Las hojas crujieron bajo sus pasos; el bosque estaba negro, en sombras y a borbotones de hierba negra. La mano le zumbaba, le palpitaba la carne, le penetraba la piel. Kenneth vio su espada llena de sangre y miró hacia a la oscuridad del bosque, solo negro. El bosque tembloroso le hacía honor a su nombre, simplemente escondiendo la oscuridad.Pasó la yema de los dedos por la filosa espada y quitó los restos de sangre, dejando la hoja manchada. Cuando llegase a casa la limpiaría, la puliría y la afilaría a tal punto de que cuando la tocara el solo toque de los dedos le cortara.Otra pulsación. Kenneth miró al cielo; nada, solo la noche estrellada se veía. Su hermana no había ido a visitarlo este año, pero tampoco era que lo esperaba, Lyra tenía cosas más importantes que hacer al otro lado del mar, conectarse con el cielo y comunicarse con las estrellas, pero no con él.Kenneth caminó por el bosque; oscuro por la noche, las sombras estaban invadiendo las tierras, las tierras que él prot
Susie miro por la ventana del vehículo en movimiento; viendo el paisaje del cual era cómplice: césped verde, casas pintadas de blanco, buzones de lata y niños jugando en bicicleta. Miro por el vidrio de la ventana que estaba ligeramente abierto, lo suficiente para que entrara el aire, pero no tanto para no despeinarla. Estaban en camino ella y su madre rumbo a la casa o mejor dicho a la mansión de los Smith. Eran una familia acaudalada estadounidense, importante; el señor y patriarca Henry Smith era un almirante y funcionario de guerra y nada más ni menos que uno de los mejores amigos de su padre el coronel Christopher Fisherghart otro hombre de guerra. Susie se había preparado esa misma mañana cuando su madre días anteriores le había dado la noticia del triunfo de la guerra, cuando Estados Unidos venció al imperio Japones en el pacífico. Para Susie había significado muchas cosas esa victoria y una de ellas era volver a casa, a Cambridge, a Inglaterra. 2 de septiembre de 1945 sería
La horquilla del cabello de su madre se le estaba resbalando y los rizos oscuros y sedosos se acoplaron en sus hombros. Susie se tocó el cabello y noto que estaba levemente despeinada, su madre no podría verla así, era impensable siquiera la idea, la regañaría tan sólo ver un cabello suelto y la reprocharía por ser tan descuidada. Camino por el largo pasillo de la entrada, donde estaba el mesón del salón con las hortensias y jazmines, el aroma de las flores aromatizaba todo el pasillo, el cual se acoplaba a los grandes espejos de la sala. Susie camino hasta la puerta del tocador, y giro la perilla con cuidado. El lavabo estaba limpio y se acercó al gran espejo para observarse.Tenía las mejillas rosadas salpicadas de pecas ligeramente expuestas por el polvo del maquillaje, el cabello negro rizado le rosaba los hombros, la piel blanca cremosa deslumbraba ante sus ojos azul cielo.Susie vio como el rojo vivo de sus labios la hacía ver como muñeca de porcelana en vitrina de una tienda de
El sonido de los pájaros de afuera timbraron en sus oídos.La mente, la tenía nublada como una nube de sombras y de neblina esparcida, como las sombras ocultas dentro de un túnel escondido debajo del puente, como el subterráneo tras la guerra. El galope de su corazón era tan desenfrenado que podía pararse en un instante, palpitaba en su pecho de una manera que Susie podía asegurar que le estallaría en un segundo, que daría un clic y dejaría de latir, de vivir. Abrió los ojos perezosamente y lo primero que vio fue la esfera de fuego flotante en el inmenso cielo cubierto de nubes borrosas, esponjosas y blancas. Las llamas se escurrieron alrededor como fuego danzante en la esfera, como miles de espirales relucientes envueltos en uno solo y en ninguno.No era una esfera lo que relucía en el cielo, era el sol con las llamas bailando, con el fuego siendo suelto y firme en esa bola de fuego radiante en el cielo. Susie se quedó observando un rato más, acostada en el césped debajo de ella, vie
