La manada estaba esperando, cada uno de ellos con sus propios intereses, sus propias expectativas. Lo sabía, lo sentía en los murmullos que resonaban en mi cabeza, en la presión creciente que me oprimía el pecho. Pero, por más que intentaba ignorarlo, el llamado de la manada era imparable. La jerarquía, el poder, la necesidad de mantener el control, todo me empujaba hacia el centro de esa tormenta. Y todo lo que había en mi vida antes de eso parecía desmoronarse lentamente, como castillos de arena que no podían resistir el viento. Rita seguía a mi lado, siempre tan constante, tan callada pero fuerte, como una roca que se mantenía firme en medio de las olas. Era casi irónico. Ella, una simple mucama, se veía atrapada en algo mucho más grande que ella misma, y yo, el alfa, el hombre lobo, sentía que mi vida nunca había sido más incierta. La conversación con Rain seguía dando vueltas en mi mente. Las amenazas no dichas, la presión invisible que se filtraba entre las palabras. Mi hermano
Había algo en su voz, en cómo sus palabras resonaban contra mi pecho, que hacía que la decisión se sintiera más real. Juntos. Era una simple promesa, pero la forma en que Rita lo dijo, con esa convicción que no sabía que tenía, logró calmar parte de la tormenta que rugía dentro de mí. Sin embargo, no podía permitirme ignorar la realidad. La manada no aceptaría una alianza conmigo si no mostraba fuerza, y fuerza significaba control. Control de ellos. Control de mí mismo.Pero Rita… ella era el punto débil en ese juego. Si alguien la veía como una debilidad, como una pieza que podrían usar en mi contra, estaría condenada. Y eso era algo que no podía permitir. Por más que quisiera enfrentar lo que venía junto a ella, había líneas que no estaba dispuesto a cruzar.—Rita, hay algo que necesitas entender —comencé, separándola ligeramente de mí para mirarla a los ojos. Su ceño fruncido me decía que no le iba a gustar lo que venía, pero debía ser honesto. No había espacio para las mentiras en
45. Marcas de guerra. El pasillo estaba envuelto en sombras, y el eco de cada paso resonaba en mis oídos como un tambor de guerra. Mi vista, agudizada por la penumbra, captó un movimiento fugaz al final del corredor. Mi lobo rugía dentro, exigiendo sangre. No era momento de contenerme. El olor a humedad y carne mezclado con esa esencia particular de los lobos traidores me llenó las fosas nasales. Sabían que estaba aquí. Y yo sabía que eran más de uno. —Vamos, cobardes—, murmuré, dejando que el gruñido se deslizara entre mis palabras—. Si querían cazarme, escogieron el lugar equivocado. Un segundo después, un cuerpo emergió de las sombras, lanzándose hacia mí con una velocidad que habría sorprendido a cualquier humano. No a mí. Mi instinto tomó el control. Esquivé con facilidad y, girando sobre mis talones, lo empujé contra la pared con tal fuerza que sentí el crujido de huesos fracturándose. Antes de que pudiera reaccionar, mis manos estaban en su garganta, apretando. Era un joven
Rita se inclinó ligeramente y presionó un beso suave sobre una de las marcas en mi pecho. Fue un gesto tan inesperado que mi cuerpo entero se tensó. Su aliento cálido contra mi piel, sus labios suaves, provocaron una chispa que se extendió por todo mi cuerpo.—Rita… —murmuré, mi voz apenas audible.Ella levantó la vista, sus ojos oscuros buscando los míos. Había algo en esa mirada, una mezcla de vulnerabilidad y desafío, que me desarmó por completo.—No soy tan frágil como crees, Luke —dijo, con un atisbo de sonrisa.Mi lobo rugió dentro de mí, demandando que la tomara, que rompiera esa distancia mínima que quedaba entre nosotros. Pero algo en su mirada me mantuvo en control, aunque apenas.—No es eso lo que pienso. —Extendí una mano, pasando mis dedos por su mejilla. Su piel era suave, cálida, y me encontré deseando más de lo que podía permitirme.—Entonces, ¿qué piensas? —preguntó, su voz apenas un susurro.—Que eres más de lo que merezco. —Mis palabras fueron honestas, tanto que in
