Cuando Rita cerró la puerta, el eco del golpe resonó como un disparo en mis oídos. Me quedé allí, de pie en el centro de la habitación, con el sabor de sus labios todavía en los míos y la necesidad ardiendo en cada músculo de mi cuerpo.Tomé una respiración profunda, intentando calmar el fuego que ella había encendido. No era solo deseo lo que sentía; era algo más, algo que no había sentido en años. Una conexión. Pero esa conexión venía con un precio: perder el control.Y para un alfa, el control lo es todo.—¿Qué estás haciendo, Luke? —murmuré para mí mismo, pasándome una mano por el cabello desordenado.Mi instinto me gritaba que la persiguiera, que forzara el enfrentamiento que ambos estábamos evitando. Pero sabía que no podía. Rita no era como las demás. Ella no cedería ante la presión, y eso solo hacía que la deseara más.Me dejé caer en la cama, mirando el techo desvencijado. Mi mente volvió a la manada, a Natan, a la traición que me había dejado tirado en un callejón como un pe
Cuando Rita cerró la puerta, el eco del golpe resonó como un disparo en mis oídos. Me quedé allí, de pie en el centro de la habitación, con el sabor de sus labios todavía en los míos y la necesidad ardiendo en cada músculo de mi cuerpo.Tomé una respiración profunda, intentando calmar el fuego que ella había encendido. No era solo deseo lo que sentía; era algo más, algo que no había sentido en años. Una conexión. Pero esa conexión venía con un precio: perder el control.Y para un alfa, el control lo es todo.—¿Qué estás haciendo, Luke? —murmuré para mí mismo, pasándome una mano por el cabello desordenado.Mi instinto me gritaba que la persiguiera, que forzara el enfrentamiento que ambos estábamos evitando. Pero sabía que no podía. Rita no era como las demás. Ella no cedería ante la presión, y eso solo hacía que la deseara más.Me dejé caer en la cama, mirando el techo desvencijado. Mi mente volvió a la manada, a Natan, a la traición que me había dejado tirado en un callejón como un pe
El silencio en la habitación era espeso, cargado de tensión. Rita me miraba como si intentara leerme, pero yo no tenía nada que ofrecer, solo la quietud de un hombre dividido entre dos mundos. Ella no comprendía completamente lo que estaba en juego, ni lo que estaba dispuesto a arriesgar. Pero lo que más me sorprendía era lo que sentía por ella, algo que jamás había anticipado: algo puro, que desbordaba mis instintos animales y mi orgullo de alfa.Me acerqué a la ventana, la mano apoyada sobre el cristal frío. Desde allí, podía ver las luces tenues de la ciudad, ajenas a lo que estaba por desatarse. La amenaza de Natan seguía pesando sobre mí, pero era Rita la que ocupaba mis pensamientos. Si tomaba el camino hacia la manada, sería un golpe directo a lo que había comenzado a construir con ella. Si me quedaba, enfrentaría una guerra con consecuencias que no podía predecir.Un fuerte golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Deter.—Luke, tenemos un problema. —Su voz era grave, ll
El sol estaba comenzando a ocultarse cuando salí al exterior, rodeado por la frialdad de la noche que comenzaba a tomar el control de la ciudad. Las sombras parecían crecer con cada paso que daba, y en mi pecho, el peso de la decisión que se cernía sobre mí se hacía cada vez más insoportable.Rita aún no sabía a qué me enfrentaba, no completamente. No sabía lo que era ser el alfa de una manada, ni lo que significaba ser parte de una guerra por el control. No entendía el precio de la lealtad, lo que significaba traicionar a tu propia sangre, ni el sacrificio que iba a ser necesario para salir de esto intacto.Pero a medida que avanzaba por las calles, una parte de mí sabía que no podía seguir escondiendo la verdad.El encuentro con Natan había sido solo el principio. La batalla no se libraría solo con fuerza bruta; no solo se trataba de ganar o perder, sino de destruir lo que había construido en mi vida. Y, en ese preciso momento, era imposible pensar en otra cosa más que en Rita.Me d
