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¿Cómo siguió tu hijo? ¿Cómo estás tú?Un beso, preciosa.Espero verte pronto, Elena.Ryan.–––El mismo mensaje en las mañanas durante estos tres días. Ryan había estado muy pendiente de ambos, o quizá estaba tan desesperado como yo de vernos pronto, pero Warren había decidido no enviarlo esta semana completa a la escuela, intenté persuadirle de lo contrario, ya había perdido una semana cuando estuvimos en Italia y ahora esto, cuando regresara se iba a sentir perdido. Y él, por supuesto había ganado.––Santiago mejor que ayer, estoy bien ¿Y tú?Elena.–––La misma respuesta, para las mismas preguntas, sin embargo, él dejaba la conversación allí, no contestaba mi pregunta hacía si él estaba bien o no. O era un hombre muy ocupado, o no le gustaba hacer mucha conversación.Estuve tentada a llamarle un par de ocasiones, solo para escuchar su voz, y allí me di cuenta de que ese hombre no solo me había removidoPensar que vería a Ryan, al siguiente día me llené de ansiedad y no pude pegar el ojo en toda la noche, me removía en las cobijas, sentía calor, frío, sed, tuve que levantarme en dos ocasiones al baño. Mi corazón estuvo muy inquieto y mi mente empezó a maquinar. Incluso por un momento me senté a observar a Warren, ese domingo más temprano nos había dedicado todo el día, fue la compensación por llegar tan tarde entre semana y básicamente no vernos, la pasamos todo el día jugando con nuestro pequeño, viendo películas y comiendo.Incluso fui feliz en algunos instantes, como la familia que éramos. Y empecé a sentirme culpable, por lo que le estaba haciendo, le estaba engañando, y no solo había sido con un hombre, ya iban dos y si seguía por este camino quién sabe con cuantos más. Esta no era la Elena con la que se había casado, mucho menos de la que se había enamorado. Empecé a preguntarme por qué había hecho eso, si lo amaba aún o esa era la verdadera razón de mis actos
– Bésame –le ordené.Simplemente se levantó de su silla y se acercó despacio a mi boca, sus labios se deslizaban con dulzura por los míos. Sus manos reposaron en mis muslos, por momentos los apretaba, haciéndome erizar todos los vellos de mi piel.– Eres hermosa, Elena– susurró sobre mis labios, tomó aire.– Gracias –me sonrojé de inmediato. Él sonrió sobre mis labios. – Hazme el amor –dije separándome un poco de él subiendo mis brazos sobre sus hombros, con un tono seductor. – Hace un rato te lo empecé hacer, Elena–siguió besándome.Se estiró un poco más y llevó su mano derecha hasta mi nuca, metió sus dedos entre mi cabello. –No entiendo… – Ya lo entenderás, luego… – dijo susurrando.Su mano izquierda, la posó sobre mi cadera. Sus besos se fueron intensificando al igual que la humedad en mi ropa interior. Se separó de nuevo de mis labios, y respiramos.– Llévame a la cama –le ordené de nuevo. Se sien
Al escuchar mis palabras susurrarle cerca, dejó de besar mi cuello, me miró directo a los ojos, su rostro estaba rojizo y húmedo del sudor. No había dejado de moverse en ningún momento. Cada roce era electrificante, y me llevaba segundo a segundo a mi siguiente orgasmo. Cerró sus ojos y puso su frente sobre la mía. Intentaba controlar su respiración o controlar los pensamientos de ambos. ¡Maldición Elena, no debiste decirle eso! Miles de pensamientos de arrepentimientos y negativas me empezaron a enfriar el corazón.– Tú también me gustas, Elena –dijo suavemente.De un movimiento subió sus piernas, metió su brazo por mi espalda, me apretó fuerte y se dejó caer hacía atrás. Poniéndome encima de él de inmediato, sin que su miembro se saliera de mí. Ahogué un pequeño grito. Puso sus manos sobre mis caderas y me guío en los movimientos. – Despacio, nena. Disfrútalo.Me había desconcentrado, no porque no me gustara su respuesta, al contrario, su respu
