23. Un nuevo instinto.

La puerta se cerró tras Deter, dejando a Rita y a mí sumidos en un silencio pesado. Podía escuchar su respiración, rápida y superficial, como si estuviera luchando contra algo dentro de ella. Quería decir algo, pero las palabras parecían inútiles. En su lugar, me dejé caer en la silla más cercana, sintiendo el peso del día aplastándome.

—¿Entonces qué? —Su voz cortó el aire como un cuchillo.

Levanté la cabeza para encontrarme con sus ojos. Había algo en ellos que no había notado antes: una chispa de desafío.

—¿Qué de qué? —respondí, apoyando los codos en mis rodillas.

—¿Qué pasa ahora? Decís que te quedás, pero eso no resuelve nada. Natan sigue allá afuera, y vos... —se detuvo, como si no supiera cómo terminar la frase—. Vos ni siquiera estás completamente recuperado.

—Estoy mejor de lo que parece. —Intenté sonreír, pero el gesto no pareció convencerla.

—No es suficiente. —Rita se cruzó de brazos, su tono firme y decidido. Esa timidez inicial parecía haberse desvanecido en el aire.

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