo le decía que algo muy malo estaba pasando. Caminó presuroso al escuchar el llanto de sus hijos.«Dios mío que estén bien», pensó sudando.Entró por unos pasillos hasta llegar a una habitación. Se quedó estático al ver el cuarto. La ropa de Eva, esparcida en el piso, y a diferencia tenía puesto un vestido rojo. Santino estaba a su lado, y parecía que habían tenido una cena romántica.Los celos invadieron en ese momento su mente. Pero, al ver a Santino y Eva sudar, le indicaron de que se trataba todo aquello. Se acercó a Eva presuroso; estaba fría como el hielo y no respiraba. Su corazón se agitó en ese momento, una opresión en el pecho no le dejaba respirar.—¡Eva! —movió su cuerpo que estaba temblando—. Eva, mi amor, por favor, despierta —exclamó de nuevo sin ninguna respuesta. Por más que la movía, el cuerpo de Anderson no reaccionaba. Una cantidad de espasmos retumbó en su cuerpo al darse cuenta de que habían
Massimo se había quedado en Italia. Había solicitado una prueba de ADN para saber si Santino era su hijo. Estaba esperando en la sala del hospital los resultados. Su frente sudaba en el momento que el médico le entregó en sus manos los resultados. Tomó el papel con un nudo en la garganta y las manos temblorosas, aunque, pensaba estar seguro que no era su hijo, por qué según los que sabía, era que Santino era casi de la misma edad de Demétrio, solo se llevaban unos cuantos meses.Parpadeo varias veces cuándo vio el resultado; 99% de paternidad. Se quedó inmóvil y sin comprender el porqué, su corazón se contrajo y las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos como manantial.¿Pero como?No sé se supone que Santino era de la misma edad que Demétrio, y sin embargo, el hijo que tuvo debería tener unos cuatro o cinco años mayor.Se quedó pensativo totalmente ido, sin comprender nada aún de lo que estaba pasando.Al siguiente día, había mandado a hacer un funeral. Solo estaba él con San Román
Eva sentía su corazón palpitar con fuerza. Se agachó a la altura de los niños que la veían con admiración, para tomarlos en sus brazos.—¡Mami, mami, te extrañamos tanto!—se aproximaron los trillizos con ternura.Eva acarició su pequeña cabeza con amor. Mientras los apretaba en su pecho con fuerzas. Las lágrimas caían por sus mejillas, y su respiración se agudizó un poco.Suspiro para ver a sus primogénitos, esos que le dieron la dicha de ser mamá.—Los extrañe tanto mi amor, los extrañe con locura—Eva miró sus tiernos ojos y acarició sus mejillas con ternura. La alegría que sentía en su corazón era grande—. No se imaginan cuánto los amo, con el alma.Fernanda que era las más perspicaz, tomó a su madre con ambas manos para besar su frente en una demostración de amor. Sus ojos estaban aguados.—Te amo mami, te extrañe demasiado. Papi, todas las noches dormía con nosotros para que no te extrañaremos tanto, pero, yo siempre pensé en ti cada día—Eva miró a Fernanda. Estaba más grande y mu