Sintió una corriente subir por su cuerpo. No sabía si llorar, reír, o gritar; había estado solo toda su puta vida, que saber que tenía tres hermosos hijos le causaba una alegría descomunal, pero también estaba ese dolor trasfondo de saber que Eva lo había ocultado.Miró a Evangelina, que estaba hecha un mar de lágrimas y con lágrimas él en sus ojos, la apuntó con el dedo preguntándole:—¿Por qué? ¿Por qué Eva? ¿Por qué me ocultaste esto? ¡Me dijiste que eran de Santino, de Santino! —gritó.—Tenía miedo Demetrio —susurró bajo.—¿Miedo? —bufó—¿Miedo de qué?—¡De que los rechazaras! De que…—¡Cállate! No tienes una puta excusa que decir, solo cállate —se acercó a ella con odio. No podía respirar y las lágrimas lo ahogaban —¡He estado solo toda mi m*****a vida, y vas a pensar que voy a rechazar a mis hijos! —Eva lo miró con odio, recordando lo que le hizo, la verdadera razón de haberse alejado.—¡Lo sé todo Demetrio! —Demetrio la miró confundido.—¡¿Qué sabes?! ¿¡De qué hablas?! ¡No te vi
Alina sonrió; era una mujer de dentadura perfecta y blanca; sus cabellos, de un color rubio ceniza. Tan alta que parecía una modeló; bonita, pero no tanto como Evangelina Anderson, que dejaba suspiros a su paso.Demetrio miró a la chica que lo miraba con una sonrisa, e hizo una mueca de desagrado; él ya no era el joven tonto de antes, ya no era el heredero más cotizado, ahora el puto CEO de las empresas Laureti; ella no podía intimidarlo, ni manipularlo como en el pasado.Desabotonó su saco, y sin ninguna expresión en su rostro tomó asiento sin ni siquiera mover la silla de Alina por cortesía. Ella solo era un fantasma del pasado, algo que no quería volver a recordar o vivir.—A lo que venimos, señora Robinson —dijo serio, sin ni siquiera mirar el menú en sus manos.—Demetrio, ¿No te da gusto verme? —preguntó con su voz dulce y falsa.—Me da igual Alina, puede ser que me sorprendí un poco porque no imaginé que eras la dueña de AndroiO, pero ahora que lo veo, me da igual —la miró sin e
Después de una jornada eufórica en la oficina, Demetrio se dirigió a casa de Antonio, quería despejar un poco su mente. Lo necesitaba.Paró su auto, y entró a la cómoda, y grande casa de su amigo, que quedaba en una buena zona de Florida.La música de fondo le indicó que estaban reunidos en el jardín, así, qué, dirigió sus pasos hasta ahí.Abrió los ojos de par en par, a ver la cantidad de personas, y la mayoría eran empleados de la empresa, que apenas vieron a Laureti, se quedaron estáticos y serios como si estuvieran dentro de la empresa.—Hermano, quita esa cara de amargado, has asustado a todos —se acercó Antonio con una sonrisa palmeando el hombro de Demetrio.—¿Por qué cojones no me dijiste que era una fiesta? ¡joder! ¡Me largo! —intentó voltearse para irse, pero una silueta conocida lo hizo quedarse estático, entre una combinación de rabia, y deseó.Evangelina, llegaba con un diminuto vestido de color rojo, y unos tacones, negro. Su cabello negro estaba suelto y su rostro perfec
Los ojos de Eva se iluminaron al escuchar las palabras de Demetrio. Sus manos comenzaron a temblar, y su corazón a palpitar fuerte. Mientras Demetrio conducía, con una sonrisa coqueta en sus labios, Evangelina no dejaba de temblar, de imaginarse la noche que iba a pasar.—¿Está nerviosa? Señorita Anderson —le dijo sonriendo ¿Dónde está la valentía ahora Eva? ¿O Tienes miedo de que tu ex jefe te dé como máquina de coser?—¿Tendría que tener miedo? Señor Demetrio —respondió de la misma manera casual que él solía hacerlo.Llegaron a la mansión Laureti, Eva la reconoció enseguida, aunque estaba pintada diferente.Demetrio bajó del auto, y tomó en un gesto dulce la mano de Eva, que enseguida ella se ruborizo por su tacto.—¿Sigues coleccionando autos? —preguntó al ver la cantidad de ellos en la cochera, y a los guardaespaldas cuidando la mansión. —Me gusta cuidar las cosas valiosas —sonrió.Apenas entró a la casa, dos enormes perros salieron a su encuentro, Eva los recordaba muy bien, ell
