Capitulo 36. Amanecer.

El amanecer trajo consigo un leve resplandor, aún tenue, pero suficiente para iluminar la habitación de una manera que parecía prometer un cambio. La lluvia había disminuido, dejando tras de sí un aire fresco y limpio que filtraba la luz a través de las cortinas empapadas. La habitación, anteriormente cargada de una atmósfera opresiva, ahora respiraba con una calma precaria, aunque el aire aún estaba impregnado del aroma persistente de mirra y menta.

Kenneth había permanecido al lado de Suzanne durante toda la noche, su presencia una constante fuente de consuelo y preocupación. Aunque la fiebre de Suzanne había comenzado a ceder, el peso de la influencia oscura aún colgaba sobre ellos como una amenaza invisible. Kenneth se había tomado un breve descanso en la silla dura junto a la cama, pero en cuanto la luz del día comenzó a filtrarse, se levantó y se acercó a la ventana para mirar el mundo exterior. La tormenta había dado paso a un cielo gris claro, con nubes que aún parecían retene
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