El cuarto estaba en silencio, salvo por el sonido de su respiración suave, profunda. Rita dormía con la misma calma que me había embriagado cada vez que la observaba en su fragilidad, en su humanidad tan pura, tan opuesta a lo que soy, pero tan irresistible al mismo tiempo. Mi mirada recorría su rostro, estudiando los pequeños detalles que había llegado a conocer de memoria. Cada línea, cada curva, cada pliegue de su piel. Cada vez que veía esos ojos cerrados, me preguntaba qué pasaba por su mente. ¿Cómo me vería ahora? ¿Me reconocería aún como el hombre que había salvado, o como el monstruo que se había convertido en algo más grande que sí mismo?Me quedé allí, sentado al borde de la cama, preguntándome cuánto tiempo podría soportar el no saber. El no saber cómo se sentía, cómo me veía después de todo lo que había sucedido, las semanas de mi recuperación, las mentiras no dichas y las verdades que ni yo mismo comprendía del todo. Lo que había entre nosotros no podía seguir oculto, no
El sol apenas se filtraba a través de la cortina del cuarto. Un resplandor suave iluminaba las sombras que aún quedaban de la noche, mezclando la calma con la tensión palpable que flotaba en el aire entre nosotros. Rita seguía sentada sobre la cama, la mirada fija en mí, como si quisiera leer cada uno de mis gestos, cada uno de mis movimientos, como si se estuviera asegurando de que no fuera una ilusión, de que lo que había dicho no fuera solo una mentira que se disolviera en el aire.Yo también la observaba. Sus ojos, oscuros, profundos, estaban llenos de incertidumbre, pero había algo más, algo nuevo. Un destello de algo más fuerte. Tal vez lo que habíamos estado evitando todo este tiempo: el deseo. No solo físico, sino una necesidad emocional que habíamos intentado sofocar sin éxito. Algo que nos unía de una forma que no podíamos ignorar, aunque intentáramos hacerlo.Me levanté lentamente, cada paso hacia ella sintiendo el peso de lo que estaba a punto de hacer. Cada instante antes
El sol finalmente se alzó, pero su luz no me pareció tan reconfortante como en otros días. Había algo diferente en el aire, algo que no podía definir, pero que sentía profundamente en cada fibra de mi ser. Después de lo que habíamos compartido, Rita y yo estábamos en una encrucijada. Un cruce de caminos tan oscuro y peligroso que, aunque quería que ella fuera mi compañera en este viaje, no podía ignorar las consecuencias.Estaba sentada en el borde de la cama, sus manos entrelazadas en su regazo, mientras observaba la ciudad desde la ventana. Sus ojos, llenos de pensamientos, parecían más lejanos que nunca, como si estuviera luchando con su propia mente, buscando algo que no sabía cómo encontrar. Sentía su incertidumbre, su confusión, como si todo lo que había sucedido entre nosotros la hubiera dejado marcada de alguna manera. No sabía si lo que había hecho, lo que habíamos hecho, era un error o un paso hacia algo más grande.Me acerqué a ella con pasos lentos, cada uno pesado con la
La mañana pasó en un parpadeo, pero para mí parecía que había transcurrido una eternidad. Rita se había dormido en mis brazos, su respiración tranquila, pero yo no podía dejar de pensar. La manada, Natan, todo lo que había dejado atrás… La idea de tener que regresar a esa vida, a esa lucha constante por el poder, me hacía sentirme más dividido que nunca. La pasión y el deseo que había compartido con Rita no podían borrar la realidad de lo que era, de lo que debía ser, si quería seguir siendo el alfa. Pero en su presencia, todo parecía menos importante. Ella era la única cosa que parecía tener un propósito real, algo que me hacía querer ser mejor, querer salir de la oscuridad.La escuché moverse a mi lado, su respiración se volvió más irregular. Abrió los ojos lentamente, como si estuviera saliendo de un sueño profundo y, al mismo tiempo, regresando a una realidad que tal vez ya no reconocía. Me miró, esa mezcla de confusión y atracción aún evidente en sus ojos, pero también algo más:
