Capitulo 2.

— Lo siento, fue un accidente. Estaba tan cansada que me desmayé.—

Esas son las únicas palabras que se atrevió a decir, llevaba tanto tiempo pidiendo perdón que esas se habían convertido en las únicas palabras que pronunciaba al cabo del día.

La mirada de su padre pareció suavizarse, mostrando una expresión de preocupación, pero en cambio la de Luna Úrsula seguía llena de ira. La interrumpió:

—¿De verdad es así? ¿O planeas hacer lo mismo que la última vez y robar las joyas de tu hermana?

—¡Yo nunca le he robado nada! —le respondió inmediatamente, furiosa. Ella y su Andrea siempre se aliaban para acusarla de robar dinero de la casa, e incluso escondían dinero en su habitación como "prueba".

—No te molestes en negarlo. Encontramos en tu habitación el dinero que obtuviste vendiendo esas joyas —dijo con desprecio—. Con una madre como la tuya, no es sorprendente que seas capaz de cualquier cosa.

— Qué haces ahí parada, no tienes suficiente trabajo por hacer o quizás debería darte más tareas.—

Sus insultos hacia su madre hicieron que le invadiera la rabia, pero al pensar en la fina manta de su cuarto y en el frío viento exterior, toda su resistencia se desvaneció. A regañadientes, le pidió disculpas.

— Lo siento Luna Úrsula, yo me preguntaba si me podrían dar algo de ropa de abrigo, el invierno....—

Ella la interrumpió y no le dejó hablar, le pidió que la siguiera hasta la zona de la basura.

Una vez estaban allí ella cogió varias mantas y comenzó a hacerlas girones, una vez terminó se dirigió hasta su posición y le dijo que allí tenía su ropa de abrigo.

Salió del cuarto dejándola sola e impotente.

Se prometió no volver a llorar y hasta hacía unos segundos lo había conseguido. Al menos ella no la había visto hacerlo.

Cogió una bolsa de basura y metió todo en el interior. Igual conseguía coserlos y podían hacer su servicio.

.................................................

Ese día, todo estaba muy extraño, la mansión estaba vacía. Ni el padre, ni Luna Ursula, ni siquiera Andrea y Jhon estaban presentes, pero para Ada, esto no era más que una buena noticia. Sin las críticas de Andrea ni las miradas de lástima de Jhon, Ada terminó su trabajo con una sonrisa y se dirigió a casa temprano.

Cerca de su casa, junto a un contenedor de basura, Ada se sorprendió al encontrar una bolsa de frutas. Eso era bastante raro en el frío invierno, y lo mejor era que las frutas solo tenían una pequeña parte podrida, por lo que solo necesitaba cortar lo malo para poder comerlas. Con gran alegría, las recogió y las llevó a su casa, luego salió nuevamente para recoger leña para su pequeño fogón.

En el borde del bosque, encontró a un extraño tirado en el suelo, cubierto de hojas caídas y barro, de modo que no pudo ver su rostro.

Un vagabundo, pensó Ada. Algunos que habían cometido errores y habían sido expulsados de sus grupos solían deambular entre el bosque y el pueblo, siendo considerados vagabundos. Ada pensó en su madre, no sabía cómo estaría ahora. Cuando su madre se fue, ella aún era una niña, y ahora casi no podía recordar su rostro.

Ada se agachó para revisar la respiración del vagabundo, pero al oler el aroma que emanaba de él, no pudo evitar estremecerse. Su corazón latió con fuerza y rapidez, y su loba, despertando de su largo sueño, saltó de emoción y le gritó a Ada: "¡Es él! ¡Nuestro nuevo compañero!"

Ada reconoció esa sensación, la misma que tuvo cuando vio a Jhon por primera vez al alcanzar la adultez, pero ahora era mucho más intensa, casi sintió que su corazón iba a explotar.

Era la segunda oportunidad que la diosa lunar le daba. Un vagabundo... Ada se rió irónicamente. Un esclavo y un vagabundo, ¿qué mejor combinación podría haber?

Sopesó sus ideas durante varios minutos y al final decidió que aquel hombre no iba a morir allí, si la diosa Luna le había concedido una segunda oportunidad ella no la iba a desaprovechar solo porque su compañero fuese un vagabundo.

Mover el peso muerto de un hombre que doblaba dos veces su tamaño no fue para nada fácil. Y menos lo sería cargar con él hasta llegar a su pequeña cabaña.

Después de lo que le pareció una eternidad consiguió llevarlo hasta su casa. Lo tumbó en la cama y comenzó a limpiar la sangre seca de su rostro. Sin la sangre seca y la capa de mugre se podía vislumbrar que era un hombre bastante atractivo. La barba incipiente de su rostro lo hacía ver muy sexy a sus ojos.

Ella retiró con cuidado su ropa, notando que en su pecho estaba clavado algo brillante. Extendió la mano para intentar sacarlo y así poder limpiar la herida, pero en cuanto tocó la punta de la flecha, un dolor ardiente la hizo gritar. La flecha estaba hecha de plata. Sumergió las manos en agua fría para aliviar el dolor, y entendió que esa era la razón por la que el hombre llevaba tanto tiempo inconsciente.

Ada dudó por un momento, luego agarró con fuerza la pequeña parte del asta de la flecha que sobresalía y, con determinación, la arrancó. La lanzó lejos y rápidamente sumergió las manos en el agua fría, frunciendo el ceño de dolor. Sentía que la piel de sus manos estaba a punto de despegarse por el dolor.

Lavó sus heridas lo mejor que pudo, sabía que necesitaba medicación pero a ella nunca se la darían. Por lo que no le quedó de otra.

Aún no había anochecido y su padre y esas dos brujas no habían aparecido en la casa.

Se excusó con uno de los guardias alegando que había olvidado limpiar uno de los baños de la planta baja.

Este la dejó entrar no sin antes propinarle un empujón haciéndole caer de bruces contra el suelo. Al ver lo ridícula que se veía al caer, se echó a reír a carcajadas.

Se levantó lo más rápido que pudo, su nariz sangraba lo más probable es que estuviera rota. Pero ahora mismo no se podía preocupar por eso había venido a la casa a otra cosa y tenía que conseguirlo a toda costa.

Paso hasta el baño de abajo y busco en el botiquín las pastillas de antibiótico y los analgésicos.

Los lobos sanan rápido pero eso no significa que no puedan ponerse enfermos y menos necesitar medicamentos.

Por suerte Ada no lo hacía a menudo y la responsable de tirar las medicinas caducadas era ella. Así que si algo se complicaba diría que las había tirado a la basura porque su fecha de caducidad había vencido.

Esperó un rato para poder volver a salir, en el bolsillo de su vestido llevaba una caja de antibióticos y otra de analgésicos. Tenía miedo de que la pillaran pero de nuevo la suerte estuvo de su lado.

Salió de la casa y corrió hasta la suya. Abrió la puerta con desesperación y se acercó hasta su compañero.

Seguía respirando! Eso era bueno, machaco las pastillas y las mezcló con agua. Le costó mucho que se bebiera el contenido pero hasta en su inconsciencia él puso de su parte.

Lo arropó con sus mantas recién arregladas y se sentó al borde de la cama para contemplar su rostro. A la tenue luz de las velas, su cara, antes llena de agresividad, parecía más suave. Aunque decir esto pueda parecer envidia, realmente creyó que era incluso más apuesto y alto que Jhon, a pesar de que no era más que un vagabundo.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP