Arruinaron sus planes, él necesitaba ese huerto también, ya que no quería que sufriera, mucho menos el niño y lo que hizo fue lo siguiente: Enviaba personas a tirar semillas en su huerto, de diferentes hierbas y verduras, para que luego crecieran y ella viera que la vida les sonríe. Por eso se sorprendió que creyera que fue él quien lo mandó a quemar. La otra medida era que una fundación que ya estaba casi creada, les diera alimento y despensas a familias que lo necesitaran, de esa manera ellos no sufrirían tanto de hambre, por supuesto nadie sabría que él estaba detrás de esa fundación, si no, eran capaces de rechazar la ayuda. Conocía el carácter de Marcela, sentía tanto rencor hacia él que prefería morir de hambre. A veces, ella resultaba ser muy cabeza dura.Entonces comenzó a pensar; sin embargo, no llegaba a ningún culpable. Las dudas lo estaban poniendo algo malhumorado, si ellos tenían enemigos, también eran su enemigo… ¿Quién quemó el huerto? ¿Quiénes odiaban tanto a esa fam
Robert se sentó con frustración. No es que le importara una infidelidad de Amanda. De hecho, le importaba más bien poco. Ellos no se aman, ni siquiera se toleran; sin embargo, Amanda se estaba viendo con el esposo de Marcela. Si su pensamiento llegara a ser verdad, habría una posibilidad que Marcela lo dejara y volviera a sus brazos. Sonrió. Su espía alzó una ceja.—Ya sé lo que está pensando, señor, no resultará.Hernán lo contempló mientras respondía. Robert ni siquiera se enteró de que el espía aún continuaba frente a él.—¿Por qué no?—Ella es rencorosa. Ese es su apodo, todos lo saben.—Lo sé. No es nada nuevo.—No, no lo sabe, señor. ¿No ha escuchado los rumores de hace un tiempo?—¿Cuáles?—Dicen que se peleó con una amiga y jamás volvió a hablarle, ni siquiera fue ante su lecho de muerte.—Ah —dijo y se recargó en el respaldo de su silla—. Lo que escuchaste, eso es mentira.—¿Cómo lo sabe?—Porque Marcela misma me lo dijo, si fue a su lecho, pero no dejó que nadie la viera. So
Tras varios días, Robert se escondía exactamente 11:45 en un armario de la habitación de su esposa para escuchar sus conversaciones. No tardó en confirmar que si hablaba con Andrew Collins. Y dichas conversaciones eran referentes a la vida de Andrew y Marcela. Tuvo una gran idea, pero debería escaparse sin ser visto, o lo arruinaría. Marcela daba su paseo, como siempre, a las 12 del día, momento en que su esposo se ocupaba con su padre y tardaba alrededor de 30 minutos. Al mirar a la casa que era de los Smith, vio una cara conocida.Robert Smith.Marcela siguió su camino; no obstante, Robert la llamó. Le hizo señas de que se escondiera en un arbusto, pero ella lo siguió ignorando. Robert jadeó, sabía que era terca pero no tanto. Envió un sirviente que la hizo esconderse en el arbusto y la dejó ahí hasta que Robert llegó.—¿Qué diablos haces, Robert? ¿Por qué mandas a tu gente a secuestrarme?—Necesito hablar contigo. Es urgente.—No tenemos nada de qué hablar.—Sí, sí, tenemos… Síguem
¿Marcela?—¿Te parezco una cualquiera?Miles de agujas sintió Andrew en todo el cuerpo. Conocía el tono de voz que Marcela usaba antes de una discusión. Andrew pudo sentir el peligro que se avecinaba. ¿Cómo pudo enterarse? ¿Cómo supo que se refería a ella como una cualquiera? A menos que…—Me escuchaste hablar por teléfono… —afirmó lo inevitable.—Y yo que pensé que tú eras diferente —regañó con mucho desdén—Espera Marcela, déjame explicarte.No podía imaginarse su vida sin ella. No podía perderla, no podía dejar ese cuerpo tan perfecto, esa piel de porcelana y esos ojos verdes. Quiso tener un hijo enseguida con Marcela después de casarse, porque él tenía sus ojos color miel y con los de Marcela verdes, posiblemente su bebé debería sus ojos verdes o una mezcla de ambos. Sería un bebé precioso.—¿Qué tienes que explicar? —dijo furiosa—. Después de todo lo que pasamos juntos…—No tienes que ser así, somos un matrimonio feliz y lo que dije solo se me salió.—Ah, solo se te salió.Marcel
