El sonido de los huesos de Eliot crujiendo me pone la piel de gallina. Su grito, ahogado y desesperado, se apaga de golpe cuando la criatura lo aprieta con más fuerza. La sangre brota de su boca en un último estertor. Rita ahoga un grito y se cubre los labios con ambas manos, temblando.—¡Eliot! —Rita da un paso hacia él, pero la agarro del brazo antes de que haga una estupidez.No hay nada que hacer por él.Su cuerpo cae como un muñeco roto cuando la criatura lo suelta. Un charco oscuro y espeso se extiende debajo de él.Natan sonríe.—No lo entiendes, Luke. Todo esto… es inevitable.Lo observo fijamente, intentando reconocer en él al chico que solía seguirme a todas partes, el que intentaba imitar mis pasos, el que me miraba con admiración cuando éramos niños. Pero ya no queda nada de eso. La sombra que lo envuelve, el brillo enfermizo de sus ojos… ya no es mi hermano.Es otra cosa.La criatura comienza a moverse de nuevo, sus extremidades resbalando por las paredes como si fueran u
Su cuerpo está carbonizado en algunas partes, la piel colgando en jirones, pero la sombra que lo habita lo mantiene vivo. Sus ojos son dos pozos de negrura.Y Rita está ahí, entre sus manos.Me congelo.Él aprieta sus dedos alrededor de su cuello, con una calma aterradora.—Deberías haberte quedado en el suelo, hermano.El odio arde en mis entrañas, más caliente que las llamas a nuestro alrededor.—Soltala.Su sonrisa es pura crueldad.—¿Por qué lo haría? Ya perdiste. Tu manada te odia. Los cazadores nos rodean. No hay futuro para vos, Luke.—Entonces llevame a mí.Sus ojos se entrecierran.—¿Perdón?—Me querés muerto, ¿no? Dejala ir y yo no me resisto.Rita sacude la cabeza con desesperación, luchando por hablar.—No…Pero Natan me estudia con interés.—Eso sería demasiado fácil. Prefiero verte sufrir.Y aprieta.Un crujido.Rita gime ahogada.No pienso.Me lanzo.Mis garras buscan su rostro, pero su sombra me golpea como un látigo y me estrella contra una pared.El impacto me saca e
El mundo se desdibuja en un torbellino de sombras y sangre. Siento los brazos de Rita sosteniéndome, su aliento entrecortado junto a mi oído, pero todo se aleja, como si mi cuerpo ya no me perteneciera.Estoy cayendo.No sé cuánto tiempo pasa. Tal vez segundos, tal vez horas. Solo sé que cuando abro los ojos, no estoy donde estaba antes.El suelo bajo mí es frío, piedra húmeda, y el aire huele a óxido y tierra.Parpadeo.Un techo de madera podrida, vigas ennegrecidas por el humo.Giro la cabeza.Rita está allí.Despierta.Su piel pálida está marcada por moretones oscuros, y su ropa sigue rasgada, pero sus ojos brillan con determinación.—Por fin. —Su voz es suave, pero tensa.Trato de hablar, pero mi garganta es puro fuego.Ella me ayuda a incorporarme, su mano tibia en mi nuca.—Nos sacaron de ahí —dice—. Los cazadores entraron… después de que…No lo dice.Después de que maté a Natan.Siento un vacío en el pecho.No sé cómo debería sentirme.Libre.Victorioso.Pero solo me siento rot
La bestia frente a mí gruñe, sus ojos resplandecen con la furia de un fuego antiguo, y el peso de su odio me golpea como una ola imparable. Mi cuerpo, aún debilitado, protesta al más mínimo movimiento. Pero no me voy a rendir. No ahora.Rita se aferra a mi brazo. Su corazón late acelerado contra mi piel, y su respiración es entrecortada. Sé que tiene miedo, pero su mirada es de pura determinación.—No dejes que te provoque —susurra, su voz apenas audible entre el estruendo de la tormenta que se avecina.Me obligo a respirar profundo. No puedo dejarme consumir por la rabia.—No voy a perderte —le murmuro de vuelta, y mi frente se apoya contra la suya por un segundo que parece eterno.Su piel es cálida, un ancla en medio de la locura. Mis dedos se deslizan por su mejilla, atrapando un mechón de su cabello húmedo. Rita cierra los ojos y exhala temblorosamente.—Yo tampoco quiero perderte.La tormenta a nuestro alrededor desaparece. Por un instante, no hay guerra, ni sangre, ni un enemigo