El aire de la noche estaba más frío de lo que recordaba, y por un momento, sentí que cada paso que daba me acercaba al abismo. Al abrir la puerta, sentí la mirada de Rita clavada en mi espalda. El silencio en la casa era ensordecedor, como si el mundo entero estuviera conteniendo la respiración, esperando a ver qué haría.Aún podía oír la voz de Deter resonando en mi cabeza, las palabras pesadas sobre lo que se avecinaba. "Hay algo más, Luke." Aquella frase me atormentaba, pero no tenía tiempo para pensar en ello ahora. Tenía que enfrentar lo que se venía. No podía seguir huyendo de mis responsabilidades. No podía dejar que Natan ganara. No si eso significaba perder a Rita.Me dirigí al baño, la mirada fija en el espejo mientras me lavaba las manos. Las gotas de agua caían como la presión que sentía sobre mis hombros. No podía dejarla atrás. Rita no lo entendía, no de la misma forma en que yo lo hacía. El compromiso, el sacrificio, todo lo que estaba dispuesto a dar por proteger a mi
Las horas se alargaron en la quietud de la casa, y aunque el cuerpo descansaba, la mente no dejaba de atormentarme. Los pensamientos sobre Natan, la manada, el futuro de Rita y el mío propio, se mezclaban en un caos dentro de mí. Cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro, el de mi hermano, el de mi enemigo, un hombre que no dudaba en destruir todo lo que tocaba por poder. Y entonces, la imagen de Rita aparecía, interponiéndose entre las sombras de mis pensamientos. Su mirada, su calma, me daban un refugio que ya no sabía si merecía.De repente, la puerta se abrió lentamente. Rita estaba en el umbral, su figura delicada, pero con una fuerza interior que yo había empezado a conocer. Era como una tormenta silenciosa, suave pero capaz de destruir todo a su paso si se lo proponía.—Luke… —dijo con voz baja, pero segura. Su expresión era seria, el mismo brillo de determinación en sus ojos que me había conquistado desde el primer momento.Me incorporé en la cama, mirándola sin entender p
La noche ya estaba sobre nosotros cuando Rita y yo nos apartamos, pero el aire entre nosotros seguía cargado con esa energía inconfundible, esa tensión que no sabíamos cómo manejar, pero que, de alguna manera, nos atraía cada vez más. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos como tambores de guerra, un recordatorio constante de la batalla interna que libraba dentro de mí. Había elegido quedarme, había elegido a Rita, pero ¿realmente podía vivir con esa decisión?El reloj marcaba las horas en silencio, y la casa parecía sumida en un extraño sueño, ajena a la tormenta que se avecinaba. No podía ignorar lo que Natan estaba planeando, ni lo que significaba para mi manada. Mi deber como alfa era claro, pero el deseo de proteger a Rita, de estar con ella, complicaba todo. Era como si el universo me hubiera puesto entre la espada y la pared, y ninguna opción parecía correcta.Rita se alejó unos pasos, su rostro ahora serio, pensativo, como si también estuviera procesando lo que acaba
El aire en la habitación estaba cargado, como si la tormenta estuviera a punto de desatarse. Yo no sabía si estaba listo para lo que implicaba mi decisión, pero, por primera vez en mucho tiempo, sentía que al menos estaba tomando las riendas de mi vida. Rita había dicho lo que todos evitaban decirme: tenía que ser honesto conmigo mismo. Y, tal vez, eso era lo más aterrador de todo. Porque al mirarla, en ese instante, supe que ya no había marcha atrás.La noche continuó avanzando en su curso, pero yo ya no podía pensar en el sueño. El eco de nuestras palabras seguía resonando en mi cabeza. Rita se había retirado un poco, no físicamente, pero sí emocionalmente. Sabía que lo que había dicho no era fácil de digerir. Ella también estaba en un punto de no retorno, y aunque intentaba esconderlo, podía ver la incertidumbre en su mirada. No sabía si confiaba completamente en mí, y lo entendía. Mis decisiones hasta ese momento no le daban demasiadas razones para hacerlo.Me pasé las manos por e