El regreso a la cabaña se siente más pesado que la ida. Rita camina a mi lado en silencio, como si entendiera que ahora mismo no puedo hablar. No todavía.Cuando llegamos, las voces dentro se apagan. Lo noto al instante. Estaban hablando de mí.Rain está apoyado contra la mesa de madera, con los brazos cruzados y una expresión que no me gusta nada. Sus ojos dorados reflejan la luz de la lámpara con una intensidad calculada.—Salieron a dar un paseo romántico —dice con su sonrisa de serpiente—. Qué tierno.Algunos en la habitación se ríen. Otros no.—Si tenés algo que decir, decilo de una vez —respondo sin paciencia.Rain suelta un suspiro dramático y se endereza. Se toma su tiempo para acercarse, hasta que solo hay un par de centímetros entre nosotros.—Voy a ser directo, Luke. La manada espera respuestas. Están inquietos. Inseguros. Y cuando la manada está insegura… —Sonríe con malicia—. Bueno, vos sabés lo que pasa.Sé exactamente lo que quiere decir. Lo he visto antes. Lo he hecho
El amanecer llega demasiado rápido. No he pegado un ojo. Mi mente sigue atrapada entre los recuerdos y la realidad. Entre lo que Natan y yo fuimos y lo que somos ahora.Salgo de la cabaña antes de que Rita despierte. No quiero que vea la tormenta en mis ojos.La manada me espera en el claro. Sus miradas son una mezcla de respeto, duda y algo más peligroso: juicio.Rain está al frente, con los brazos cruzados sobre el pecho. Su expresión es inescrutable, pero conozco esa postura. Está midiendo mis movimientos.—Alfa. —Su voz es tranquila, pero el peso de la palabra es un recordatorio de la carga que llevo.Asiento, observando a los demás. Los murmullos cesan cuando doy un paso adelante.—Natan está fuera. —Mi voz no tiembla. No puedo permitirme titubear—. Pero no se ha ido.Nadie responde, pero la tensión crece.—Saben lo que eso significa.—Significa que seguimos divididos. —Rain rompe el silencio. Sus ojos oscuros me desafían, buscando grietas en mi determinación—. Y que la manada ne
La noche es densa, pegajosa. El bosque alrededor de la cabaña se siente más hostil que nunca. Lo que antes era refugio ahora es trampa. Un nido de sombras al acecho.Siento sus ojos en mí. No solo los de Rain, sino los de otros. Los indecisos, los que huelen la debilidad y esperan a que tropiece.Algo va a pasar esta noche.Lo sé porque lo siento en los huesos. Es esa presión en el pecho, ese impulso animal que grita corré, peleá, matá o morí.Vuelvo a la cabaña. Rita sigue despierta, sentada en el borde de la cama. Sus manos crispadas sobre las rodillas. Me observa en silencio, pero sé lo que quiere preguntar.No le doy tiempo.—Nos vamos. Ahora.Ella frunce el ceño.—¿Por qué?—Porque si nos quedamos, te matan.No es la primera vez que le digo algo así, pero esta vez es diferente. Lo sabe. Su postura cambia, su respiración se acelera.—¿Quién?No respondo. Me acerco al ropero, saco una mochila vieja y meto lo primero que encuentro: ropa, agua, una navaja.—Luke…Su voz tiembla, y es
El bosque se cierra a nuestro alrededor, oscuro y espeso. Cada pisada en la tierra húmeda resuena en mis oídos como un disparo. Sé que nos siguen, pero no sé cuántos. No sé si Rain va a detenerse, si la duda que planté en su cabeza fue suficiente para frenarlo.Lo que sí sé es que Natan está detrás de todo esto.Y que no va a detenerse.Rita se tambalea a mi lado, su respiración agitada. No está acostumbrada a correr así, a moverse en la oscuridad como lo hacemos nosotros.No podemos seguir así mucho tiempo.Me detengo en seco, obligándola a chocar contra mi pecho.—¿Qué pasa? —susurra, con la voz entrecortada.Escucho.Silencio.Demasiado silencio.Mierda.Un escalofrío me sube por la columna. Esto es una trampa.Tomo a Rita por la cintura y la empujo detrás de un tronco caído.—No te muevas —le susurro al oído.Ella asiente, sus ojos oscuros clavados en los míos. Puedo sentir su miedo, su confianza, su fragilidad y su fortaleza al mismo tiempo.Y es en ese momento, con la luna filtr