Los disparos resuenan en el aire como truenos, desgarrando la noche. La adrenalina se mezcla con el miedo y la urgencia en mis venas. No puedo pensar, solo moverme, correr, sentir a Rita a mi lado mientras sorteamos árboles y raíces traicioneras.Los cazadores están demasiado cerca. Puedo olerlos. Su sangre, su sudor, la pólvora en sus armas.—¡No mires atrás! —gruño, tirando de Rita cuando tropieza con una rama.Sus dedos se aferran a los míos, su respiración es errática, pero sigue adelante. Es fuerte.Más fuerte de lo que jamás imaginé.Un disparo impacta en la corteza de un árbol junto a mí. Maldigo en voz baja. Nos están cercando.Rita me mira con el rostro pálido y los labios entreabiertos. Sé que está aterrada, pero no dice una palabra.Nos deslizamos entre la maleza hasta una pendiente. Sin detenerme, la envuelvo con mis brazos y nos dejamos caer. Rodamos, tierra y hojas secas pegándose a nuestra piel, hasta estrellarnos contra una roca en el fondo.El impacto me deja sin aire
El aire pesa.El olor a sangre fresca impregna cada partícula de oxígeno, caliente y metálico, envolviéndome en un manto que aviva la criatura dentro de mí.Me quedo quieto un instante, mi respiración es un gruñido contenido, un eco gutural que resuena en la garganta. Frente a mí, Rita sigue inmóvil. Sus labios están entreabiertos, su pecho sube y baja de forma errática, sus ojos fijos en los cuerpos caídos a su alrededor.La luna arriba nos baña con su luz pálida, proyectando sombras deformes en el suelo salpicado de rojo.Siento cómo la bestia dentro de mí sigue palpitando, pidiendo más, exigiendo más.Pero mis ojos no pueden apartarse de ella.De Rita.De su fragilidad aparente, de la forma en la que su cabello cae sobre su rostro, pegándose a su piel sudorosa.—Luke… —su voz es un susurro quebrado, una súplica ahogada.Mi nombre en su boca logra lo imposible.Me arraiga. Me retiene en el borde del abismo.Mis garras se contraen y mi respiración se agita, pero no avanzo.No hacia e
El amanecer tiñe el cielo de rojo, como si el mundo estuviera manchado de la misma sangre que cubre mis manos. Rita está a mi lado, su respiración entrecortada, su piel fría por el viento de la madrugada. Me observa en silencio, esperando que yo diga algo, que le dé una dirección, un camino.Pero la verdad es que no tengo uno.Solo sé que no hemos terminado.Natan sigue vivo.Lo siento en los huesos, en la forma en que la brisa se arrastra por mi espalda, en la presión en mi pecho que no desaparece. No sé dónde está, no sé cómo nos encontrará, pero sé que lo hará.Y esta vez, no pienso dejarlo con vida.—Tenemos que movernos —digo, mi voz áspera.Rita no pregunta a dónde. No hay un destino claro. Solo sabemos que no podemos quedarnos aquí, rodeados de cuerpos y ruinas.Empezamos a caminar.Cada paso me pesa. No he dormido en días, mis heridas están abiertas, la fiebre arde en mi piel. Pero sigo avanzando. Rita también. La sostengo cuando tropieza, y ella me sostiene cuando mis piernas
Natan da el primer paso.Un gruñido brota de su garganta mientras su forma se distorsiona. Huesos que crujen, músculos que se expanden, garras que desgarran el aire. Se transforma con la facilidad de quien lleva demasiado tiempo al borde de la violencia. Su cuerpo de lobo, oscuro como el hollín, crece ante nosotros como una sombra preñada de muerte.Pero no doy un paso atrás.No esta vez.Mi transformación llega más lento. Todavía me arde la fiebre, el cuerpo entumecido, las heridas recientes recordándome que estuve al borde. Pero también sé que esta será la última vez. Para bien o para mal.Rita retrocede, con los ojos clavados en mí. Está a punto de gritar mi nombre, lo sé. De correr hacia mí. De interponerse. Pero algo la detiene. Algo... o alguien.Un disparo corta el aire.Todos se congelan.Desde la colina detrás de los cazadores, un grupo aparece. Pero no son refuerzos de Natan, ni miembros de la manada. Son extraños. Armados. Organizados.Y entre ellos... Eliot.—¡Bajen las ar