La mañana pasó en un parpadeo, pero para mí parecía que había transcurrido una eternidad. Rita se había dormido en mis brazos, su respiración tranquila, pero yo no podía dejar de pensar. La manada, Natan, todo lo que había dejado atrás… La idea de tener que regresar a esa vida, a esa lucha constante por el poder, me hacía sentirme más dividido que nunca. La pasión y el deseo que había compartido con Rita no podían borrar la realidad de lo que era, de lo que debía ser, si quería seguir siendo el alfa. Pero en su presencia, todo parecía menos importante. Ella era la única cosa que parecía tener un propósito real, algo que me hacía querer ser mejor, querer salir de la oscuridad.La escuché moverse a mi lado, su respiración se volvió más irregular. Abrió los ojos lentamente, como si estuviera saliendo de un sueño profundo y, al mismo tiempo, regresando a una realidad que tal vez ya no reconocía. Me miró, esa mezcla de confusión y atracción aún evidente en sus ojos, pero también algo más:
El aire se sentía más denso esa tarde, como si la ciudad misma estuviera consciente de lo que se estaba gestando. La relación entre Rita y yo no era algo que pudiera tomarse a la ligera. Yo lo sabía, ella lo sabía, y en el fondo, ambos sabíamos que nuestras decisiones iban a marcar el futuro de nuestras vidas. No importaba cuán fuerte fuera mi deseo de estar con ella, de protegerla, la manada, mi posición, todo lo que había construido hasta ahora, estaba en juego. Rita se había mostrado fuerte, decidida, al tomar mi mano y dar ese primer paso hacia lo incierto. Pero, cuando la observaba, veía esa sombra de duda en sus ojos, esa lucha interna que reflejaba las mismas preguntas que atormentaban mi mente. ¿Realmente podíamos hacer que esto funcionara? ¿Podría yo dejar atrás mi naturaleza para abrazar lo que teníamos? Y lo peor de todo, ¿podría yo protegerla de lo que vendría, de lo que mi vida implicaba? En este momento, no había vuelta atrás. Habíamos decidido ir juntos, pero el hecho
El silencio en la habitación era ensordecedor, la tensión palpable como una cuerda a punto de romperse. Rita no decía nada, pero podía ver el torbellino de emociones en sus ojos, la confusión, el miedo y la incertidumbre. No era fácil para ella, lo sabía. Yo era un hombre lobo, un alfa de la manada, y ella, aunque decidida a estar conmigo, no comprendía completamente el alcance de lo que significaba ser parte de mi mundo. Natan había salido, pero sus palabras aún resonaban en mis oídos, como un eco lejano que no me dejaría tranquilo. ¿Cómo iba a protegerla de todo esto? ¿Cómo iba a mantenerla a salvo en un mundo donde las amenazas no venían solo de fuera, sino de los propios miembros de mi manada? Si decidía quedarme con ella, tendría que luchar con todo lo que conocía, con todo lo que representaba. Me acerqué a Rita, tomándole suavemente el rostro entre mis manos. Necesitaba sentir su calidez, su humanidad, algo que me conectara con la realidad, con lo que era capaz de luchar. No po
El peso de la decisión seguía colgando sobre nosotros, como una sombra que no se despejaba. Cada vez que pensaba que podía respirar tranquilo, algo volvía a recordarme la oscuridad que se avecinaba. Rita seguía ahí, a mi lado, y a pesar de la tensión entre nosotros, había algo en su presencia que me mantenía anclado, algo que me impulsaba a seguir luchando. Pero, al mismo tiempo, no podía ignorar el inminente llamado de la manada. El celular vibró en mi bolsillo, una señal que ya sabía que venía. El sonido era como un golpe de realidad. Sin pensarlo, lo saqué de mi pantalón y miré la pantalla: Natan. Mi hermano. El líder de la manada. El simple hecho de ver su nombre me hizo sentir la urgencia de todo lo que estaba en juego. La manada estaba esperando que regresara. Si no lo hacía, todo podría desmoronarse. Y con mi regreso, la presión de reclamar mi puesto como alfa recaía sobre mis hombros. Pero cuando miré a Rita, la que me había mostrado una vulnerabilidad que nunca creí posible
