La fiebre se había postergado hasta tres días después de que Suzanne había tocado cama. Susie tenía pesadillas, se removía y se quejaba cada noche. En la habitación se escuchaba sus quejidos nocturnos y sudaba frio, tanto que su cabello negro se encontraba empapado siempre debido al sudor. Kenneth no durmió esos días, se quedo en vela en la silla contigua a la cama, las ojeras que se le cernían al rostro y la barba larga y desalineada de tres días era la prueba de ello.Suzanne tal vez no era capaz de verlo, pero los sirvientes y Mireth sí, Kenneth lo intento todo, sopa de pollo, paños calientes, té para bajar la fiebre, ungüentos y hasta había mandado a llamar a todos los médicos de Sybil para que la revisaran y nada.Le habían dicho que posiblemente se debía a que su cuerpo debía de adaptarse a la ciudad, que el ambiente, el ajetreo estaba causando el cansancio en ella, pero ningún doctor podía explicar o dar razón de la causa.Kenneth se repasó la cara de nueva cuenta con la mano iz
La noche se había desbordado en una tormenta furiosa, susurrando presagios de desesperanza y agotamiento mientras las primeras luces del amanecer empezaban a esparcirse sobre el horizonte. La habitación donde Kenneth y Suzanne pasaban la larga vigilia era un santuario de desolación y esperanza mezcladas. El cielo aún arrojaba gotas de lluvia sobre el alféizar de la ventana, su ruido creando un ritmo irregular que parecía acompasar la respiración irregular de Suzanne.Kenneth permanecía en una postura rígida junto a la cama, su cuerpo se había acomodado en una silla dura que parecía reflejar la dureza de su propia situación. Los rasgos de su rostro estaban tensos y marcados por la falta de sueño, y su barba, crecida en días de angustia, daba testimonio de las largas horas que había pasado en vela. Sus ojos, inyectados en sangre y llenos de preocupación, no se apartaban del rostro febril de Suzanne. La piel de ella estaba húmeda y fría al tacto, y su cabello negro, empapado de sudor, se
El amanecer trajo consigo un leve resplandor, aún tenue, pero suficiente para iluminar la habitación de una manera que parecía prometer un cambio. La lluvia había disminuido, dejando tras de sí un aire fresco y limpio que filtraba la luz a través de las cortinas empapadas. La habitación, anteriormente cargada de una atmósfera opresiva, ahora respiraba con una calma precaria, aunque el aire aún estaba impregnado del aroma persistente de mirra y menta.Kenneth había permanecido al lado de Suzanne durante toda la noche, su presencia una constante fuente de consuelo y preocupación. Aunque la fiebre de Suzanne había comenzado a ceder, el peso de la influencia oscura aún colgaba sobre ellos como una amenaza invisible. Kenneth se había tomado un breve descanso en la silla dura junto a la cama, pero en cuanto la luz del día comenzó a filtrarse, se levantó y se acercó a la ventana para mirar el mundo exterior. La tormenta había dado paso a un cielo gris claro, con nubes que aún parecían retene
Susie despertó lentamente, la conciencia regresando a su mente como una niebla que se disipa al amanecer. La primera sensación fue el frío en sus mejillas, un contraste marcado con el calor de la fiebre que la había atormentado durante días. Abrió los ojos con dificultad, y el mundo a su alrededor se presentaba como un borrón de sombras y luces difusas. La habitación estaba sumida en una penumbra tranquila, iluminada solo por el tenue resplandor de la luz que se filtraba a través de las cortinas.Se dio cuenta de que estaba en una cama, rodeada de sábanas suaves y frescas. La sensación de debilidad era abrumadora, cada movimiento de su cuerpo parecía requerir un esfuerzo monumental. Intentó enfocar su vista, pero los detalles seguían siendo difusos, y el sonido de la lluvia que había escuchado en sueños parecía ahora un eco lejano. La habitación olía a mirra y menta, una mezcla de aromas que era tanto reconfortante como extraña.Susie trató de moverse, pero sus músculos respondían len