El anciano dejo de lado la ventana y empezó a caminar. Ante ello Susie retrocedió dos pasos, tenía miedo, estaba sola y no sabía las intenciones del anciano. Con la mirada Susie recorrió la casa, para buscar un objeto con el cual defenderse, solo deslumbrando un tenedor cerca; volvió su mirada al anciano que cada vez estaba más cerca de ella. Arranco a correr al mesón de la cocina cuando el anciano le agarro el cabello tirándolo hacia atrás. Susie sintió algo filoso en su garganta mientras trataba de respirar con dificultad por el movimiento brusco y el dolor.— ¡Quédate quieta, o te rebano la garganta!, ¡¿entiendes?! —le cuestiono el anciano.Susie logro asentir con cuidado, tenía miedo de enfadarlo, sentía como los ojos le lagrimeaban y el pecho le quemaba al respirar.—Me darán buen dinero por ti en el mercado, ya lo veras —expreso con emoción el anciano mientras se reía de su desgracia.Le dolía el cuero cabelludo debido al fuerte puño agarrado en su cabello, el anciano a cada tan
Le toco el cuello con delicadeza mientras limpiaba la herida. Era una raya larga rojiza lo que había quedado. —Va a sanar —le hablo mientras la limpiaba—. Es un corte superficial —le explico—, con el tiempo ya ni siquiera estará.Susie volteo su rostro para no verla, su amabilidad la frustraba, porque no la limpiaba para ayudarla, solo lo hacía por su beneficio propio.—No muestres actitudes hipócritas, con compasiones baratas —le dijo Susie enfadada—. Solo me ayudas porque les conviene venderme a ese general tuyo.La mujer la observo y no dijo nada, siguió limpiando y remojando el paño en el agua.—Los viajeros son valiosos —le explico—. Valen mucho. No son como nosotros. Son raros y son difíciles de encontrar, son leyendas perdidas, casi mitos, pero estas aquí, roja y enfadada.—No soy una viajera —contesto—. Solo soy una mujer, como tú, como cualquier otra.—No eres como yo, ni como ninguno del imperio.—Y eso es razón para secuestrarme —reclamo—. No soy especial, solo soy una jove
Los árboles eran enormes y frondosos, cubrían los rayos de sol que trataban de perderse entre las hojas verdes y los frutos. La carreta se movió bruscamente, el relinchido ferviente del caballo le siguió en los sonidos a causa del camino desnivelado. Susie sintió el movimiento de la carreta y los costales de maíz que se incrustaban en los costados de su cuerpo.Habían dejado la choza hace un par de horas, después de que fuera limpiada y arropada con un vestido verde que le cubría las piernas, le pertenecía a Carol o al menos Susie a si creía que se llamaba cuando le pregunto su nombre. La mujer había reído y se había disculpado por ser descortés y no mencionárselo.En ese momento se dirigían al mercado y Susie tenía miedo, demasiado miedo en realidad, era el momento donde su destino se hacía paso a ser vendida como un costal de papas envuelto en papel reciclado del mercado, donde siempre hacia su compra de víveres los viernes. Recordó que al salir de la choza había intentado escapar,
Tiro de la cuerda con fuerza y la jalo, Susie se jalo con lo que pudo, pataleo, se aferró a la tierra, al musgo a lo que sea que pudiera sujetarla al mismo lugar. Pero no importo porque Carol tiraba fuerte de la cuerda y la jalaba. Llego en un punto en que la resistencia no servía de nada, solo la cansaba, y el bosque, ese bosque vivo, soplaba el viento como susurros llorosos. Carol nunca se inmuto por lo que escuchaba, solo la guiaba, viendo como Twyn instaba al caballo. Susie entendió ahora porque el anciano tiraba fuerte de él, no era tanto por apresurar a venderla, era por el bosque, se cernía en la oscuridad, y quería salir lo más rápido de él.No importo lo mucho que el anciano o Carol quisieran apresurarse, porque la noche les cayó encima, ninguno de ellos se inmuto, solo siguieron avanzando en la oscuridad. Susie vio como le temblaba el cuerpo a Carol cada que tiraba de ella. No era por el peso, era porque el viento hacía que le temblara la carne. Susie también tenía frio, era