Andrew frunció el ceño, claramente estaba enojado.—Vámonos.Andrew sintió el peligro avecinarse. Que Robert estuviera ahí no indicaba nada bueno.Semanas anteriores, le había llegado el rumor de que un miembro de la familia Smith estaba comprando tierras. No existía escapatoria. Los dueños de dichas tierras desaparecen. No podía pasarle a él, le había dado mucho trabajo conseguir ese pedazo de tierra. No en cualquier lugar había terrenos así, en donde sobraba espacio para sembrar. Se juró a sí mismo, que él jamás vendería sus tierras.Andrew se acostó después de darle un beso de buenas noches a su hijo y a su esposa; sin embargo, esa noche, Marcela no durmió. Había vuelto a ver al hombre que le rompió el corazón. Lo vio y lucía igual de guapo que siempre, igual de despreocupado desde aquella vez que la dejó por otra. Igual de poderoso. Por supuesto, ellos jamás sufrían. Los ricos jamás lloraban. En cambio, ella…—Amor. —Andrew la abrazó por detrás y volvió a besarla—. No te preocupe
A lo lejos, Robert miraba aquella casita humilde que, rodeada por miles de flores, se veía como la casa de blanca nieves y de repente tuvo un recuerdo de hace unos años, en donde tuvo un sueño muy curioso. A veces soñamos y olvidamos conforme pasan las horas, pero ese sueño se mantuvo en su mente por varios años, se le olvidó por supuesto, pero vino a su mente justo en el momento en que ella entraba ahí para escapar de su lado. Se encontraba viviendo en esa casa con la mujer de sus sueños, con un niño pequeño y un caballo. Era muy humilde, pero era sumamente feliz.Su realidad era totalmente diferente. Estaba casado por la fuerza con una bella mujer, pero no la amaba y jamás la amó. Sí tenía un hijo, pero muy malcriado por culpa de su madre y abuelos. Su casa era la más grande de aquel pueblo, era como un palacio. Tenía su vida acomodada; no obstante, no era feliz. Y se odiaba a sí mismo al haber obedecido a su padre en todo lo que él decía, porque si se hubiera casado con Marcela, co
Andrew había aceptado a Marcela, embarazada, pues no iba a dejar pasar esa oportunidad en cuanto se presentó. Había deseado y amado tanto a Marcela que no le importó nada. Robert fue un estúpido.Una mañana, su esposa estaba tan irritable que no pudo quedarse más en la misma habitación. Robert caminó rápidamente a su despacho y hojeó unos papeles, las fotos que había tomado el espía estaban frente a él, junto con una carta que explicaba muchas cosas sobre la vida de Marcela. Entendió que ellos pasaban hambre y miseria, pero jamás se lo decían a nadie. Siendo un pueblo muy chismoso, se las arreglaban para pasar desapercibidos, aunque ni tanto. Marcela y Andrew eran la pareja más bella del pueblo, ambos guapos, jóvenes y con hermoso cuerpo, eran como unos modelos difíciles de ignorar. Pero su pobreza se puede ocultar gracias a los métodos de Marcela. Guardaba dinero y prefería no comer por días para tener un guardado y usarlo cuando se necesite. Por eso Marcela se notaba cada vez más de
En la casa de los Smith, todos aparentaban felicidad. Los integrantes manejaban su vida tan bien, que se olvidaban de lo que en realidad importaba. Cierto hombre no era diferente. Robert estaba trabajando en su computadora como siempre, cuando vio al mayordomo entrar con rapidez.—Señor, ella está aquí.—¡Tú!Marcela casi empujó al mayordomo al pasar junto a él. Robert estaba en shock, pero rápidamente se puso de pie.—Señora espere afuera por favor. —El mayordomo se acercó.—No, déjala. —Robert se levantó de su silla—. Puedes irte.El mayordomo no perdió tiempo. Sabía que era una situación peliaguda y no esperaba formar parte de ella. Además, se había ganado un empujón.Andrew decidió esperar afuera para evitar romperle algún hueso a Robert. Confiaba es su mujer, sabía que ella arreglaría las cosas; no obstante, Robert no estaba nada asustado, todo lo contrario, estaba feliz de verla.—¿Tanto odias que no se haga lo que quieres?Dicha pregunta, lo sorprendió de sobremanera. Tuvo que