—En la casa, Marcela lloraba. No podía creer que el esposo modelo, su compañero de vida, el hombre perfecto fuera así. Todas estaban envidiosas con Marcela, querían estar con Andrew, pero él le era fiel a Marcela, o al menos eso pensaba ella.Cuando Andrew llegó a su lecho, Marcela lo miró con determinación y decepción.—No me mires así.—¿Yo? Dime, ¿eres infiel?—¿Qué?—Cambiaste de un momento a otro, me guardaste secretos.Andrew negó.—Te amo y eso es verdad, no te soy infiel.—¿Nunca?—Nunca.—Y Amanda.—Fue una ex novia, una muy secreta, ya que su familia era estricta. —Una ex novia, dices. —Ella apartó la mirada—. Lo entiendo, es la mujer perfecta.—No, tú eres perfecta.—Pero te parezco una cualquiera, Andrew… ¿Qué se supone que debo pensar? No soy perfecta, no lo soy para nadie.Ni siquiera para Robert.Andrew la abrazó, necesita de su esposa en estos momentos.—Eres tan perfecta que da miedo.Marcela apartó su mirada, no quería verlo. Solamente su voz, ya le producía náuseas
Marcela se sintió algo avergonzada, todo el mundo sabía que nunca perdonaba, ahora la familia de Robert también. Pero dentro de su corazón, estaba perdonando a Robert más rápido de lo que creía. Terminó la conversación con el tío de muy buena manera y se retiró, ahora debe irse a buscar a su hijo para luego fingir que estaba bien con su familia, ya que al día siguiente tenían una comida perfecta y sería el momento para largarse de ese infierno.Pero ese fue el peor de toda su vida.Robert lloró por días después de su último encuentro con Marcela. Esta vez, sintió que jamás tendría una oportunidad con ella. Robert se había ido de vacaciones con su esposa Amanda y su hijo a Miami. A veces pensaba que si fuera Marcela la que estuviera a su lado, sería muy feliz, disfrutaría más sus vacaciones y demás cosas qué hacer.Había estado recibiendo llamadas de su tío, pero Amanda apagó su celular, no quería distracciones de ningún tipo. Hernán estaba desesperado, ya que Robert no contestaba su
Y como Marcela suplicó, durante la noche la yegua fue robada por los amigos de Hernán y se la llevaron cuando todos dormían. La yegua era dócil y fue obediente.Robert entró sonriendo a la habitación para darle la buena noticia, pero los policías lo hicieron enmudecer. Marcela estaba dando su declaración a los oficiales. Ellos se fueron 30 minutos después y entonces Robert se acercó a ella.—Te traje buenas noticias.—¿Recuperaron a la yegua?—Sí, y no solo eso.—¿Qué?—Está embarazada también.—¿En serio?—Sí. —Robert sonrió—. Serán madres.—Yo me alegro. Dios. Marcela suspiró alegre.—No sabía que estabas embarazada. Me asusté cuando Hernán me lo dijo.Marcela lo miró.—Te juro que casi me muero cuando vi a Andrew venir hacia mi muy enojado, estuve pensando en mi bebé todo el tiempo, pero no pude hacer nada.—Es un maldito, pero ya la policía lo detuvo.Los dos suspiraron ya tranquilos.—Ya tenía tiempo que no estábamos felices por algo —Robert mencionó.—Sí, creo que la última ve
Marcela se acercó intrigada a la mujer.—¿Qué? ¿Qué dicen?—Dicen que usted es muy bonita y que temen que sus maridos las dejen por usted.—¿Cómo así?—Sí, también los hombres hablan de usted, pero no son más que cobardes que la llaman…La señora se sintió incómoda con lo que iba a decir, Marcela supo entonces que era.—Me dicen una cualquiera, ¿no? —Marcela se rió con amargura—. Lo sé, eso no me sorprende.—Pero descuide, señora, usted sabe que es una mujer de bien. Además, ellos son los que ven a otras mujeres.—¿Engañan a sus esposas?—Como siempre. Excepto el joven Robert. —¿Robert?—Se casó con Amanda Robinson y jamás le ha fallado.Marcela se sintió muy bien. Robert era un buen hombre.—El joven es el único hombre en este lugar y merece una mujer que lo ame.—Amanda lo ama. ¿No?—Mmm… Si, pero no como debería.—¿Por qué? Dígame por favor.—No debería decirle eso, señora. —La mujer le midió el vestido y negó—. Usted es muy bajita, haré ajustes.—No se tome tantas molestias por m