El clima era helado, tan helado que la capas y capas de ropa hacían que su cuerpo estuviera tibio debajo de la cantidad de prendas de lana. El invierno había llegado dejando atrás el otoño. Los días se habían convertido en meses y con ello su estadía en la ciudad se había vuelto más permanente que pasajera.Susie miro hacia el jardín cubierto de nieve a través de la ventana y observó el manto de nieve que cubría los arbustos, los árboles estaban secos sin rastro de hojas con tonalidades naranjas y amarillas del otoño las ramas secas estaban cubiertas pon un manto color blanco de nieve . Eran exactamente las 10:00 de la mañana, lo suficientemente temprano para el desayuno, pero lo suficientemente tarde para la cosecha. Susie ya se había acostumbrado a estar en la ciudad, y se había hecho a la idea de qué Londres o Virginia eran ya un eco del pasado, un pequeño sueño sin retorno. No podía negar, que los meses que habían pasado, eran tan depresivos como calmados. Ya ni siquiera tenia lag
Las horas pasaron con lentitud. Afuera, el viento comenzaba a soplar con más fuerza, como si la tormenta que Susie había intuido estuviera cada vez más cerca. La nieve arremolinada golpeaba las ventanas, y la luz en la habitación parecía vacilar con cada ráfaga de viento.Finalmente, el reloj en la sala comenzó a sonar, marcando las once. Cada campanada resonaba en su pecho, como si fuera el anuncio de un destino inevitable. Se levantó de un salto, con el mensaje de Kenneth aún en la mano, y se dirigió hacia la ventana. Miró el paisaje cubierto de nieve, que ahora parecía moverse bajo una intensa tormenta. Los copos de nieve caían con furia, y el viento aullaba entre los árboles como si el mundo estuviera cambiando frente a sus ojos, como si la misma naturaleza se preparara para lo que estaba por venir. El ambiente en la casa era tenso, casi eléctrico. Susie miró el reloj en la pared, observando cómo las manecillas avanzaban lentamente hacia la medianoche. Cada tic-tac parecía resonar
La nieve caía con una intensidad creciente, sus copos pesados y fríos envolviendo el paisaje en un manto blanco que parecía borrar los contornos del mundo. La luz de las antorchas, que titilaban con el viento helado, proyectaba sombras largas y vacilantes, como si los propios árboles y la tierra se fundieran en un solo lienzo. En medio de este silencio invernal, el anillo en la mano de Susie resplandecía con un brillo dorado bajo la luz, emitiendo un calor peculiar que contrastaba con el frío que la envolvía.El objeto no solo pesaba físicamente en su palma, sino que también parecía cargado de una energía palpable, como si estuviera vivo, esperando un gesto o una palabra que lo activara. Era como si el anillo conociera su destino mucho antes que ella, pulsando al ritmo de su incertidumbre.Frente a ella, Kenneth se mantenía firme, su figura imponente se destacaba contra el fondo nevado. Sus ojos oscuros no habían dejado de observarla ni un instante, con una intensidad que hacía que Su
El fuego de la chimenea chisporroteaba suavemente en la oscura habitación mientras Susie se dejaba caer sobre la cama, mirando el techo. El anillo, ahora escondido en el fondo de su bolsillo, seguía pesando sobre su consciencia, pero no tanto como las emociones que Kenneth había desatado en ella. La revelación de la magia y la conexión que compartían había abierto un mundo de preguntas que ella aún no estaba lista para responder. Y, sin embargo, había algo más allá de lo racional, una energía palpable que parecía envolverla desde que llegó a ese extraño lugar, algo que resonaba profundamente en su alma cuando estaba con él.Los pasos de Kenneth ascendiendo por las escaleras resonaron en el silencio, y el ritmo de su corazón se aceleró. Se había retirado momentos antes para su despacho para recoger los documentos pendientes. Pero Susie no podía negar que cada vez que él estaba cerca, su cuerpo reaccionaba de maneras que no comprendía del todo, pero tampoco podía negar, ya era algo que