– ¿Cómo te fue ayer con Joseph? – Bien… – Me limité a decir, pero para ser sincera fue más que eso, había sido magnífico.Me estremecí al recordar como nuestros ojos se cruzaron cuando entró por la puerta. Yo lo esperaba sentada en uno de los sillones de la inmensa sala de mi departamento. Con las piernas cruzadas, dejando al descubierto el liguero bajo mi vestido negro, corto, con amplio escote en el pecho y la espalda, era como llevar nada puesto, pero las reglas sociales dictan que no debes presentarte ante un extraño completamente desnuda. O al menos de primera vista. Porque sabía muy bien que minutos después yacería entre sus brazos de esa manera. La sola idea hizo que mi ropa interior se empapara.– Joseph… – dije con un tono de poco interés, pero mis ojos le inspeccionaron de arriba abajo. Llevaba un traje gris pulcro, hecho a la medida, con finas telas, el cabello cuidadosamente arreglado. Sus ojos me llamaron, me invitaban al pecado
Me empiezo a derretir en el sofá, los dedos se deslizan por mis muslos con tan solo recordar la sesión de ayer con Joseph. Tal vez deba requerir la ayuda de mi pequeño amigo vibrador. – Me centraría tanto en ellos que seguramente te haría correr.– Mm –gemí más fuerte, apropósito.Su respiración empezó a acelerarse, veía como su pecho subía y bajaba.– Sigue… – le incité.– Empezaría a bajar por tu esternón… – Me toqué justo ahí, en medio de mis pechos como si él me estuviera tocando, imaginaba que eran sus dedos. –Me quedaría un rato en tu ombligo, solo para retrasar la llegada a tu clítoris, para torturarte de deseo… – Ah –gemí fuerte y ni siquiera me había tocado mi sexo. – Quiero que hagas que me corra, Joseph –dije entre orden y súplica. – Pasaría los dedos por encima de tus labios, acariciando, sintiendo tu piel suave, tu sexo perfecto.– Mm…– Te penetraría con un dedo… – su sexo volvió
El ambiente en la casa cambió desde que Ryan puso un pie sobre esta, estaba incomoda, por el hecho de pensar que horas más tarde Warren entraría a la que es su casa, donde estuvo el amante de su mujer, y su infiel esposa. Sin embargo, también estaba excitada, tan solo la presencia de él me estremecía. – ¿Estás bien? – Sí, solo que… – ¿Querría él escuchar lo que ocurría en mi interior? – Dime, Elena –se acercó y me beso con ternura, puso una mano sobre mi rostro y la otra en mi cintura. – Dime… – susurró cerca de mi oído, el ambiente cambió de inmediato, como si el aire de entre nosotros se esfumara y solo quedara el fuego, el calor que emanan nuestros cuerpos cuando están cerca. – Veo a esa chica y no la reconozco –le confesé mientras observaba de nuevo mi foto junto a Warren. – ¿Cuál Elena te gusta más? – Ninguna.Miró la foto, me miró a mí.– Yo solo te veo a ti, y lo que veo me gusta –me atrajo más a su c
Oliver, Henry, Noah, Liam y Joseph ya habían pasado por mi cama en aquel mejorado departamento, todos y cada uno de ellos me habían hecho sentir como Diosa en la cama, satisfacían, cumplían mis deseos y fantasías con precisión. Con Ryan tenía al menos un encuentro en la semana, con él experimentaba y aprendía cada vez más sobre mi cuerpo y mis gustos. Tenía la paciencia y el tiempo para guiarme, o buscaba el tiempo para dedicarlo a mí.Cada vez que tenía un encuentro con algún hombre misterioso se ocupada de dejarme flores sobre la mesa de la sala, cada vez unas distintas. De las flores tomaba mi nombre alterno y como ellas tomaba su personalidad.Con Oliver había sido Margarita, una mujer dulce, caprichosa y extremadamente mimada. Henry se había vuelto loco con Violeta, una mujer más sumisa, complaciente, y llena de valor al momento de llegar al límite del placer. Noah al ser el más elegante y refinado de ellos le tocó con Iris, una mujer elegante como él, que
––Lo haré. Elena.–––– Bip –Bip –––Tendrás todo listo el viernes en la mañana.Un beso. Ryan.–––Había aceptado estar con ese hombre, aunque algo me resultara atemorizante, realmente no parecía un hombre sumiso. ¿Pero cuál lo parecía? Todos esos hombres ejercían poder en su vida social, dueños de grandes empresas, con mucho dinero y poder. Toda una fachada, querían a su lado una mujer que les exigiera, les pidiera y fuera capaz de rechazarlos y decirles que no, sin temor. Seguramente le hartaba las personas lamebotas a su alrededor y querían a alguien totalmente sincero o bueno, lo suficiente para ejercer un poco de control sobre ellos y dejar de pensar, solo dejarse guiar y llevar por la mujer frente a ellos.Recibí el mensaje de Ryan y me dispuse a servir la comida a Warren y Santiago. Warren como siempre parecía absorto de nosotros, en otro mundo, su mundo. Comimos en silencio como casi siempre