Rain me sonríe con esa burla contenida en la mirada, como si ya hubiera ganado. Como si supiera que estoy atrapado y que no hay escapatoria.—No esperaba que te lo pusieras tan fácil, Alfa —dice con voz afilada—. Pensé que pelearías por tu vida un poco más.Mis músculos se tensan. Puedo sentir a Rita detrás de mí, su respiración errática, el miedo impregnado en su aroma. Sabe que estamos rodeados. Sabe que no tengo una salida clara.Pero yo sí.Solo necesito hacer algo que ellos no esperan.—Si querés matarme, hacelo vos mismo —respondo, dando un paso adelante.Rain duda. Es un error mínimo, un titubeo apenas perceptible. Pero lo noto.Él quiere mi puesto. Pero también quiere que la manada lo apoye. Si me asesina sin una pelea justa, los otros podrían volverse en su contra.Y eso me da una oportunidad.—¿O acaso te da miedo enfrentarte a mí? —suelto, dejando que mi voz cargue con la provocación.Rain ríe, pero su mandíbula se tensa.—Nunca —masculla.—Entonces demostralo.Me mira, cal
El aire está cargado de electricidad, de algo primitivo, algo que me llama desde adentro de la piel, de los huesos. La luna llena brilla sobre nosotros como un ojo despiadado, vigilando todo desde el cielo sin nubes.Siento el cambio acercándose, arrastrándose bajo mi piel. La bestia dentro de mí se agita, ansiosa, voraz. La transformación es inevitable.Mi respiración es pesada, irregular. Estoy de rodillas sobre la tierra húmeda, mi pecho subiendo y bajando con fuerza, mis músculos tensos después de la pelea con Rain. La sangre seca en mi rostro huele a hierro y sudor.Pero no tengo tiempo para el dolor.Porque Rita sigue ahí.Ella no corrió.Está a unos metros, atrapada entre los lobos que me miran con una mezcla de miedo y desprecio. Esperan que me rinda. Esperan que deje de pelear.Pero esta es la luna llena.Y eso significa que ninguno de nosotros tiene control.La transformación comienza con un ardor en la columna, un fuego líquido que serpentea por mi espina dorsal. Cada vérte
El círculo de lobos sigue cerrado a mi alrededor. Nadie dice nada, pero lo que no se dice pesa más que cualquier palabra.La sangre gotea de mi costado, mi respiración es un eco en el silencio denso del bosque. Rain se levanta, tambaleante, pero con una sonrisa torva. Sabe lo que acaba de pasar.Yo también.No lo maté.No terminé la pelea.Y eso, en nuestra manada, es casi tan malo como perder.Mis instintos me gritan que me mueva, que actúe, que imponga mi autoridad de nuevo, pero algo dentro de mí se quiebra con la fuerza de un trueno.El recuerdo del cuerpo en la estaca sigue ahí.La sonrisa de aquella chica muerta.Mi primer error.¿Es este el segundo?Rain escupe sangre en la tierra y me mira con desafío. No tiene que decirlo en voz alta. Todos lo piensan: Luke ya no es el Alfa que era antes.El viento sopla entre los árboles, y en su aullido, escucho algo más.Algo peor.Pasos.No de lobos.Humanos.Levanto la cabeza y mis sentidos se afilan. Son varios, moviéndose con cautela e
El aire está cargado de pólvora y miedo.Respiro hondo. El olor a tierra húmeda y carne caliente se mezcla con el hedor metálico de la sangre. La luna llena, inmensa y blanca, cuelga en lo alto, observando el caos con su ojo indiferente.Mi piel arde. Los músculos se tensan, la transformación empuja desde dentro como un rugido contenido.Mis colmillos duelen.Las uñas se alargan, negras como la noche.Siento el tirón del instinto, la urgencia de dejar de ser hombre y convertirme en lo que soy en realidad.Un lobo.Un Alfa.Un asesino.Pero no puedo perderme. No aún.Rita me mira con el pánico atrapado en los ojos. Su cabello oscuro cae enredado sobre su rostro, sus labios entreabiertos buscan palabras que no llegan.—No… —musita, y su voz es apenas un susurro entre el estruendo de los disparos.Otro lobo cae cerca, su cuerpo convulsiona en el suelo antes de quedar inmóvil.La sangre se esparce en la tierra como tinta negra.Mis venas palpitan con furia.Los cazadores están cerca. Pued