Capitulo 4.

Cuando el sol volvió a salir, Ada se preparó para salir a trabajar.

Anoche, ella respondió de manera superficial a su propuesta y le rogó que durante su estadía no saliera de aquí. Si ya se había enojado por las cicatrices en las manos, no se atrevó a imaginar qué pasaría si llegara a ver cómo es un día normal en su vida.

Aunque Lukyan aceptó con buenas palabras, no tenía intención de seguir sus instrucciones.

Necesitaba ir al bosque para investigar la verdad sobre los atacantes que lo habían agredido, y también para ver si podía encontrar rastros de su Beta. Justo antes del ataque, había estado con su Beta y algunos de sus soldados en una reunión entre manadas de lobos, y si seguían con vida, necesitaba contactarlos lo antes posible.

Ada estaba en la sala de la casa de los Alpha, sosteniendo un trapeador lista para comenzar a limpiar, cuando de repente la puerta se abrió y Jhon entró. Se acercó a ella y le saludó amistosamente, pero luego frunció el ceño y preguntó qué era ese olor en su ropa.

—Esta ropa me la dio Luna Ursula, la sacó de un montón de basura, por eso tiene el olor de otros lobos —explicó Ada rápidamente, temiendo que Jhon descubriera algo sobre Lukyan.

—Ya veo... pero esta ropa está demasiado vieja —dijo Jhon, con algo de compasión en su mirada. Luego, preocupado, preguntó—: ¿Tienes suficiente comida últimamente? Esta noche, cuando termines, espera en el borde del bosque. Te traeré algo de comida.

Ada observó en silencio los ojos sinceros de Jhon y, de repente, le preguntó:

—¿Por qué esperar en el borde del bosque? ¿No podemos encontrarnos justo en la puerta de la casa de los Alpha?

—Sabes que no puedo ser visto contigo... —respondió Jhon, con una expresión incómoda.

Al ver la incomodidad en su rostro, Ada sintió una punzada en su corazón. Pensó que si él fuera una persona cruel y despiadada, si la rechazara, la insultara o la despreciara, tal vez no le dolería tanto. Pero lo que realmente le dolía era que él, mientras perseguía a otra persona, seguía ayudándola en secreto. Eso le hacía sentir como si fuera una mancha en la vida de Jhon, un lastre del que no podía deshacerse.

—Lo entiendo —dijo Ada después de unos segundos de silencio—. Si mi presencia te hace sentir incómodo, tal vez no deba seguir viéndote. Sin tu ayuda, también puedo seguir adelante con mi vida.

Jhon, al ver la expresión fría y decepcionada en el rostro de Ada, le tomó el brazo para explicarse, pero justo en ese momento, Andrea apareció en la cima de las escaleras. Jhon, visiblemente alarmado, soltó su brazo inmediatamente.

—¡Ada! ¿Qué estás haciendo? ¡Eres igual que tu madre, qué descarada! ¡Estás seduciendo al prometido de tu hermana! —gritó Andrea, furiosa.

Ada cerró los ojos en desesperación. ¿Por qué siempre tenía que ser ella la que recibía los reproches? No lo entendía, pero lo que no sabía era que Andrea siempre la estaba observando desde las sombras.

Ada miró a Jhon, pero él evitó su mirada, sin querer explicarse. “Qué cobarde,” Ada se rió con desdén, murmurando para sí misma.

— Andrea no es lo que piensas. — ni siquiera pudo continuar con su defensa, cuando noto la mejilla ardiendo. Andrea, le había propinado una bofetada para interrumpirla.

— ¿Has olvidado cómo debes referirte a mi? —

No, ella no lo había olvidado, cómo olvidarlo si la “señorita” o “futura Luna” se lo recordaba todos los días.

Quiso responder, estaba tan molesta, tan cansada de las acusaciones que una vez más trató de defenderse, pero de nuevo la suerte no estuvo de su lado.

— Sígueme hoy tienes trabajo extra — dijo Andrea agarrando fuertemente su brazo y llevándola casi arrastras escaleras arriba.

Andrea abrió la puerta de su dormitorio, se acercó hasta su armario y tiró toda la ropa al suelo. Unos segundos después hizo lo mismo en su baño privado.

— ¡Ya ponte a trabajar! O acaso quieres que le cuente a nuestro padre y madre lo que acabo de presenciar —

Si las palabras de Andrea habían tratado de sonar a amenaza, de seguro lo habían conseguido. Ada ya no trató de responder se agachó y comenzó a limpiar todo aquel desastre.

Ada, sin querer defraudar más a su padre, aguantó la sensación amarga en su pecho y las lágrimas que amenazaban con caer, y se limpió lágrimas de manera que Andrea no pudiese darse cuenta y siguió con su trabajo.

Esperaba quedarse sola y se permitió echar una mirada al espejo, su rostro estaba rojo y mostraba tres laceraciones, Andrea siempre llevaba las uñas largas y está vez la bofetada había venido acompañada de un gran arañazo. Estaba totalmente segura de que su intención siempre había sido desfigurarla.

Al menos los arañazos no eran profundos por lo que estos sanarían en pocos días.

Mientras guardaba los vestidos de Andrea en el armario no pudo evitar sobreponer un vestido blanco salpicado de pequeños cristales sobre su cuerpo.

Se imaginó a ella con ese vestido recibiendo a los invitados junto a su padre en la cena de Navidad.

Ella esbozó una pequeña sonrisa imaginando un escenario que jamás tendría lugar.

El sonido de unos tacones sobre el suelo de madera la sacaron de su ensoñación, rápidamente colgó el vestido en el armario y comenzó a doblar más ropa.

Después de una larga y difícil jornada, Ada estaba agotada, aunque había terminado todas sus tareas y había evitado encontrarse con nadie en todo el día. No conseguía encontrar la tranquilidad que tanto necesitaba.

Y de nuevo recordó algo necesitaba coger algo de comida sobrante de la cocina para llevar a casa. Sabía que podía aguantar un par de días sin comer, pero Lukyan acababa de despertar del coma y necesitaba comida para recuperar fuerzas. Con las frutas que le había dejado no sería suficiente.

Metió un trozo de pan en su abrigo y salió por la puerta, su sensación de inquietud creció en su interior. El ambiente estaba demasiado silencioso.

Al salir de la casa, Andrea apareció de repente de un rincón, la agarró y comenzó a gritar: ¡Todos vengan a ver! ¡Ada volvió a robar cosas de la casa!”

Ada se quedó sin palabras, está vez habría un castigo desproporcionado y por qué, solo por haber tomado un trozo de pan que iba a ser tirado a la basura.

Cerró los ojos deseando que todo esto fuese un sueño. Pero las uñas de Andrea atravesando la piel de su muñeca la devolvieron a la realidad. Una cruda y poco reconfortante realidad.

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