La manada estaba esperando, cada uno de ellos con sus propios intereses, sus propias expectativas. Lo sabía, lo sentía en los murmullos que resonaban en mi cabeza, en la presión creciente que me oprimía el pecho. Pero, por más que intentaba ignorarlo, el llamado de la manada era imparable. La jerarquía, el poder, la necesidad de mantener el control, todo me empujaba hacia el centro de esa tormenta. Y todo lo que había en mi vida antes de eso parecía desmoronarse lentamente, como castillos de arena que no podían resistir el viento. Rita seguía a mi lado, siempre tan constante, tan callada pero fuerte, como una roca que se mantenía firme en medio de las olas. Era casi irónico. Ella, una simple mucama, se veía atrapada en algo mucho más grande que ella misma, y yo, el alfa, el hombre lobo, sentía que mi vida nunca había sido más incierta. La conversación con Rain seguía dando vueltas en mi mente. Las amenazas no dichas, la presión invisible que se filtraba entre las palabras. Mi hermano
Había algo en su voz, en cómo sus palabras resonaban contra mi pecho, que hacía que la decisión se sintiera más real. Juntos. Era una simple promesa, pero la forma en que Rita lo dijo, con esa convicción que no sabía que tenía, logró calmar parte de la tormenta que rugía dentro de mí. Sin embargo, no podía permitirme ignorar la realidad. La manada no aceptaría una alianza conmigo si no mostraba fuerza, y fuerza significaba control. Control de ellos. Control de mí mismo.Pero Rita… ella era el punto débil en ese juego. Si alguien la veía como una debilidad, como una pieza que podrían usar en mi contra, estaría condenada. Y eso era algo que no podía permitir. Por más que quisiera enfrentar lo que venía junto a ella, había líneas que no estaba dispuesto a cruzar.—Rita, hay algo que necesitas entender —comencé, separándola ligeramente de mí para mirarla a los ojos. Su ceño fruncido me decía que no le iba a gustar lo que venía, pero debía ser honesto. No había espacio para las mentiras en
45. Marcas de guerra. El pasillo estaba envuelto en sombras, y el eco de cada paso resonaba en mis oídos como un tambor de guerra. Mi vista, agudizada por la penumbra, captó un movimiento fugaz al final del corredor. Mi lobo rugía dentro, exigiendo sangre. No era momento de contenerme. El olor a humedad y carne mezclado con esa esencia particular de los lobos traidores me llenó las fosas nasales. Sabían que estaba aquí. Y yo sabía que eran más de uno. —Vamos, cobardes—, murmuré, dejando que el gruñido se deslizara entre mis palabras—. Si querían cazarme, escogieron el lugar equivocado. Un segundo después, un cuerpo emergió de las sombras, lanzándose hacia mí con una velocidad que habría sorprendido a cualquier humano. No a mí. Mi instinto tomó el control. Esquivé con facilidad y, girando sobre mis talones, lo empujé contra la pared con tal fuerza que sentí el crujido de huesos fracturándose. Antes de que pudiera reaccionar, mis manos estaban en su garganta, apretando. Era un joven
Rita se inclinó ligeramente y presionó un beso suave sobre una de las marcas en mi pecho. Fue un gesto tan inesperado que mi cuerpo entero se tensó. Su aliento cálido contra mi piel, sus labios suaves, provocaron una chispa que se extendió por todo mi cuerpo.—Rita… —murmuré, mi voz apenas audible.Ella levantó la vista, sus ojos oscuros buscando los míos. Había algo en esa mirada, una mezcla de vulnerabilidad y desafío, que me desarmó por completo.—No soy tan frágil como crees, Luke —dijo, con un atisbo de sonrisa.Mi lobo rugió dentro de mí, demandando que la tomara, que rompiera esa distancia mínima que quedaba entre nosotros. Pero algo en su mirada me mantuvo en control, aunque apenas.—No es eso lo que pienso. —Extendí una mano, pasando mis dedos por su mejilla. Su piel era suave, cálida, y me encontré deseando más de lo que podía permitirme.—Entonces, ¿qué piensas? —preguntó, su voz apenas un susurro.—Que eres más de lo que merezco. —Mis palabras fueron honestas, tanto que in