20. No es tu pelea.

El aire de la noche todavía olía a peligro. A tierra, a sangre, a algo más profundo que se filtraba en mi piel y me recordaba que, aunque hubiéramos escapado, la cacería no había terminado. Natan sabía dónde estaba. Sabía que seguiría con vida. Y tarde o temprano, volvería a buscarme.

Podría haber intentado correr, dejar todo atrás y perderme en la ciudad, pero no tenía sentido. No con las heridas aún cerrándose. No con Rita.

—Quiero que volvamos a casa —dijo ella, como si hubiera leído mis pensamientos.

De alguna manera tenía más sentido de lo que ella creía.

Regresar al cuarto de Rita no solo era lo más lógico, sino lo más seguro por ahora. Si nos quedábamos en otro lugar, dejaríamos nuestro rastro por toda la ciudad. Mi olor, el de ella. Mi manada, Natan, no tardaría en encontrarnos. En cambio, su cuarto ya estaba comprometido. Él sabía dónde estaba, pero no tenía motivos para sospechar que yo seguiría ahí. Esconderse a plena vista podía ser nuestra mejor opción.

La caminata de re
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