Días después, Robert continuaba buscando a Marcela; no obstante, nunca la encontró. Nadie estaba en casa, la yegua no estaba, ni siquiera un insecto. Lo que más lo deprimió, fueron las flores que antes eran hermosas, ahora estaban marchitas y muriendo.—¿Qué pasó aquí?El espía revisó la casa y confirmó sus sospechas.—Se fueron hace días, por la noche.—¿Qué? ¿A dónde?—No lo sé, señor…—Averígualo.¿Abandonaron su hogar? ¿Por qué?Tuvo una idea, podría buscar a Andrew en su trabajo, pero no podía ir a él tan directamente. El espía Hernán fue personalmente a buscarlo, pero recibió puras negativas. Andrew ya no estaba ahí. Los caballos eran cuidados por otra persona ahora, además, el no tenía la menor idea de quien era Andrew.Robert estaba que explotaba de furia, quiso romper todo lo que había en su despacho, pero no podía, aún tenía trabajo que hacer. Se sentó derrotado y acostó su cabeza en su escritorio. Debía calmarse, debía pensar en que ya estaba casado y con un hijo. Pero no p
Arruinaron sus planes, él necesitaba ese huerto también, ya que no quería que sufriera, mucho menos el niño y lo que hizo fue lo siguiente: Enviaba personas a tirar semillas en su huerto, de diferentes hierbas y verduras, para que luego crecieran y ella viera que la vida les sonríe. Por eso se sorprendió que creyera que fue él quien lo mandó a quemar. La otra medida era que una fundación que ya estaba casi creada, les diera alimento y despensas a familias que lo necesitaran, de esa manera ellos no sufrirían tanto de hambre, por supuesto nadie sabría que él estaba detrás de esa fundación, si no, eran capaces de rechazar la ayuda. Conocía el carácter de Marcela, sentía tanto rencor hacia él que prefería morir de hambre. A veces, ella resultaba ser muy cabeza dura.Entonces comenzó a pensar; sin embargo, no llegaba a ningún culpable. Las dudas lo estaban poniendo algo malhumorado, si ellos tenían enemigos, también eran su enemigo… ¿Quién quemó el huerto? ¿Quiénes odiaban tanto a esa fam
Robert se sentó con frustración. No es que le importara una infidelidad de Amanda. De hecho, le importaba más bien poco. Ellos no se aman, ni siquiera se toleran; sin embargo, Amanda se estaba viendo con el esposo de Marcela. Si su pensamiento llegara a ser verdad, habría una posibilidad que Marcela lo dejara y volviera a sus brazos. Sonrió. Su espía alzó una ceja.—Ya sé lo que está pensando, señor, no resultará.Hernán lo contempló mientras respondía. Robert ni siquiera se enteró de que el espía aún continuaba frente a él.—¿Por qué no?—Ella es rencorosa. Ese es su apodo, todos lo saben.—Lo sé. No es nada nuevo.—No, no lo sabe, señor. ¿No ha escuchado los rumores de hace un tiempo?—¿Cuáles?—Dicen que se peleó con una amiga y jamás volvió a hablarle, ni siquiera fue ante su lecho de muerte.—Ah —dijo y se recargó en el respaldo de su silla—. Lo que escuchaste, eso es mentira.—¿Cómo lo sabe?—Porque Marcela misma me lo dijo, si fue a su lecho, pero no dejó que nadie la viera. So
Tras varios días, Robert se escondía exactamente 11:45 en un armario de la habitación de su esposa para escuchar sus conversaciones. No tardó en confirmar que si hablaba con Andrew Collins. Y dichas conversaciones eran referentes a la vida de Andrew y Marcela. Tuvo una gran idea, pero debería escaparse sin ser visto, o lo arruinaría. Marcela daba su paseo, como siempre, a las 12 del día, momento en que su esposo se ocupaba con su padre y tardaba alrededor de 30 minutos. Al mirar a la casa que era de los Smith, vio una cara conocida.Robert Smith.Marcela siguió su camino; no obstante, Robert la llamó. Le hizo señas de que se escondiera en un arbusto, pero ella lo siguió ignorando. Robert jadeó, sabía que era terca pero no tanto. Envió un sirviente que la hizo esconderse en el arbusto y la dejó ahí hasta que Robert llegó.—¿Qué diablos haces, Robert? ¿Por qué mandas a tu gente a secuestrarme?—Necesito hablar contigo. Es urgente.—No tenemos nada de qué hablar.—Sí, sí, tenemos… Síguem