El aire se sentía más denso esa tarde, como si la ciudad misma estuviera consciente de lo que se estaba gestando. La relación entre Rita y yo no era algo que pudiera tomarse a la ligera. Yo lo sabía, ella lo sabía, y en el fondo, ambos sabíamos que nuestras decisiones iban a marcar el futuro de nuestras vidas. No importaba cuán fuerte fuera mi deseo de estar con ella, de protegerla, la manada, mi posición, todo lo que había construido hasta ahora, estaba en juego. Rita se había mostrado fuerte, decidida, al tomar mi mano y dar ese primer paso hacia lo incierto. Pero, cuando la observaba, veía esa sombra de duda en sus ojos, esa lucha interna que reflejaba las mismas preguntas que atormentaban mi mente. ¿Realmente podíamos hacer que esto funcionara? ¿Podría yo dejar atrás mi naturaleza para abrazar lo que teníamos? Y lo peor de todo, ¿podría yo protegerla de lo que vendría, de lo que mi vida implicaba? En este momento, no había vuelta atrás. Habíamos decidido ir juntos, pero el hecho
El silencio en la habitación era ensordecedor, la tensión palpable como una cuerda a punto de romperse. Rita no decía nada, pero podía ver el torbellino de emociones en sus ojos, la confusión, el miedo y la incertidumbre. No era fácil para ella, lo sabía. Yo era un hombre lobo, un alfa de la manada, y ella, aunque decidida a estar conmigo, no comprendía completamente el alcance de lo que significaba ser parte de mi mundo. Natan había salido, pero sus palabras aún resonaban en mis oídos, como un eco lejano que no me dejaría tranquilo. ¿Cómo iba a protegerla de todo esto? ¿Cómo iba a mantenerla a salvo en un mundo donde las amenazas no venían solo de fuera, sino de los propios miembros de mi manada? Si decidía quedarme con ella, tendría que luchar con todo lo que conocía, con todo lo que representaba. Me acerqué a Rita, tomándole suavemente el rostro entre mis manos. Necesitaba sentir su calidez, su humanidad, algo que me conectara con la realidad, con lo que era capaz de luchar. No po
El peso de la decisión seguía colgando sobre nosotros, como una sombra que no se despejaba. Cada vez que pensaba que podía respirar tranquilo, algo volvía a recordarme la oscuridad que se avecinaba. Rita seguía ahí, a mi lado, y a pesar de la tensión entre nosotros, había algo en su presencia que me mantenía anclado, algo que me impulsaba a seguir luchando. Pero, al mismo tiempo, no podía ignorar el inminente llamado de la manada. El celular vibró en mi bolsillo, una señal que ya sabía que venía. El sonido era como un golpe de realidad. Sin pensarlo, lo saqué de mi pantalón y miré la pantalla: Natan. Mi hermano. El líder de la manada. El simple hecho de ver su nombre me hizo sentir la urgencia de todo lo que estaba en juego. La manada estaba esperando que regresara. Si no lo hacía, todo podría desmoronarse. Y con mi regreso, la presión de reclamar mi puesto como alfa recaía sobre mis hombros. Pero cuando miré a Rita, la que me había mostrado una vulnerabilidad que nunca creí posible
La manada estaba esperando, cada uno de ellos con sus propios intereses, sus propias expectativas. Lo sabía, lo sentía en los murmullos que resonaban en mi cabeza, en la presión creciente que me oprimía el pecho. Pero, por más que intentaba ignorarlo, el llamado de la manada era imparable. La jerarquía, el poder, la necesidad de mantener el control, todo me empujaba hacia el centro de esa tormenta. Y todo lo que había en mi vida antes de eso parecía desmoronarse lentamente, como castillos de arena que no podían resistir el viento. Rita seguía a mi lado, siempre tan constante, tan callada pero fuerte, como una roca que se mantenía firme en medio de las olas. Era casi irónico. Ella, una simple mucama, se veía atrapada en algo mucho más grande que ella misma, y yo, el alfa, el hombre lobo, sentía que mi vida nunca había sido más incierta. La conversación con Rain seguía dando vueltas en mi mente. Las amenazas no dichas, la presión invisible que se filtraba entre las palabras. Mi hermano