Demetrio tragó grueso, asomándose por la puerta, y entrando detrás de Eva.Los niños estaban parados en fila, uno al lado del otro.Miró, a cada uno de ellos, mientras el corazón le palpitaba a mil por horas. No sabía qué decir, ni que preguntar, fue Fernanda la que se acercó a él.Demetrio se agachó, a saludarla. Era una niña hermosa, su cara era tan fina como la de él.La niña colocó la mano en su mejilla, y le dijo en un susurro:—Sabía que eras mi papá —musitó llorando. Demetrio tomó a la niña entre sus manos, estrechándola fuerte, mientras le daba gracias a Dios por sus hijos.Andrea, y Fernando, estaban estáticos mirando a Demetrio. Ellos lo habían visto en casa unos días atrás, pero no sabían que era su padre.Eva, al ver que los niños no se movían, los empujó un poco por la espalda, haciéndolos caminar hasta Demetrio, que al verlos le tendió una mano, para qué se acercarán.—Papi —dijeron los varones.Demetrio sentía que su corazón iba a salir de su pecho en ese momento; jamás
Demetrio tenía sus mejillas calientes. La rabia que sentía en ese momento se apoderó de él. Ver a Eva, su Eva, siendo besada por otro hombre ajeno a él, le dolía en el alma, y más si ese hombre era Santino San Román, su rival.Dejó el teléfono en el escritorio, y observó al ventanal con la mirada perdida, no quería pensar lo peor, debía preguntarle a Eva que había pasado.¿Pero qué iba a preguntar? La puta foto mostraba claramente que se estaban besando.«¡Joder! El cazador resultó casado» pensó con frustración.Apretó sus puños, molesto, sin dejar de estar de espalda al ventanal, con el ceño fruncido, sin dejar de ver a la nada, cuando unas manos calientes lo abrazaron.Quiso quitarla molesto, pero trataba de controlarse. Respiró profundo, mientras aquellas manos lo abrazaban por la espalda, cuando sintió el olor del perfume inundar sus fosas nasales....Cuando Evangelina llegó a la oficina, todos, la miraban extraño, sabía que en esa empresa el chisme corría, y seguramente para esa
Alina llegó a su departamento con una sonrisa de victoria en su rostro. Estaba feliz, sabía que Eva no estaba muerta, pero había disfrutado de lanzarla por las escaleras. Aunque, también existía el miedo de que ella dijera lo que pasó, cosa que sin duda sería un gran problema para ella.—¿Por qué vienes tan feliz? Dame buenas noticias y dime qué Laureti, volvió contigo —Alina hizo una mueca con los labios, aunque quería complacer a Santino, odiaba que él no le importara en lo más mínimo que ella estuviera cerca de Demetrio.—No, aún no, pero lo voy a hacer —dijo sonriendo.—¿Y se puede saber cuál es el motivo de tu felicidad? —preguntó San Román, con curiosidad.—Lancé a Eva por las escaleras y la pobre paró en el hospital —la mirada de Santino se oscureció, sintió como la rabia se apoderaba de él.Se acercó a Alina, con molestia, y la tomó del cuello.—¡¿Qué dijiste?! ¿Te atreviste a hacerle daño a Eva?! —apretaba fuertemente su agarre.—Santi, suéltame, me lastimas —susurró.—¡Te dij
Se dispuso a cargar el vídeo, algo le decía que las cosas no andaban bien. Sintió un malestar en el estómago, pero iba conduciendo y no podía poner en peligro la vida de sus hijos en ese momento.Respiró profundo, tratando de calmarse, y dirigió la vista a la vía. A los pocos minutos, llegaron a casa. Los niños llevaban una sonrisa en sus labios, (así como cuando sientes que tienes un héroe y nada te puede ocurrir). Así se sentían los pequeños italianos.—Papi, —llamó la atención Fernanda mientras entraban a la casa y le entregaba los niños a su nana.—Dime mi tesoro —Demetrio acarició su mejilla con ternura.—Dijiste que íbamos a un parque, ¿cuándo nos llevarás?—preguntó con los ojos achinados.Demetrio sentía que esa niña en el futuro le haría pagar todas sus hazañas.—¿Por qué mejor no vamos de vacaciones unos días a París? —preguntó su padre emocionado.—¡Sí! Y nos llevamos a mami —dijo Andrea emocionada.Demetrio miró al niño con tristeza. No sabía qué decirle a su petición.—Deb