Recuperar el liderazgo de la manada no es tan satisfactorio como debería ser. Antes, cuando me imaginaba este momento, me veía de pie frente a ellos, fuerte, indiscutible, con la certeza de que me seguirían sin cuestionamientos. Pero ahora todo es diferente. Ahora, en sus miradas no hay solo lealtad, sino duda. Temor. Y algo peor: desconfianza.Sé lo que están esperando.Rain se adelanta un paso, su expresión imperturbable, pero sus ojos calculadores me lo dicen todo. Me está probando. Está esperando a que haga lo que se supone que debo hacer.—Luke —dice, con su tono usual, suave pero venenoso—. Todos estamos felices de que volvieras. Pero hay un asunto que debe resolverse.No respondo. Sé exactamente a qué se refiere.—Las reglas son claras. —Rain inclina la cabeza levemente, con falsa cortesía—. No podemos permitir que un Alfa se ate a una humana. Si queremos que la manada se mantenga fuerte, debes demostrar que tu corazón sigue con nosotros. Que tus prioridades siguen siendo las c
El aire en la cabaña es pesado. No importa cuánto abra las ventanas o intente respirar profundo, todo huele a tensión, a guerra inminente. Estoy de vuelta donde siempre pertenecí, en la cima, con mi manada inclinando la cabeza en señal de respeto… o más bien de sumisión. Pero no soy el mismo. No después de Rita.Mi cuerpo me duele. No por heridas recientes, sino por la lucha interna que me carcome desde adentro. Sé que todos esperan que lo haga. Que la elimine. Que corrija mi "error". Que demuestre que sigo siendo el Alfa que merecen.Rain se apoya contra la pared con los brazos cruzados, observándome con esa maldita mirada calculadora que siempre tiene. No ha dicho nada aún, pero lo conozco lo suficiente como para saber que está esperando. Esperando que tome una decisión. O que cometa un error.—No podemos ignorar esto, Luke —su voz es tranquila, casi amable. Casi.Levanto la vista y me encuentro con los ojos de los demás. Decenas de pares de ojos expectantes. Algunos desafiantes. Ot
El regreso a la cabaña se siente más pesado que la ida. Rita camina a mi lado en silencio, como si entendiera que ahora mismo no puedo hablar. No todavía.Cuando llegamos, las voces dentro se apagan. Lo noto al instante. Estaban hablando de mí.Rain está apoyado contra la mesa de madera, con los brazos cruzados y una expresión que no me gusta nada. Sus ojos dorados reflejan la luz de la lámpara con una intensidad calculada.—Salieron a dar un paseo romántico —dice con su sonrisa de serpiente—. Qué tierno.Algunos en la habitación se ríen. Otros no.—Si tenés algo que decir, decilo de una vez —respondo sin paciencia.Rain suelta un suspiro dramático y se endereza. Se toma su tiempo para acercarse, hasta que solo hay un par de centímetros entre nosotros.—Voy a ser directo, Luke. La manada espera respuestas. Están inquietos. Inseguros. Y cuando la manada está insegura… —Sonríe con malicia—. Bueno, vos sabés lo que pasa.Sé exactamente lo que quiere decir. Lo he visto antes. Lo he hecho
El amanecer llega demasiado rápido. No he pegado un ojo. Mi mente sigue atrapada entre los recuerdos y la realidad. Entre lo que Natan y yo fuimos y lo que somos ahora.Salgo de la cabaña antes de que Rita despierte. No quiero que vea la tormenta en mis ojos.La manada me espera en el claro. Sus miradas son una mezcla de respeto, duda y algo más peligroso: juicio.Rain está al frente, con los brazos cruzados sobre el pecho. Su expresión es inescrutable, pero conozco esa postura. Está midiendo mis movimientos.—Alfa. —Su voz es tranquila, pero el peso de la palabra es un recordatorio de la carga que llevo.Asiento, observando a los demás. Los murmullos cesan cuando doy un paso adelante.—Natan está fuera. —Mi voz no tiembla. No puedo permitirme titubear—. Pero no se ha ido.Nadie responde, pero la tensión crece.—Saben lo que eso significa.—Significa que seguimos divididos. —Rain rompe el silencio. Sus ojos oscuros me desafían, buscando grietas en mi determinación—. Y que la manada ne